Capítulo O6. Viejos arrugados y anclas tatuados.
— Mientes muy mal –respondió y como siempre, la sonrisa estúpida de «me has pillado» se asomó por las comisuras de mis labios, delatándome–. ¿En qué estabas pensando? –preguntó y yo fruncí el ceño.
¿Cómo me conocía tan bien?
Mirando sus ojos marrones me dí cuenta de que había una cosa extraña en el asunto.
— ¿Me estás siguiendo? –pregunté frunciendo aún más el ceño.
— ¿Siempre vas a contestarme con otra pregunta?
— ¿Siempre lo vas a hacer tú? –contraataqué, y él sonrió.
Su sonrisa era diferente a las de siempre, recuerdo que casi siempre que sonríe sus ojos se ponen oscuros, casi tristes, pero ahora están de un marrón muy clarito.
Eso me hizo pensar que a mí también me pasa eso. Casi nunca he sonreído verdaderamente, siempre me forcé a sonreír.
Me estaba poniendo melancólica. Demasiado melancólica.
Así que para evitarlo, cerré los ojos y los volví a abrir mientras respiraba profundamente.
— Llegamos tarde a clase –dijo sin dejar de sonreír, y eso hizo en cierta medida que me sonrojase, pero a decir verdad, yo no me sonrojo, yo sonrío como una tonta.
— No quiero que entren –dijo el profesor en cuanto abrimos la puerta, sin ni siquiera mirarnos.
— Sentimos la tardanza –contestó el Playboy, y elevé ambas cejas.
— No hay sitio, váyanse –respondió, y yo estaba a punto de tirarme encima de él y ahorcarlo.
¡Hay ocho personas sentadas y unos quince sitios libres! No tenemos los culos tan anchos, viejo arrugado.
El profesor se giró hacia mí y me fulminó con la mirada.
— Cariño, lo has dicho en voz alta –se burló Dallas en mi oído, y yo me tapé la boca.
Mis ojos empezaron a nublarse, ya estaba llorando de la risa como tonta.
En cuarto curso, un profesor me cabreó y le protesté en la cara, para después echarme a reír como una loca.
Es muy extraño, lo sé.
A medida que me reía, el pantalón se me metía más en el trasero y dolía, dolía a los mil demonios. Y mis propios pensamientos hacían que me riese más, así que el dolor aumentaba.
— ¡FUERA! –gritó rojo de la ira, pero yo seguía riendo.
Dallas meneó la cabeza intentando no reír como yo y me agarró por un brazo, arrastrándome y cerrando la puerta de un sonoro portazo.
— ¿A dónde me llevas? –pregunté cuando mi risa se calmó.
— No quiero otro castigo –contestó sin mirarme, su espalda estaba tensa y sus puños apretados.
A medida que caminaba, yo relentizaba mi paso, fijándome en algo extremadamente extraño.
Tenía un ancla tatuado entre su espalda y el cuello, ahí, en el medio de un desierto sin explicación alguna.
Y me acordé de que yo tenía un ancla tatuada en la parte baja de mi brazo, luchando por amarrarme a tierra y no desmoronarme.
Ahora mis ojos se nublaron, pero ahora eran lágrimas de dolor.
Tragué saliva y me limpié los ojos, soplando silenciosamente para relajarme. Los baños aparecieron en mi campo de visión, y sin pensármelo dos veces caminé hacia ellos sin avisar a Dallas.
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Playboy, Devuélveme La Ropa © [#1, #2 y #3]
Teen Fiction[Antes de que pienses que es un cliché, lee la sinopsis entera...] "-¡Playboy, devuélveme la ropa! -grité al borde de un colapso mental, y él rio entre dientes, al igual que los demás chicos. -Dame un beso -contestó poniendo morritos y acercándose p...