CAPÍTULO 4: Pese a la oscuridad (Parte 1)

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Se lo quedó mirando un momento, retándolo con la mirada a que repitiera su pregunta, a que confirmara su requerimiento una segunda vez para que quedara claro que no les habían engañado sus oídos ni se trataba de alguna clase de broma de mal gusto, a pesar de que, a todas luces, lo pareciera. Estaban ya todos preparados, el camino que debían seguir recorriendo aquel día los reclamaba a medida que el sol se alzaba por levante, implacable. Los demás esperaban estoicamente a que se resolviera ese brevísimo punto muerto en el que aquella pregunta flotó en el ambiente sin que ninguno de los dos la respondiera, probablemente, porque ninguno se la había tomado en serio. Pero no se desdijo, no se corrigió, no remató el incómodo momento de confusión que había provocado con ninguna gracia o comentario poco oportuno, en su lugar, se limitó a guardar silencio durante aquel fugaz instante de vacilación, a la espera de una respuesta. Keuck, evidentemente desubicado, pero negándose a demostrarlo de una manera excesiva, le dedicó una ojeada a ella, aunque no llegó a preguntarle opinión de ninguna clase. Lo cierto era que Katherine no estaría segura de qué consejo darle, dadas las circunstancias. Pasado el momento que fue necesario para asumir la pregunta como cierta, plantearse sus implicaciones y decidir su respuesta, Keuck le contestó a su hermano, no sin un reducto de extrañeza en su tono.

- Por supuesto – llegados a aquel punto, Katherine no sabía si considerar inesperada su contestación, sea como fuere, a Roland no dio la impresión de sorprenderle un ápice.

No tenía ni idea de qué rondaría la cabeza de su hermano en esos momentos, sin embargo, a la vista de sus antecedentes, había dejado de esperar un buen comportamiento por su parte. No había pasado demasiado tiempo desde que salieron de Almont, dejaron atrás Nargis y, entonces, ya habían hecho noche en Matakeck. Katherine era consciente de que apenas habían cubierto una pequeña fracción del viaje, que todavía faltaba incluso para llegar a la mitad del camino y que, tal vez, debería esperar un poco para poder ser testigo de un cambio en la actitud de su hermano, pero dudaba mucho que tal cambio fuese a ocurrir, mucho menos entonces. A pesar de que le dijo expresamente lo contrario antes de partir, Roland no se había dignado ni a fingir un mínimo de diplomacia en lo que llevaban de camino. Cierto era que había guardado las formas hasta Nargis, pero esa había sido su única concesión hasta el momento. En honor a la prudencia, Katherine había optado por mantener a Keuck tan lejos de su hermano durante tanto tiempo como le fuera posible, pero resultaba imposible tenerlos separados todo el rato, siempre terminaban por cruzarse en algún momento y, aunque ella se esforzaba en que esos encuentros fuesen breves e inofensivos, la realidad era que seguían sin tragar el uno con el otro y que a Roland le gustaba subrayar el detalle cada vez que se le brindaba la más mínima oportunidad. Resultaba muy frustrante y lo peor de todo era que Katherine ya no tenía claro si el comportamiento de su hermano era una simple reiteración del que ya había protagonizado con anterioridad o si tenía una justificación que ella desconocía. Los últimos días, no había podido sacarse de la cabeza ese mensaje que Roland recibió en Nargis. Katherine todavía no estaba al tanto del contenido de la misiva, su hermano no había encontrado el momento para contárselo porque, como ya había demostrado, no quería que Keuck se enterara de esa información y, últimamente, ella siempre estaba con Keuck. No podía saber hasta qué punto era relevante el mensaje, suponía que no lo bastante como para afectar a sus planes de viaje, pero sí lo suficiente como para que Roland no estuviese dispuesto a compartirlo con Keuck, y se temía que eso no le daba ninguna pista real respecto a su contenido. También podía ser que el mensaje fuese algo irrelevante y su hermano tan solo hubiese pretendido molestar a Keuck excluyéndolo abiertamente. Mirándolo con perspectiva, eso se antojaba como lo más probable. En cualquier caso, dejando a un lado aquel asunto, la evidencia era que la sugerencia que tan inocentemente acababa de plantear Roland debía de tener alguna motivación oculta. A su hermano no podía apetecerle, simplemente, hacer ese tramo del camino en compañía de Allan Keuck, eso no tendría ningún sentido. Tramaba algo y se temía que no podía esperar nada bueno de él.

La Gracia del Cielo I. Los Hijos del PoderWhere stories live. Discover now