[1O] Cómeme enterita.

58K 3.8K 1.4K
                                    

Capítulo 10. Cómeme enterita.

-Tengo sueño y el sofá no es muy cómodo. ¿Puedo dormir aquí, contigo?

¿Qué? ¿Por qué carajos he dicho eso? Yo no quiero tener nada con Dallas. Primero: él tiene novia y esa novia es Angie, mi mejor amiga; y segundo: yo estoy colada por otro tío, razón por la cual casi vivo en esta casa para buscarlo. ¿Por qué iba a querer dormir con Dallas?

«Te sientes sola. Necesitas que alguien te entienda y sabes que él es el único que lo hace» -dijo mi ya no tan desaparecido subconsciente.

Dallas se quedó a cuadros. Literalmente. Aunque quizás fuese yo observando sus abdominales, que sí que estaban cuadrados. Podría medirlos con una regla y...

«¡Arianna!» -me grité a mí misma, y meneé la cabeza.

«Putas hormonas» -pensé intentando mirar hacia otro lado.

-Mejor... Mejor me voy -dije abriendo la puerta, pero Dallas me frenó.

-No, quédate. Quiero hablar contigo -sus ojos marrones me recordaron al cabello de alguien... Pero no me acordaba ni del nombre.

-Podemos hacerlo más tarde, cuando estés... -miré su torso, y volví a mirarlo a los ojos, pero las palabras no me salían- vestido -logré decir.

Qué situación más bochornosa. Es la primera vez -que yo recuerde- que me pasa esto. ¿Desde cuándo me pongo tan nerviosa por ver unos abdominales?

* * *

-Te estás muriendo de sueño -dijo Dallas quitándome el bol de palomitas de las piernas-. Mañana tenemos nuestro primer examen, así que tenemos que dormir -añadió, y yo asentí de acuerdo con él.

-Buenas noches -contesté y antes de escuchar su respuesta, el sueño me tragó.

*

Me tiré en la cama, suspirando. Simon me copió y nuestros hombros se rozaron; el calor que desprendía su cuerpo llegaba al mío como si un cable nos conectara.

-Lo siento -él interrumpió el silencio, y justo cuando yo estaba por preguntarle el qué, él se incorporó levemente y apoyó su barbilla en mi clavícula-. Siento que me haya comportado como un cabrón y me fuese con la excusa de tu terquedad.

-Estabas resentido, no pasa nada -contesté, y extrañamente estaba libre de tensión.

-Sí que pasa. Y lo siento sobretodo ahora.

-¿Por qué lo dices? -mis ojos seguían mirando el techo, y ya llevaban un tiempo sin entrelazarse con los suyos.

-Porque Anna... -era la primera vez que lo escuchaba desde hacía casi un año. De reojo, vi que su rostro se contraía y cerraba los ojos, como arrepintiéndose. Pero no corrigió lo dicho.- Dios, Anna, no sabes cómo te deseo -susurró muy cerca de mi cuello, acariciándolo con su aliento.

-Yo también -admití, y no pude resistirme a darle un beso, al cual él respondió con un gruñido.

Giré mi cuerpo y me puse a horcajadas sobre él, tal y como lo había hecho hace un año en el instituto. Pero en aquellos tiempos no planeabamos hacer lo que ahora teníamos claro que haríamos.

Nuestras bocas solo se separaban para respirar y no morir en el intento. Si pudiésemos vivir sin aire, nuestros labios nunca se separarían. Estaríamos tan pegados como si nos untasen cola.

Y ahora lo estábamos recreando.

La sensación de compartir tu cuerpo con otra persona era semejante a la sensación que experimentas cuando vas a probar un alimento nuevo, exótico y que nunca te habías planteado saborear. Empiezas tomando un trocito pequeño, como si existiera la posibilidad de que estuviera envenenado o que supiera tan mal que lo escupieras. Pero te das cuenta de que es la gloria, y lo engulles entero, y cada vez que lo tienes delante, no puedes parar.

Playboy, Devuélveme La Ropa © [#1, #2 y #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora