~74. Una Pequeña Gran Familia~

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La primera semana de marzo estaba dando su fin, y con ello problemas para Guillermo.

Su cumpleaños se aproximaba y sabía que al cumplir 18 tendría que irse de aquel orfanato. No tendría problema si no fuera porque su casa no tenía ni agua, ni electricidad. El día que se habían quedado con Samuel se habían ido de aquel lugar por la falta de cosas básica y necesarias para vivir. Y aunque el mayor se había ahorrado sus preguntas sobre dónde vivía, Guillermo sabía que había algo que él no entendía y algún día se lo tenía que decir.

Tal vez le daba vergüenza decir que vivía en un orfanato. No sabía muy porqué en realidad, si le encantaba aquel lugar y todas las maravillosas personas que hay ahí. Su día cambiaba completamente al entrar o salir de aquel gran edificio y es que era sumamente especial la marca que había dejado en él. Siempre lo acogieron y cuidaron como si fuera el hijo de todos. Desde lo de su mamá, todos se encargaban de hacerlo feliz, y aunque sabía y no le gustaba que tengan favoritismos, se llevaba bien con la mayoría de los chicos que estaban en aquel hogar. Aunque había alguno que otro que siempre moría de la envidia y trataba de hacerlo sentir mal, aunque las buenas personas siempre eran mayoría.

Podría decir que quería muchísimo a todas y cada una de las personas que estuvo ahí para apoyarlo. Desde los pequeños como Mateo, hasta los más grandes de su edad como Julián, uno de sus compañeros de cuarto. Estaba inmensamente agradecido con todos y sin duda los iba a extrañar cuando se vaya.

Aunque todavía no sabía a dónde ir. Tenía claro que las madres del hogar lo dejarían quedarse unos días más hasta que encuentre algún trabajo y poder pagar los impuestos de la casa, pero también sabía que aquello podría traerles problemas al hogar. No quería causar ningún tipo de juicio en el cual esté involucrado su padre por obligación. No quería ver a aquel hombre y menos quería causar problemas en el hogar. Buscaría un trabajo rápido y podría mantener su hogar, tan sólo necesitaba alguna casa para poder quedarse el primer mes.

Alguno de los chicos no tendría problema en darle un lugarcito en su casa, lo sabía. Pero el único que tenía idea sobre la situación de Guillermo era Mangel y este no podía dejarlo en su casa, por problemas que el mayor había dicho, tenía con su madre. Guillermo obvio no insistió, si la mujer no quería, él no iba a ser quién para reprochar.

Había pensado en Alex, pero él le había contado que su mamá no se encontraba nada bien. Aún cuando no le dijo a que se debía su pedido de alojamiento, la respuesta fue que no.

-Permiso...- Guillermo estaba acostado en una de las camas de la habitación. Las cama no tenían un dueño en especial, donde caías caías y ahí te quedabas. Ahora estaba en la que se encontraba a un lado de la puerta, a la que menos le llega el sol que entraba por la ventana.

Una de las madres, Esperanza, había entrado a la habitación.

-Pasa...- Guillermo se sentó en el borde de la cama, y Esperanza se sentó junto a él.

-Me dijo Julián que no tienes lugar dónde quedarte. Sabes que no tenemos problema en que te quedes un tiempo más si lo necesitas...- Esperanza le apretó los mofletes juguetona, a lo que Guillermo sonrió por obligación para que estos se le marquen más y duela menos el apretón.

-Lo sé, pero también puede causar problemas y no quiero...- Guillermo comenzó a jugar con el borde de su camiseta, nervioso porque de verdad no sabía dónde quedarse.

-¿Y tus amigos? ¿Ninguno de ellos puede alojarte por un mes?- Esperanza le tomó las manos para darle calma, como si ya conociera todos los gestos de Guillermo. Aunque el menor no dudaba de que así era. Tantos años viviendo juntos y compartiendo momentos, uno ya se va aprendiendo los gestos y rasgos de las personas. Él podía decir que cuando Esperanza sonríe, casi nunca muestra sus dientes. Excepto que la situación le haya causado demasiada felicidad.

»El Salón de Detención»Youtubers»Wigetta«Where stories live. Discover now