El proyecto de Peridot

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En un mundo dominado casi en su totalidad por el grandioso Imperio Diamante, todos intentan desempeñar el rol que les ha sido asignado de la mejor manera posible, pues entre más destacas en tu trabajo, más serás ascendido, y entre más logres trepar en la jerarquía imperial, mayor poder obtendrás. Todo esto; sin embargo, no es de mucha relevancia para Peridot, quien yace acostada en su habitación, mirando al techo con sus ojos esmeralda enrojecidos por las horas de desvelo.

—Debería levantarme y seguir supervisando la investigación... —murmura, mordiéndose el labio —. Esos idiotas lo echarán todo a perder, estoy tan cerca de conseguirlo...

Para Peridot, la lealtad está sin lugar a dudas con Miss White y sus comandantes; pero, su pasión le pertenece a la ciencia, no a la política. Cada uno de sus proyectos es como una parte de su propio ser, y por eso necesita verlos progresar, alcanzar sus propósitos.

Sin poder resistir un solo segundo más, la rubia se quita las sábanas de encima con una patada y salta de su cama, su nuevo proyecto está en la fase final, lo que suceda ahora será crucial, y no podrá conciliar el sueño hasta haber alcanzado la meta.

Sin mucha demora, Peridot deja caer su pijama blanco en el suelo, y allí, desnuda como está, no puede evitar pensar en su musa.

—Un gran futuro nos espera —dice para sí misma, con una sonrisa intensa, mientras busca un uniforme limpio.

Una vez lista, tomas sus gafas electrónicas y abandona la habitación. A través de las gafas puede ver lo que sucede en el laboratorio, conforme avanza por uno de los largos pasillos de la base secreta. Muchos científicos imperiales habrían detestado la idea de dirigir un proyecto clandestino como ese, estando completamente aislados del mundo exterior, para Peridot; sin embargo, es un sueño hecho realidad.

Cuando alcanza la puerta del laboratorio, se retira las gafas y acerca su ojo derecho a un escáner, este parece procesar la información por algunos instantes, y la puerta finalmente se abre. Al entrar, varios investigadores voltean la mirada, sorprendidos y agobiados en igual medida, pues su descanso de las órdenes de la rubia parece haber acabado.

—Actualícenme, ¿cuál es el progreso? —ordena Peridot, sin ver a nadie al rostro, su mirada está fija en el proyecto.

En el centro del inmenso laboratorio, hay diez tanques llenos de agua, colocados en fila. Dentro de cada uno, yacen flotando personas inmersas en una especie de trance, sin nada cubriendo sus cuerpos además de los collares electrónicos que monitorean sus signos vitales.

—Señorita Peridot... —dice uno de los investigadores, notablemente nervioso —. Dado que estuvo usted aquí hace menos de dos horas, no ha habido demasiados cambios; sin embargo, los sujetos 2 y 9 han empeorado su estado, su ritmo cardiaco se vuelve cada vez más lento, y hemos registrado un gran deterioro cerebral.

—Irrelevante —responde, sin mucho interés.

Peridot se pasea en frente de los tanques. Todos los sujetos de pruebas tienen malformaciones en el cuerpo, tumores creciendo a un ritmo acelerado, algunos incluso tienen extremidades adicionales, pequeñas y deformes. Pero hay una excepción, una mujer que, contra todo pronóstico, ha asimilado correctamente el tratamiento. Alta, esbelta, con un hermoso cabello azulado, y un rostro embriagadoramente atractivo, ella es la musa.

—¿Qué hay de mi musa? —pregunta, admirando el cuerpo desnudo de la mujer. Ella es la perfección, ella es su proyecto en toda su gloria.

—Sigue siendo la más prometedora —responde el hombre, mientras revisa su computadora —. No obstante, debemos terminar el tratamiento pronto, su cuerpo parece en buen estado, pero sus escaneos muestran crecientes cantidades de cortisol.

—Estrés... —murmura, posando su mano en el cristal —. ¿Ya usaste el sedante B4?

—Desde luego, veintitrés miligramos.

—¡¿Veintitrés?! —exclama, volteándose con evidente molestia —. Claramente especifiqué que en la fase final no usaran más de veinte, ¡¿acaso quieres matarla!?

—N-No...

—¡¿Acaso tengo que hacer todo yo?! Estoy rodeada de ineptos... — dice, fulminándole con la mirada.

El hombre se disculpa nerviosamente, y se dirige a cambiar la dosis. Entonces, Peridot voltea la mirada hacia una de las asistentes del laboratorio, una chica pelirroja con algunas carpetas entre brazos.

—Tú, ve y tráeme un café.

La mujer asiente y sale de su vista, el resto del equipo parece no querer acercarse, cada quien sigue con su tarea.

«Esto se pondrá muy bueno, solo espera», piensa la rubia, mientras mira el rostro de su musa. Es un sentimiento extraño, desde que cada sujeto de experimentación fue colocado en los tanques, todos han permanecido completamente inconscientes, por lo que no sabe nada sobre quiénes fueron realmente, sus personalidades, sus deseos, sus aspiraciones, todos misterios, y; sin embargo, siente una conexión casi psíquica con su musa, se pregunta si se debe únicamente a que forma parte de su proyecto. Sonríe, quizá lo averigüe pronto.

Amantes en Guerra [Lapidot]Where stories live. Discover now