[O8] Hasta que la muerte nos separe.

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Capítulo O8. Hasta que la muerte nos separe.

-¿Cuándo vas a volver? -preguntó Simon, e hizo un mohín.

-Mañana, supongo. Tengo que hacer unas pruebas antes de empezar a trabajar -dije, aunque no era del todo verdad.

Los peces gordos querían saber si tomaba alguna droga para el tumor cerebral, y cómo no, tenía que pasarme medio día en un hospital para que me hiciesen todos los análisis. Y no podía decirle eso a Simon.

Él, a través de la pantalla del móvil, descubrió que estaba cavilando demasiado.

-Hey, ¿qué te pasa?

-Nada -dije, y me levanté-. Me dicen que tengo que irme -mentí, y corté la videollamada.

Aaron apareció en la puerta de la habitación y sonrió.

-¿Has dormido bien en mi cama? -preguntó, y se llevó una mano a la espalda, haciendo una mueca de dolor.

-No hacía falta que durmieses en el sofá -respondí tirando el móvil sobre el colchón y acercándome al espejo para hacerme una coleta-. No como a nadie.

Él rió. Su carcajada hizo que algo vibrase en mi cuerpo. No sabía lo qué.

-¿No tienes novio? -preguntó adentrándose en su propio paraíso.

Las luces estaban apagadas pero con el gran ventanal de la habitación la iluminación era la suficiente como para ver el destello de sus azules ojos.

Eran iguales que los de Simon y al mismo tiempo tan diferentes...

-Sí, se llama Simon. Está yendo a la universidad -contesté, y él apretó los labios-. Eso no significa que no pueda tener amigos -añadí, y el brillo de sus ojos me descolocó.

No era capaz de descifrar lo que estaba pensando.

-Eres muy independiente, ¿no?

-Sí, supongo que lo soy. ¿No te gustan las chicas autónomas? -pregunté con sorna.

-Me encantan.

Su respuesta me hizo girarme para que no viese la sonrisita que había esbozado.

-Voy a ducharme -dije acercándome a la puerta del baño. Noté que sonreía a mi lado.

-Iré preparando el desayuno.

Al salir de la ducha me dí cuenta de una cosa.

No había traído ropa.

Me sequé bien los pies y me calcé los tacones, el único calzado que había traído.

-¡Aaron! -grité cuando, tras rebuscar por todos los rincones de la habitación, no encontré ninguna ropa de él.

Apareció en muy poco tiempo, pero frenó de repente cuando me vio con una toalla muy corta tapando mi desnudo cuerpo.

-¿Dónde coño tienes ropa? -pregunté, y no sabía porqué, pero recordé a Dallas.

La escenita en el vestuario.

-Ven -dijo acercándose a mí y agarrando mi mano. Creí que me iba a mirar como si fuese la retrasada más fea del mundo, pero me equivoqué. Cuando le eché una ojeada y vi lo feliz que estaba a mi lado, preferí serlo.

Me llevó hacia otra habitación por un pasillo por el que casi resbalé tres veces por las gotitas de agua que se desprendían de mi cuerpo.

-Debes estar asqueado de lo tonta que soy -dije cuando me dio unos pantalones negros y una camisa blanca.

Playboy, Devuélveme La Ropa © [#1, #2 y #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora