Especial: *Nueva amiga*

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La pequeña miraba por la ventana, lejos, hasta el bosque, ese bosque que estaba pasando la plaza central del pequeño pero modesto lugar donde vivía.

Ella sabía que no podía salir hasta que vinieran su tía y sus primos, pero de verdad deseaba salir a jugar. Su papá aún no llegaba, y por mucho que su mamá quisiera, no podía dejarla salir sin la autorización de su padre, y ella lo sabía.

Así que cuando escucho la voz de su padre al entrar a la casa, corrió a recibirlo.

—¡¡Papi!! —gritó alegre la pequeña mientras corría para lanzarse a los brazos de su padre, quien la atrapó en el aire cuando ésta saltó.
—Mi hermosa princesita —dijo abrazándola y dándole vueltas en el aire.
—Hola Cariño —dijo su mamá saliendo de la cocina mientras con un trapito limpiaba sus manos llenas de harina. Su papá se acercó a su mamá y le besó los labios.
—Hola Amor

—Papi, ¿Puedo salir a jugar? Solo un ratito —pidió la pequeña con su mejor puchero.
—Tu tía debe estar por llegar cielo, ¿Por qué no la esperas?
—Por favor —rogó la pequeña— será solo un momento.

Su padre suspiró rendido, la pequeña ronrió emocionada, eso significaba que iba a ceder, entonces se escuchó el timbre y seguido de este tres niños gritaron.

—¡¡Enana ya llegamos!!

La pequeña corrió a la puerta, le encantaba jugar con sus primos, ellos siempre le alegraban el día con sus raras teorías, cuando la pequeña abrió la puerta, la primera en recibirla fue su tía, quien la llenó de besos en sus regordetas mejillas.

—Mamá déjala —dijo el más pequeño de los niños, frunciendo los labios.
—Buy bien pequeños vallan a jugar un rato, en cuento se ponga el sol los quiero de vuelta, debemos irnos con los primeros rayos de luna.
—Si mamá respondieron los dos más pequeños —el mayor decidió quedarse dentro de la casa con su madre.

Los tres pequeños salieron a jugar, se correteaban atrapándose los unos a los otros, la pequeña vió a varios niños que sabía eran sus vecinos, pero que a la mayoría no les hablaba, corrió un poco más lejos de sus primos, buscando esconderse, sabía que no debía alejarse demasiado, pero instintivamente sus pies la llevaron a una de las plazas menores.

Ella caminaba por el callejón que comunicaba a ambas plazas, de cierta forma oculta en las sombras, pues no quería ser descubierta, ella era inteligente, y sabía que siempre, cerca del ocaso, si corría con la suerte suficiente y su padre le daba permiso de salir un ratito, podía verlo. Se acercó al borde del callejón, y echó una mirada a la plaza, había muchos niños jugando, pero ella solo reparó en uno.

Justo del otro lado de la plaza, sentado en una de las bancas, estaba un niño con el cabello tan dorado como el mismo sol, él seguía intentando arreglar el mismo artefacto que la niña le había visto hacía dos días. A ella le gustaba verlo trabajar, le daba curiosidad.

Entonces la pequeña vió a otra niña acercarse a él, ella era de tez blanca, ojos azules penetrantes y cabello negro escabeche, el cuál le caía en bucles por detrás de la espalda.

—Él te gusta ¿Cierto? —la pequeña brincó sobresaltada ante el susurro de su primo.
—Terry —le susurró medio gritando con las manos en jarras.
—Tranquila, sé que te gusta, pero no diré nada —él le sonrió a su prima, esta le devolvió la sonrisa.
—Bien. Para que confíes en mí... te diré quien le gusta a Cupp.
—¿Lo sabes? —preguntó la pequeña asombrada.
—Al menos lo presiento —le dijo el niño— por cómo la mira.
—¿Quiés es? —la pequeña intentaba adivinarlo desde tiempo atrás.

—Ella —dijo el pequeño señalando a una niña de cabello caoba y labios carnosos— no sé su nombre, pero Cupp siempre la ve bonito.
—Es muy bonita —le sonrió la niña, me gusta para Cupp.
—A mi también.

—Y... ¿Yo? —preguntó tímida la pequeña.
—Tu... ¿Tú que? —preguntó confundido el niño.
—¿Yo me vería bien con él? —dijo la pequeña señalando con la cabeza al niño de cabellos dorados.
—Pues... no lo sé enana. Jamás lo había pensado.

—Terry, te habla mamá —dijo Cupp jadeando— yo vigilo a la enana.
—No necesito que me vigilen Cupp —dijo la niña cruzandose de brazos.

Cuando el niño hubo asistido con su madre, dejando solos a los más pequeños, éstos se sentaron ocultos en las sombras.

—Poli te gana terreno enana —le dijo el niño en burla.
—Cupp... no digas eso
—Bien, bien ....  pero debes saber que no lo veo contigo... no se, siento que no es tu tipo enana.
—¿Y según tú, quien es mi tipo? —le preguntó la niña.
—No lo sé —dijo alzando los hombros— lo sabré cuando lo vea, por ahora, tú eres mi prima pequeña y alejaré a todo aquel que no sea digno de tí.

Esto lo dijo abrazando a su prima, y ella le sonrió, la pequeña realmente amaba a sus primos, siempre eran muy lindos con ella, y la cuidaban, eso le gustaba. Entonces cometió el error de mirar de nuevo hacia el chico de cabellos dorados, y definitivamente no le gustó lo que vió.

La chica de cabello escabeche se había sentado junto a él, y le besaba la mejilla, de forma que el niño se sonrojaba espantosamente. Entonces el niño la miró y le dió un inocente beso en los labios.

La sonrisa de la pequela se había borrado, y salió corriendo de ahí, sin importarle haber dejado a Cupp ahí, solo corrió con las lágrimas callendo por sus bellos ojos y empapando sus enormes pestañas.

—Te lo dije, no quieras ni esperes lo que no es para tí —le dijo una voz en su cabeza.

Ella solo lloró más, no se dió cuenta por dónde iba, ni qué tan lejos estaba de casa, sino hasta que escuchó esa voz fuerte y claro.

—Eres una estúpida, inservible, no sabes hacer nada —la pequeña miró y entre lágrimas pudo ver cómo la madre golpeaba a la pequeña y le pegaba una bofetada, logrando tirar a la niña, que, pensó la pequeña, no debía ser mucho mayor que ella— No quiero verte en mi casa, ve a buscar dónde te quedas, porque a mi casa no regresas mocosa.

Esa voz siempre hacía temblar a la niña de pies a cabeza, y aún así, cuando consideró que la señora debía estar lejos, fue a ayudar a la niña que aún no se levantaba.

—¿Estás bien? —le preguntó.
—Apestas —dijo la niña arrugando la cara.
—Eso no es muy amable para quien quiere ayudarte —dijo la pequeña muy seria y algo molesta por la actitud de la niña.
—Lo siento —dijo la niña agachando la mirada— no creo que se suponga que podemos ser amigas.
—¿Y por qué no?
—Bueno... tú no eres de por aquí —dijo la niña mirando alrededor. Fué cuando la pequeña finalmente reparó en que realmente estaba lejos de casa.

—Y tú no tienes a dónde ir —dijo finalmente.
—Buen punto —aceptó la niña.
—¿Por qué no vienes a mi casa? no creo que a mi papá le moleste que te quedes al menos esta noche.

—¿Lo dices enserio?
—Si... papá siempre deja que mis amigos se queden un rato.
—Pero no somos amigas —le dijo la otra niña.
—Eso se soluciona fácil —dijo la pequeña, luego agregó extendiéndole la mano— Soy Lyra.
—Puedes llamarme Enny —dijo la niña, estrechando la mano de Lyra.

—Muy bien Enny, levántate —dijo Lyra haciendo fuerza para ayudarle a Enny a levantarse— ¿Sabes cómo salir de aquí?
—Si... pero no conozco mucho de fuera.
—No te preocupes, solo llevame a la parte bonita, de ahí yo me encargo.

—No creo que debamos ser amigas —dijo Enny mientras caminaban.
—¿Quien lo dice?
—A mi mamá no va a gustarle —dijo Enny haciendo una mueca.
—Bueno... a mi mamá no es que le importen mis amistades realmente.
—Creo que podemos mantenerlo en secreto, así mi mamá tampoco lo sabrá.
—Trato —dijo Lyra.

—Enana —dijeron sus primos cuando la vieron.
—Me espantaste —le dijo Cupp.
—No te encontrabamos y tubimos que decirle a mamá —admitió Terry.
—Hice una nueva amiga —les dijo señalando a Enny. Ellos se sorprendieron, y se miraron entre ellos, pero no dijeron nada, solo le sonrieron a su prima pequeña.

—Será mejor que entremos, o mamá va a matarnos —dijo Terry.
—Solo por esta vez, estoy de acuerdo contigo hermano —añadió Cupp.

Entonces los cuatro pequeños, entraron a la casa, de cierta forma... ya listos para su reprimenda.

El Secreto del Olimpo |CRUDET 1|Where stories live. Discover now