[29] Sonar a chino.

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Capítulo 29. Sonar a chino.

Arianna

–Quizás tengas razón –dijo Simon–. Puede que ya esté en Nueva York.

Sus palabras me desconcertaron. Hace apenas unos segundos lo vi salir del coche, arrodillarse y mirarme como si fuera una asesina... Ahora estaba sentado a mi lado, y el coche seguía moviéndose.

No había atropellado a nadie. Fue una alucinación.

Me llevé una mano al cuello y apretando los labios, decidí aparcar en el primer lugar libre que vi.

–Podemos... –me callé, tenía la garganta seca–. Podemos dar una vuelta a pie.

–Estás rara... ¿Qué te pasa? –dijo Simon en cuanto salimos del coche.

–¿Qué? –mascullé, ni siquiera había entendido la mitad de lo que había dicho–. Estoy bien, solo... Solo creo que hacía mucho calor en el coche –farfullé, y Simon asintió.

Vaya, había acertado con la respuesta. Porque la verdad era que no sabía ni cuál era la pregunta.

Angie

–¿Estás bien?

–¿Qué?

–Te he preguntado si estás bien –repitió Dallas, pero yo seguía sin entender nada.

–Déjame dormir –respondí cerrando los ojos.

–La médica dice que no deberías dormir tanto.

Sus palabras me hicieron abrir los ojos.

–Dallas, por Dios, solo tengo una heridita en la cabeza, ¿para qué me trajiste al hospital?

Él rodó los ojos y me tendió un libro, queriendo que lo leyese, y yo resoplé.

Arianna

–¿Quieres volver al piso? –preguntó Simon a los cinco minutos.

Habíamos estado en silencio, caminando a la par, sin tocarnos y siempre mirando a los lados. Él lo hacía porque de verdad quería encontrar a Connor, yo lo hacía para ocultar mi miedo. Mi miedo a tener otra alucinación... Delante de él.

Podía permitírmelo delante de Connor, Dallas, Angie... Sola... Pero no delante de Simon. Él no podía saber nada.

–Es mejor que sigamos buscando un poco más –respondí sin mirarle.

Él frenó en seco y se colocó delante de mí, impidiéndome el paso. –Anna, joder... –agarró mis manos y me miró a los ojos, y yo apretando los labios, bajé la mirada–. ¿Qué te pasa?

–Nada –contesté, pero noté que los ojos me picaban y sentí que en nada iba a empezar a llorar.

Solté las manos de Simon, me giré, y comencé a caminar de vuelta al coche.

Pero él no se rindió. Me dí cuenta de que me había alcanzado cuando puso su mano en mi hombro izquierdo y volvió a pararme.

–Puedes confiar en mí, Arianna –murmuró, y yo me estremecí–. Puedes contarme lo que sea.

–Quiero volver a Nueva York –dije. Fue lo primero que se me pasó por la cabeza. Lo miré fijamente y mis ganas de llorar diminuyeron.

Él entrecerró los ojos, intentando descubrir si mentía, y yo no aparté mi mirada de la suya. Tenía que creerme. Porque una excusa mejor no se me iba a ocurrir en menos de un minuto.

–Lo haremos –dijo al fin–. Pero... ¿Puedes esperar unos días más? Tienen que darme unos papeles para poder cambiarme de universidad.

Ahora era yo quien lo miraba entrecerrando los ojos.

Playboy, Devuélveme La Ropa © [#1, #2 y #3]Where stories live. Discover now