[3O] Los Jones tienen razón.

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CAPÍTULO 30 ~ Los Jones tienen razón.

- ¿Estás bien? -lo miré enarcando una ceja, en plan ¿En serio?, y él se acercó a abrazarme-. ¿Qué querías decirle?

- Na-nada -mascullé con la voz entrecortada, pero no estaba llorando.

- Puedes decírmelo a mí, si quieres -ofreció llevándome al salón.

- Mi madre está viva -solté, pero no me arrepentí de haberle fallado a mi padre.

- ¿Qu-qué? -levanté la mirada al escuchar el tartamudeo de John.

Su rostro estaba pálido, y sus ojos se habían oscurecido.

- Mi padre me lo dijo hoy... Quiere que vaya a verla -agregué, y una sonrisa de desprecio se asomó por mis labios-. ¿Cómo es capaz de pedirme eso? Estaba... me estaba acostumbrando a vivir sin ella...

- Nunca se puede acostumbrar a vivir sin una madre, Anna -interrumpió John frunciendo los labios en un gesto de comprensión por mi desorientación.

- Pues yo sí que lo hice. Ahora no me dolía ver una foto de ella y mucho menos algo que me hiciera recordarla -contesté pensando en el ancla de Dallas, y cómo ésta me había hecho llorar hace tres meses.

Mi madre tenía uno tatuado bajo el brazo, algo que yo copié cuando murió.

Un día le pregunté qué significaba, y ella contestó algo que me hizo replantearme las cosas de la vida:

[ F L A S H B A C K ]

- Antes de que nacieras tú, viajé por todo el mundo -al ver mi expresión de asombro, sonrió-. Pero no por diversión.

- ¿Entonces por qué lo hacías?

- Por trabajo. Según el FBI, yo era una de las mejores agentes internacionales...

- ¿Y no lo eres ahora? -interrumpí torciendo la cabeza.

- Sí, Anna, pero nacionalmente. Al nacer tú, decidí encargarme de los asuntos internos del FBI... -se paró, como esperando a que preguntase algo, pero yo no volví a hablar y dejé que me contara la historia de su ancla-. Cuando hacía esos viajes, visité los lugares más peligrosos del planeta: los países de Oriente. Allí, casi me matan unas veinte veces... pero... pero tu padre tenía conocimientos de medicina y siempre me salvó. Un día, estaba ayudando a un niño cuya pelota se le escapó fuera campo donde jugaba... sus padres no le dejaban salir de allí. Yo, toda confiada, corrí a por su pelota... pero... pero aquel campo estaba repleto de minas. Una mina me rozó -gracias a mi rapidez no me mató-, y mis piernas estaban destruidas, con la sangre manando de ellas como si fuera un manantial. Aún por encima aquel lugar estaba a kilómetros de donde había médicos. Pensé que me moría allí... ¿sabes que dicen que cuando estás a punto de morir ves todo tu pasado? -preguntó, y yo asentí-. Pues yo no lo vi. Me imaginé cómo sería el futuro: con una hija y fuera de esos campos peligrosos. Sentí que algo despertaba en mí, como una energía nueva, un ancla al que amarrarme mientras no tuviese a nadie... Y ese ancla me salvó. Luché por seguir viva y quince minutos después, apareció un médico: de nuevo era tu padre. A mis piernas no les pasó nada, simplemente las minas tenían líquido rojo para dar la sensación de más muerte... Ahora no lo entiendes, pero lo entenderás. En realidad, no podía moverme por el shock, y mi cerebro me creó una fantasía en la que mis piernas estaban separadas de mí -torció los labios, queriendo callarse por la cara de horror que acababa de poner yo, ingenua como una santa-. Cuando... cuando tu padre no está presente, no lo noto: siempre lo tengo marcado en mi piel.

[ F I N F L A S H B A C K ]

- No la había olvidado del todo, pero sí que había olvidado el dolor que me había producido su muerte. No quiero volver a verla... Mi herida se abrá y si algún día "vuelve" a morir, yo no seré capaz de soportarlo.

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