[27] Poseídos.

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Capítulo 27. Poseídos.

Arianna

Tamborileé los dedos sobre la copa, y cada vez que chocaban mis uñas contra el cristal, se producía un sonido semejante al de una pequeña campana.

Estaba completamente atontada.

-¿Cómo has conseguido pagar este apartamento con la mierda de sueldo que debes de tener?

Simon se giró y sus ojos azules hicieron que mis dedos temblasen.

-Es una maldita caja de zapatos...

-En el centro de Londres -añadí elevando una ceja.

Él sonrió y sin tocarme, se apoyó en el brazo y en el cabezal del sofá y se inclinó hasta dejar un escaso espacio entre nosotros.

-¿Cuándo vas a decirme porqué Connor se marchó?

-¿Por qué no te centras en que por fin estamos los dos solos, sin el riesgo de que alguien nos moleste? -contesté, como solía hacer, con otra pregunta, y me atreví a alisarle una arruga del cuello de su camisa.

Pero cuando la arruga se disipó no retiré mi mano. Recorrí suavemente su pecho hasta llegar a los botones, y desabroché uno sin que él ni siquiera se moviese un milímetro.

Seguía sin tocarme, pero yo no me desesperé. Bajé la mano y la llevé a la copa, empezando de nuevo a tamborilear los dedos sobre ella.

Mis ojos no dejaban de observarlo. Él había bajado la mirada un poco, parándose justamente para tener una mejor vista de mi cuello. La copa empezaba a resbalarme de las manos pero no estaba dispuesta a soltarla.

-¿Sabes la cantidad de veces que pensé en esto? -masculló sin moverse.

-¿En qué? ¿En que aguantarías cinco minutos inmóvil apoyado sobre los dos brazos? -pregunté comenzando a jugar con él-. ¿Tu mierda de sueldo también te permite ir al gimnasio?

-Eres increíble -susurró rodando los ojos con diversión, y se incorporó. Pero no lo hizo solo.

Con una mano agarró mi copa y con la otra tiró de mí, haciendo que mi cuerpo se pegase al de él y que por la fuerza con la que me había levantado, cayésemos uno encima del otro sobre el segundo sofá.

-En esto pensé el doble de veces -dijo, y apartó un par de mechones de cabello que le impedían mirarme.

De reojo busqué una goma de pelo en la muñeca, y agradecí a mi madre por haberme obligado a traerla.

Sin pensarlo dos veces, miré a Simon distraídamente y me puse a horcajadas sobre sus muslos. Fue fugaz, pero no lo suficientemente rápido como para no verlo. Se había mordido los labios.

Con desparpajo me hice una coleta y al terminar, apoyé las manos en mis piernas. Miré a Simon fijamente, pero él ya no estaba: la lujuria lo había poseído.

-Connor se marchó porque yo te miraba así -dije, ahora era yo la que me inclinaba sobre él.

Pero no aguanté sin tocarlo tanto como él.

-Antes solía contener mi apetito mucho más tiempo de lo que lo hago ahora -susurró Simon en mi oído, y yo sonreí en su cuello.

-Yo también -respondí empezando a acariciarle y estando cada vez más cerca de sus labios.

-¿Puedes saciar mi hambre?

Simon

La falta de luz en la habitación no era equiparable con la soledad que sentía en aquel momento.

Playboy, Devuélveme La Ropa © [#1, #2 y #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora