~75. Buen Día~

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[Samu💜: Quieres venir a almorzar a casa? Mi madre quedó encantada contigo...]

El día de Guillermo empezaba de lo más bien. Odiaba ser despertado, excepto si su alarma era un mensaje de Samuel el cual lo invitaba a almorzar. Su mal humor de la mañana había desaparecido completamente, para dar paso a una sonrisa que brillaba por ella sola.

Se levantó de su cama, notando que ya no había nadie en la habitación. La noche anterior se habían quedado despiertos hablando sobre Guillermo y el tema con Samuel. Él de verdad quería contarle todo y pedirle por favor quedarse en su casa, pero el temor seguía ahí, viviente.

Sabía muy bien que no tenía la vergüenza que pensaba. Si es que aquellas personas con las que comparte su día a día eran lo mejor de todo esto. Las madres y sus compañeros le alegraban la vida desde siempre y nunca podría tener vergüenza de ellos. Tal vez, tenía miedo de que Samuel se aleje de él, por lo que estar en un lugar así implicaba; ser abandonado, ser nadie, no tener un apellido, no tener nada. Aunque Guillermo tenía todo a su parecer. Él no se consideraba nada de lo que está estereotipado como "chico de orfanato". Lo habían abandonado sí, pero tuvo una madre hermosa que había hecho de tres años de su vida, los mejores. Para su mala suerte, cuando lo adoptaron, lo dejaron con el apellido de su supuesto papá, pero él nunca quiso que lo llamen así. En el colegio, en la vida, para sus amigos y familia era Guillermo Diaz, con el apellido de su madre. Ibañez era el de su padre y por nada en el mundo, iba a volver a usarlo. A sus 15 años lo había decidido y Lorena, otra de las madres, fue la encargada de hacerle un Documento de Identidad nuevo, por lo cual hasta para la ley, él es Guillermo Diaz.

Miró la hora, marcaban las once y diez de la mañana. Raro que sus compañeros no lo hayan despertado a golpes y agua como la última vez, aunque lo agradecía. Necesitaba dormir bien, y por suerte, se había cantado la cama más cómoda que tiene las habitación, por lo que la noche que había pasado, durmió muy placenteramente.

Le contestó a Samuel aceptando su invitación diciéndole que a la una estaría ahí. Salió de la habitación, para dirigirse directo al baño que había en su pasillo. El hogar tenía la planta baja y dos pisos. Cada piso tenía 5 pasillos con 10 habitaciones en cada uno, por lo que había 100 habitaciones con 6 o 7 personas que dormían dentro. Era muy espacioso y además tenía dos patios enormes, y un comedor principal en dónde entraban más de los que eran. Ninguno nunca se había quejado por incomodidad, por lo que aquel hogar, era uno de los mejores de Madrid. Gracias a quién sea que el papá de Guillermo se había dignado a dejarlo dónde lo estuvieron cuidando los primeros tres años de su vida, y no en cualquier lugar. Aunque según lo que le había dicho Martín, Lorena había hablado muy seriamente con su padre para convencerlo de que lo dejé ahí. Eso en aquel momento lo había puesto mal, por el odio sin sentido que le había tomado ese hombre, pero de todas formas, estuvieron sus compañeros para ayudarlo a superarlo. Ahora mismo, aquel señor, estaba en algún lugar del país muy lejos de Guillermo. O eso quería creer él, tampoco le importaba.

Se dió una ducha caliente. El mes de marzo había dado su comeienzo y por lo tanto, la primavera se acercaba, aunque todavía se podía sentir el frío del invierno. Los momentos para bañarse eran los momentos para pensar, aún cuando salía en menos de 10 minutos.

Once y veinte ya estaba fuera, caminando por los pasillos con la toalla a la cintura. El primer piso era exclusivos de hombres, por lo que aquello no era un problema. Ya el segundo, era de mujeres y en la parte inferior había niños y bebés, ya que era el lugar mas amplio y espacioso: había siete pasillos con 10 habitaciones, un patio interior y el comedor principal. Mas la cocina y las oficinas donde se encontraban las madres. Aquel edificio lo mantenían en un estado regular, gracias a una organización que los ayudaba muchísimo. Además de que la mamá de Guillermo, le había dicho al banco que cada mes les dieran dinero. Rocío era una mujer adinerada ya que la herencia de sus abuelos era demasiada. A Guillermo le correspondía una parte por ley, pero lo que menos tenía ganas era de tener un juicio con su padre para obtener ingresos de la herencia. Su hermana tenía su parte y con eso era feliz para poder vivir en paz. Aunque tenía que admitir, que ahora mismo, ese dinero le vendría muy bien para poder vivir después de su cumpleaños. Tal vez tendría que replantearselo.

»El Salón de Detención»Youtubers»Wigetta«Where stories live. Discover now