Capítulo 3: Dura mañana

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El despertador sonó y fue atronador para los oídos de Dulce. Se había acostado a las cuatro de la mañana y solo había dormido tres miserables horas.

Sentía el cuerpo pesado y le dolían todas las partes en las cuales habían aparecido moretones y rasguños.

Ayer en la noche había pasado al menos media hora limpiándose sus heridas. Tenía en la rodilla, la palma derecha y la mejilla, la cual era la peor.
Además de múltiples moretones en la cadera, hombro, rodilla y hasta en su brazo.

Se levantó con pesadez y camino hacia el baño donde se dio una ducha reponedora.

En realidad sus clases empezaban a las diez, pero siempre se juntaba con sus amigos para repasar la materia antes de clases o jugar tenis antes de que llegara el tumulto de gente a hacer deporte.

Ahora lo haría para tomar todas las tazas de café que fueran humanamente posibles para pasar el día sin problema.
De repente la cama se vio muy tentadora para ella ¿Y si se quedaba acurrucada solo cinco minutos más? Una muy buena idea para dejarla de lado.

Se hizo un ovillo con la toalla todavía puesta y cerró los ojos.

Abrió los ojos asustada, miró el reloj con ojos rápidos ¡9:25!

Mierda.

Iba a llegar tarde.

Se vistió lo más rápido posible y se hizo un tomate rápido antes de salir de su habitación. Se maquillaría en el auto para no perder más tiempo. Paso por la cocina para buscar que llevarse de desayuno.

Luciano estaba sentado en la mesa comiendo cereales con una tranquilidad envidiada.

-¿No que ya debías estar en tu universidad?- preguntó con el ceño fruncido.

-Me quedé dormida- dijo buscando en el refrigerador un yogurt.

Su hermano hizo una exclamación exagerada -La señorita puntualidad se ha quedado dormida-.

Dulce lo fulminó con la mirada -Fue tu culpa-.

Luciano rió -¿Quieres que te lleve? Así compenso mi culpa. Tú conduces muy lento y llegarás el doble de rápido conmigo-.

-¿Es solo porque te quieres llevar mi auto verdad?- se apoyó en la mesa y guardo las cosas en su bolso.

-Mi bestia es más lenta que el tuyo, si quieres llegar temprano necesito ir a dejarte con el tuyo- se encogió de hombros.

El auto de Luciano era un Wolkswagen de los 70. Un típico escarabajo que a él le encantaba hasta cuando hablaban de velocidad.

-¿Me irías a buscar de vuelta?- lo apuntó con un dedo.

-Claro- le guiñó el ojo.

En menos de cinco minutos estaban ambos montados en el auto camino a la universidad de Dulce, un Kia gris.

9:45 marcaba el reloj.

-Tu rasmillón esta mucho peor que ayer- comentó Luciano.

-Lo sé- dijo abriendo el espejo de arriba.

Hora de hacer magia y borrar las pocas horas de sueño que había tenido.





-¡Mira!- gritó Luciano parando el auto de la nada.

Dulce se metió el rímel al ojo -¡Au! Idiota -dijo tocándose el ojo. Genial, se había arruinado todo su maquillaje y sentía como le lagrimaba el ojo derecho- ¡Nos podían haber chocado!-.

-¿Es ese Toph?- preguntó no dando lugar en la conversación a los alegatos de su hermana.

Dulce miró a la dirección en la que apuntaba con el ojo bueno. Era una cafetería, un par de veces había tomado un café por ahí. Pero hace mucho que no iba. Trató de identificar a cada cliente con la mirada, pero no lo encontró hasta que vio a los meseros. Christopher estaba sirviendo café en las mesitas de afuera vestido completamente de negro.

-Si, si es él- le respondió mirándolo fijamente.

Y como si el la estuviera escuchando levantó su cabeza mirando hacia el auto.

Dulce sin querer desvió la mirada pero luego de reprenderse de su cobardía comenzó a analizarlo. Se veía menos intrigante de día, pero mucho más guapo, definitivamente no era el estereotipo que Dulce pensaba que estuviera pintando las calles. No se había dado cuenta de sus hermosos ojos cafés y de la profundidad de sus facciones.

Luciano le tocó la bocina en modo de saludo, pero el no hizo ningún saludo. Solo hizo un gesto con su dedo índice tocandose por debajo del ojo derecho.

Dulce instintivamente se tocó el ojo, el señalaba a su estropeado intento de maquillaje. Al darse cuenta de lo que ella había hecho, lanzó una media sonrisa burlona.

Con el ego golpeado nuevamente recordó el rasmillón de ayer.

-Idiota- susurró Dulce tapándose el ojo y quedándose de perfil.

Con su perspectiva sintió como Christopher reía ¡Lanzando una sonrisa con todos sus dientes! Y seguramente hubiera pensado "Que sonrisa más hermosa" si no hubieron sido porque se estaba burlando de ella.

Se dio vuelta y lo único que pudo hacer en ese momento fue sacarle la lengua en modo de pesada ¡Pero el se siguió riendo! Maldito idiota. Luciano en ese momento avanzó el auto, sin que Dulce pudiera seguir con la infantil pelea.

-Creo que no es muy hablador- comentó Luciano.

Pero Dulce no lo escuchaba. Ella se quedó viendo a Christopher hasta cuando ya habían avanzado bastante y no quiso dar vuelta la cabeza para ser demasiado obvia.

-El que no habla en acciones se esconde- dijo cruzándose de brazos. Porque podía no hablar, pero la molestaba más que con cincuenta palabras...

Una rabia se empoderó de ella, odiaba quedar en ridículo y sobretodo frente a gente como Christopher.

Miró a su hermano -Me debes una buena tocada de maquillaje-.

Luciano la miró de vuelta y estalló de la risa -Te ves horrible hermanita- se burló.

Dulce le pegó.

Se sacó el rímel con toallas desmaquillantes que traía en el neceser de pinturas y tuvo que hacer todo su proceso nuevamente.



Llegó a la facultad a las 10:05 y salió corriendo hacia la sala.

-¡Qué te vaya bien hermanita!- se despidió Luciano mientras la veía saltar para tratar de llegar lo antes posible a clase.

Y justo que su sala era la más alejada de la facultad. Que oportuno.

10:08

Llegó con el tomate desarmado. Abrió la puerta y el profesor no paró la clase, vamos, en la universidad nunca la hacían, pero este no pudo evitar, junto con todos sus alumnos el quedarse mirándola por un momento. En total silencio.

Tratando de mantener la compostura, como siempre, se fue a su puesto, al centro de la primera fila ¿Es que nunca había pensado en eso en el caso de llegar tarde?

Claro que no, porque Dulce Espinosa nunca llegaba tarde.

Se sentó en su pupitre y el profesor, saliendo de su silencio, comenzó a dar la clase de nuevo.

Irina, su amiga de universidad y compañera de un par de clases no la dejo de mirar y sin decir nada, le pasó un espejo de almeja.

Sabía que le preguntaba por su rasmillón, pero igual se quería ver. Necesitaba saber en qué condiciones estaba ¡Genial! Además del rasmillón gigante tenía el pelo hecho un desorden luego de esa corrida express.

-Luego te explicó- le susurró a Irina y trató de concentrarse en la clase.

Aunque poco pudo, el sueño y los pensamientos acerca de lo que había pasado en la mañana y en la noche hicieron que poco se concentrara.

Al final de la clase casi no había escrito nada acerca de las últimas materias.

Que manera de empezar el día. Y todo por culpa de una persona que apenas conocía; Christopher.

¡No corras sin mí! (Street Art) [EDITANDO]Where stories live. Discover now