[24] Lo peor de la cárcel es...

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CAPÍTULO 24 ~ Lo peor de la cárcel es...

Volví a abrir los ojos. Nada. No podía dormir.

Y es evidente, porque en una cama con el colchón hecho cartón, los muelles chirriando cada vez que me muevo un centímetro, un frío peor que el de un congelador, una peste enorme, y lo peor: las manos de Simon sobre mi vientre y poniéndome nerviosa con su aliento recorriendo mi cuello como agua fresca.

Sí, eso debe de ser lo peor.

De repente, Simon abrió su ojo izquierdo para mirarme, pero no apartó sus manos de mi vientre. Bajó la mirada a nuestras manos esposadas, mi izquierda con su derecha, pero sin llegar a rozarse.

—Esposas... Mmm... Viciosilla –masculló divertido, y yo abrí la boca y los ojos, impresionada por su repentina poca seriedad.

—¿Tienes alzheimer? –respondí elevando una ceja acusatoriamente, pero él no podía verme porque había cerrado los ojos.

—Deja de moverte –protestó ante mis "revoloteos", sin responder a mi pregunta–. Y duérmete.

—¿Cómo quieres que me duerma? -gruñí enfadada.

—Yo no me he dormido -contestó simplemente.

Oh Dios mío. Entonces sabe que estuve trazando círculos sobre su mano en un momento de debilidad.

—¿Cómo es que tenías la ventana abierta con el frío que hace? -pregunté al cabo de unos minutos.

—Escuché la alarma y miré por la ventana. Te oí maldecir y cagarte en todos, quise hablarte, pero la policía ya había llegado y no me escucharías. Así que bajé para evitar que te llevaran presa. Lo único que hice fue empeorar las cosas.

—¿Por qué lo dices? -pregunté apoyándome sobre un codo y mirándolo fijamente-. ¿Prefirirías seguir durmiendo en tu comodísima cama mientras yo me pudriría aquí hasta que llegasen tus padres?

—No seas cínica. Sabes que no es eso -contestó, pero seguía con los ojos cerrados.

—A ver, dime, ¿qué demonios es?

Abrió sus ojos y me miró divertido.

—Si no me identificaran como tu cómplice, podría haber pagado la fianza y todos felices.

—Maldito dinero -escupí por lo bajo.

—Anda, vamos a intentar dormir.

—No quiero -repliqué como una niña pequeña, pero él tiró de mí y me apretujó contra su pecho, inmovilizándome.

Sus caricias en mi pelo y la respiración calmada acabaron por consumirme.

El repiqueteo de unas llaves cayendo al suelo despertó parte de mí. El tintineo de unas monedas en un bolsillo acabaron por despertar la otra parte.

Abrí los ojos.

Todo seguía oscuro.

Agarré la mano de Simon y la saqué de encima de mí. Me senté en la cama sintiendo un enorme mareo inundar mi cuerpo y algo quemar mi muñeca. Las esposas.

—Simon –susurré golpeándolo levemente, y él gruñó, pero no se despertó–. Simon, Simon -mascullé muy bajito en su oído.

—¿Q -empezó a hablar alto, pero le tapé la boca.

—Hay alguien ahí. Ven a ver si vemos algo.

—Está oscuro... –gruñó–. Oh, es verdad: tú tienes visión nocturna –su sarcasmo me hizo rodar los ojos.

Playboy, Devuélveme La Ropa © [#1, #2 y #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora