[O2] Ojos (y labios) que hechizan.

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Capítulo O2. Ojos (y labios) que hechizan.

Angie

Connor me miró desafiante desde la otra punta del pasillo, y sin dudarlo, dejé de «hablar» con Dallas y me acerqué a él, dispuesta a dejarle las cosas claras.

-¿Qué coño te pasa? -pregunté.

-¿Qué coño haces en mi casa? -replicó, y yo puse los ojos en blanco.

-Tus padres y Dallas están de acuerdo en que me quede.

-Dallas está de acuerdo porque cree que así podrá follarte todas las noches y mis padres también lo están para consentirle el capricho.

Nada se me pasó por la cabeza. Simplemente fue un estímulo, el sentir que la ira nadaba en mi sangre, lo que hizo que levantase la mano y la estrellase en su mejilla.

-¿Así le hablabas a Anna? -pregunté, alimentando su cólera-. Porque si es así, no me extraña que te dejara de lado.

Justo cuando iba a responderme, apareció Dallas a mi lado y fue el que dio por terminada la discusión con tan solo su presencia.

-¿Qué carajos os pasa?

-Nada -respondimos Connor y yo al unísono. Nos dirigimos una última mirada y al instante los dos caminamos en direcciones contrarias.

Simon

Anna me miró, otra vez, por encima del libro que estaba leyendo, clavándome sus intensos ojos verdes.

Solté el bolígrafo que tenía en la mano y cerré la libreta, preparado para escuchar lo que tenía que decirme.

-Anna, no pienses que por estar en la universidad no voy a tener tiempo para ti -empecé a decir, y ella bajó un poco el libro para dejar que viese su expresión. Me miraba interesada en lo que le estaba diciendo-. Sé que pasé toda la mañana en la biblioteca, y que no comí con vosotros, y también sé que lo entiendes, pero no quiero estar cerca de ti y que parezcamos extraños.

Ella dobló la esquina superior de la página que estaba leyendo, y cerró el libro. Se inclinó y lo dejó en la mesa que tenía delante, para después volver a apoyarse en el respaldo del sofá y mirarme fijamente. Sus ojos, a través de los cristales de las gafas, irradiaban una inteligencia que muy pocas personas podían percibir.

-No quería molestarte -respondió gentilmente-. A mí -añadió- no me gusta que me incordien mientras estudio.

-¿Por qué es la primera vez que reconoces que estudias? -pregunté, curioso.

-Porque lo hago desde hace poco. Es... -se paró, buscando la palabra exacta para describirlo- raro.

-¿Desde cuándo?

-Desde que te marchaste -respondió, y aunque ella no lo dijese con malas intenciones, sus palabras se clavaron en mi estómago como afilados cuchillos.

Tuvo que haber examinado muy bien mi mirada, porque se dio cuenta de que me había dolido.

-Simon... -empezó a decir, y se estiró para alcanzar mi mano con la suya-. Tú me ayudaste a querer depender de mí misma, no puedes sentirte culpable. Yo dejé que te marcharas. Además, -agregó entrecerrando los ojos, como si se acabase de dar cuenta de algo- no éramos nada más que amigos, podías hacer lo que quisieras sin pensar en líos amorosos.

Playboy, Devuélveme La Ropa © [#1, #2 y #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora