[12] No la conozco.

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Capítulo 12. No la conozco.

" Somos humanos. Sentimos el dolor para aprender de él ".

-Ya está -dijo una voz interrumpiendo mis pensamientos. Me giré sacando los codos de las rodillas y vi a mi padre dejando una cámara pequeña en la mesa. No sabía de dónde la había sacado, pero no me importaba-. He encontrado un armario vacío y con uno o dos litros de sangre manchando el suelo. Guardó allí el cadáver y después lo tiró al río. Solo que no se esfumó como él creía -añadió sentándose a mi lado, y su voz se fue apagando a medida que yo restregaba una mano por las mejillas para limpiarme las lágrimas.

-Qué cruel -susurré empezando a respirar -forzosamente- calmada-. Yo no sería capaz de hacerle eso a Simon.

-¿Qué te pasa? -preguntó mi padre ignorando mi respuesta y pasando una mano por mi espalda. Yo respondí dejando que mi cabeza se apoyase en su hombro.

-Hice lo que tenía que hacer. Aunque no me gustase -dije poco después, cerrando los ojos por el cansancio.

Mi padre no siguió preguntando. Sabía que la curiosidad le estaba comiendo por dentro, pero decidió callarse. Y se lo agradecía.

-Voy a dormir -farfullé separándome de él y arrastrando los pies hasta llegar a mi habitación.

Cuando pude sentarme en la cama, mis ganas de llorar se desvanecieron, siendo substituidas por las ganas de estrellar algo contra la pared.

Le había fallado a Simon tres veces. Y no podía dejar de darle vueltas.

Simon (10 minutos antes)

-Toma -dije tendiendo el móvil al hombre que me lo había prestado-. Muchas gracias -añadí, y saqué mi cartera para darle algo del poco dinero que tenía.

Él levantó la mano y la movió negativamente mientras se levantaba para marcharse.

-No hace falta -respondió agarrando a su hija y dejando que saliera delante de él.

Crucé los brazos sobre la mesa y suspiré. El cansancio hizo que enterrase la cabeza entre ellos. Fue inevitable que mis ojos se dirigieran al reloj que tenía en la muñeca, y que me demostraba que mis padres solo tenían tres horas para reunir el dinero.

«Joder. ¿Por qué tuve que pedírselo? ¿Por qué a ella?» -pensé recordando a Madeleine, con sus ojos verdes brillando a medida que le suplicaba por dinero para pagar el alquiler de mi apartamento.

Ojos verdes. Eso me recordó a Anna. Seguro que ella no habría hecho lo que yo hice. Es insensata, pero solo cuando sabe que puede remediarlo. Y yo hice muchas gilipolleces sabiendo que me costaría mucho arreglarlo.

Cuando sentí la presencia de alguien, supe que había estado susurrando el nombre de Anna intentando teletransportarme de nuevo a Manhattan, aunque eso era imposible.

-Deberías llamarla -dijo Jesse sentándose enfrente de mí.

-¿Para qué? Ella no quiere saber nada de mí -respondí aún con la cabeza entre los brazos.

-Pudo haber cambiado de opinión. Todos lo hacemos.

-Estamos hablando de Arianna Edwards. Es impredecible. Tanto puede estar deseando verme como deseando matarme con una goma de pelo -al decir eso, Jesse carcajeó.

-Estás haciendo que empiece a enamorarme de esa tía -masculló poco después, y yo levanté la cabeza para mirarlo-. Mira Jones, puede que esté deseando matarte, pero siempre hay posibilidades de que no sea así. Llámala y compruébalo.

Playboy, Devuélveme La Ropa © [#1, #2 y #3]Where stories live. Discover now