~28. Mañanas~

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Los nuevos días para Samuel, quizá no eran los mejores. El levantarse a la mañana era algo que no le gustaba para nada.

El insistente ruido de la alarma le molestaba, si no lo ponía de seguro dormiría hasta las tres de la tarde, y el incómodo desayuno con sus padres era algo que odiaba. El sentir el frío matutino era algo que simplemente... despreciaba. Si uno está calentito en su cama, tapado con todas las mantas posibles, en una cómoda posición ¿Por qué lo obligan a dejar ese hermoso espacio de tranquilidad para sumergirse en una ajetreada mañana?   Definitivamente, odiaba las mañanas.

Se había levantado por la alarma y seguramente volvería a cambiar el tono... por sexta vez. Es que ninguno era tan tranquilo y pacífico como para levantarse más o menos de buenas. Todos eran insistentes y con el volumen al máximo, aunque su celular tenga el volumen al mínimo. Simplemente, odiaba las alarmas. Preferiría despertarse con un puñetazo o algo así.

Se vistió con las primeras prendas que encontró esparcidas por el armario. Único lugar en donde el orden no formaba parte de él. Si es que ordenar la ropa era algo que no le gustaba, no usa toda su ropa era absurdo ordenarlo si sólo usa las mismas prendas siempre.

Bajo, al desayunar y esta vez sólo estaba su madre, cosa que le sorprendió.

-Bien día, mamá- Saludó Samuel cuando entró a la cocina, siendo recibido por una sonrisa de su madre.

-Buenos días, hijo- Habló amable ella, llamando la atención de Samuel. No es que era mala, pero casi siempre estaba de mal humor y solía saludar seca y bordemente. -Recién me levanto yo también y todavía no preparé tu desayuno, ¿Quieres algo en especial?- Le preguntó al menor quien ya se había sentado en la redonda mesa, en frente de donde estaba su mamá.

No sabía que era lo que estaba sucediendo. Su madre nunca solía levantarse tarde y siempre tenía el desayuno ya hecho, tal vez hoy entraba más tarde y aprovechó a dormir un poco más. Obvio Samuel no la culpaba, él también lo querría si todos los días tuviera que levantarse a las 6.

- Lo que quieras haces está bien. ¿Hoy entras más tarde?- Preguntó Samuel para tratar de formar una conversación con su madre. Ella se habai levantado de su lugar y se encaminó hacia la nevera para poder sacar los ingredientes.

-Hmm... No, ¿Por qué?- Preguntó ella extrañada por la pregunta de Samuel.

-Como te levantaste más tarde de lo normal...- Comentó el viendo como estaba preparando unos huevos revueltos. No quería alardear, pero su madre hacia los mejores juegos revueltos del mundo. Lástima que los cocinaba sólo cuando estaba de buen humor, y el saber que hoy se encontraba así lo hacía ponerse de buenas a él.

Es rara la sensación, como que le gusta que su alrededor esté bien para que él pueda estar bien.

-Oh, es que siempre me levanto temprano por tu padre. Para prepararle el desayuno a él y tal, y como también te despiertas tu antes de que se vaya aprovecho y ya me quedo despierta- Dijo explicándole legalmente a Samuel, quien se encontraba sorprendido. Ella sólo se levantaba para hacerle la comida a su padre, ¿Pero qué? Samuel estaba flipando y mucho. - Pero como hoy se fue más temprano, solo me levanté le hice el desayuno, se fue y me volví a dormir.- Rió como si hubiera hecho una travesura. Samuel seguía sin poder entender como ella podía hacer eso por su padre, el amor supone.

-¿Y no estás cansada por las mañanas al despertarte temprano?- Preguntó Samuel.

-Algunas veces si, pero ya me acostumbré. Ten, disfrútalo, me voy a dar un baño.- Dijo ella sorprendiendo al menor aún más.

- Mamá, ¿A que hora entras am trabajo?- Samuel detuvo el paso de su madre en al puerta de la cocina. Esta le sonrió.

-A las 9, cariño. Suerte en el Instituto- Y se retiró de la cocina, dejando a Samuel todavía más sorprendido. Miró el reloj que estaba colgado en la pared y recién eran las 7:30 de la mañana.

(...)

La calle en la mañana eran muy aburridas. El camino al Instituto para Samuel, no pasaba de ver el mundo correr a su al rededor. Tal vez lo más emocionante que había para hacer, era mirar al cielo y ver el rotar de las nubes. Si, así de emocionante.

Las calles estaban vacías, o como mucho, habían ancianos paseando felices de la vida, sin preocupación alguna por el mundo a su alrededor. Muchas veces Samuel se ponía a pensar sobre ellos, sería totalmente extraño sentir que ya viviste toda tu vida y que de seguro, dentro de un par de años puedas dejarla, habiendo cumplido, o no, todas tus metas. El vee pasar a la gente que quieres, ver como te abandonan de una manera y otra. Ver tus hijos crecer junto a tí, y sentirte orgulloso de lo buen padre que fuiste. Para Samuel sería sumamente extraño ser anciano, una etapa de tu vida en la cual, ya no tenés muchas cosas para preocuparte más que ver el mundo crecer junto a tí.

-Disculpa...- Dijo un viejito que venía caminando en contra a su dirección. Samuel detuvo el paso a un lado de él.

-Si, dígame- le concedió el lugar al señor de hablar.

- ¿Conoce al amor de mi vida?- Samuel frunció el ceño ante aquella extraña pregunta.- Me explicaré mejor... ¿Conoce a una anciana de rulos y que usualmente usa vestidos largos y floreados?- Dijo el señor sonriéndole. Samuel se encontraba extrañado por la pregunta, porque vamos, no era normal que un señor te pare en el medio de la calle a preguntarte aquello, aunque sonrió por lo tierno que el anciano se veía.

-La verdad es que...- Samuel fue interrumpido por un agudo grito.

-¿¡Alberto!?- Dijo la mujer quien se veía exactamente igual a como el señor la había descripto.

Sonrió pues el viejito había salido corriendo en busca de aquella mujer, gritando feliz un "amor de mi vida!"

Samuel había cambiado su visión sobre los ancianos.

(...)

Había llegado al colegio de buen humor. Su madre lo había dejado sorprendido, pero de igual forma, el que ella estuviera bien y de buenas, lo había insitado a tener una mañana con onda. Aparte del anciano, quien lo había hecho sonreír, aunque probablemente no estaba en sus planes.

No había mucha gente en el piso de abajo, lo cual le llamó demasiado la atención. Subió las escaleras tarareando una canción que no tenía idea de donde la habai sacado, pero que era alegre y extrañamente le causaba felicidad. Se sentía bien, pleno.

Llegó a su curso, y saludó a la profesora quien se encontraba hablando con otro profesor en la puerta del salón. Ambos adultos contestaron su "buen día".

Entró al Salón con ganas de vivir, pero la imagen que vio le dio ganas de volver a irse. 

Guillermo estaba sentado en su lugar y, otra vez, Camilo estaba a un lado suyo. Se estaban besando. ¿Qué besando? Le estaba debiendo la boca con todas las ganas del mundo, poco más y Samuel no dudaba que empezarían a sacarse la ropa.

Dió gracias al cielo cuando se separaron. Guille estaba de espaldas a él y Camilo de frente mirándolo mientras el menor le hablaba. El de ojitos lindo se acercó despacio a Guillermo y volvió a plantar un beso en sus labios, mientras miraba a Samuel. Este revoleó los ojos y siguió su camino a sentarse a un lado de Frank.

-¿No iba a otro Instituto?- Le preguntó Samuel al pelinegro mientras se sentaba. No le importaba si lo escuchaban, él iba a mostrar su descontento.

-Se cambió a este para estar con Guillermo...- Le Dijo Frank y volvió a su conversación con Álex.

Samuel bufo e insulto mentalmente a Camilo, quien no paraba de mirarlo desafiante. Quería estamparle el puño en la cara no una, sino 80 veces.

-Te Amo...- le dijo a Guillermo.

-Te amo igual- le respondió el menor y el buen humor de Samuel se fue a tomar por saco.

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No sé si de dieron cuenta, pero ayer publiqué un capítulo y no debí hacerlo :v Y para no marearme, les traigo otro hoy<3 Pero ya después seguimos como siempre, día por medio.

Espero que hayan entendido todo, en especial la escena de la madre de Samuel :B

Ojalá les haya gustado! Gracias por todo, posta. Nos leemos otro día<3

Luna❤

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