CAPÍTULO 21: Con un golpe de autoridad (Parte 2)

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La gran sala estaba bañada por la clara luz del mediodía. Los rayos de sol se colaban por las ventanas laterales y, sobre todo, por el tragaluz que se ubicaba en el centro de la cúpula que los cobijaba y que otorgaba a la estancia el aire grave y elevado que era inseparable de los lugares donde se tomaban las grandes decisiones. Aunque, estrictamente hablando, en esa ocasión, no estaban allí para decidir nada, sino, más bien, para intercambiar ideas.

En ese sentido, no debería estar tan inquieto, había estado en aquella sala infinidad de veces, sabía reconocer cuándo una asamblea no estaba llamada a traducirse en ninguna acción concreta, sin embargo, no podía desprenderse de su nerviosismo, al fin y al cabo, aquella era la primera vez que acudía a la torre ostentando el cargo de Domago.

Él sabía que su ascensión a la sede no se debía a una cuestión de valía personal ni a ninguna elección del resto Noscem, no estaba allí porque fuese el más idóneo para el cargo, su recientemente adquirida posición era producto del sistema de turnos que los había regido desde hacía generaciones. También sabía que ser Domago no le daba un poder mayor que el que tenía cualquiera de los otros Noscem, su figura era, sobre todo lo demás, un símbolo, una representación de la autoridad del Círculo que podría personarse en cualquier circunstancia en la que fuese procedente, y, por descontado, una voz que manifestaría sus determinaciones llegados al caso. 

A efectos prácticos, salvo para ejercer de portavoz, no parecía probable que fuese a haber un cambio significativo en sus funciones. Pero saber todo eso no contribuía a aplacar su inquietud.

Puede que fuese un mero formalismo, sin embargo, seguía siendo el Domago, el servidor del árbol y el guardián de los antiguos preceptos. Aquel que ostentaba el báculo. Sus ojos regresaron inconscientemente al artefacto que reposaba en el centro de la asamblea, sobre un soporte que mantenía el orbe de su extremo en alto, brillante con la claridad diurna, pues habían pasado siglos desde la última vez que alguien lo vio refulgir. Hasta hacía muy poco, todos habían tenido la certeza de que tendrían que esperar todavía mucho más antes de regresar a lo que fueron.

Pero, entonces, habían dejado de estar tan seguros.

- ... asumiendo que abandonaron la ciudad juntos – el Noscem Faver concluyó su relato – No han podido confirmar esto último, pero parece la opción más probable.

Los otros doce componentes del Círculo de Herveria, la que antaño se había considerado la capital de sus capitales, mostraron diferentes grados de conformidad con lo dicho. Freono, el más joven de la reunión y, desde hacía tres días, el Domago de la ciudad, efectuó también un cabeceo, dubitativo con respecto al rumbo que tomaría la conversación a continuación.

- La información que nos ha llegado desde Henmark respalda esa teoría – apuntó Leosco desde su asiento, a la izquierda de Freono – Ese humano no habría podido salir de la torre solo, lo más seguro es que uno de los nuestros le ayudara – agregó.

Leosco había sido su predecesor en el cargo de Domago y, puesto que esa era la primera asamblea en la que se había hecho efectivo el trasvase de poderes, era natural que no hubiesen renunciado a la dinámica habitual. Freono no estaba seguro de si debería decir algo.

- Ethel – puntualizó Faver, de acuerdo con el argumento que había expuesto – Puesto que llegaron juntos a la ciudad, no es descabellado asumir que se marcharan juntos.

Aunque, efectivamente, no fuese descabellado, la verdad era que a Freono se le hacía un poco complicado entender el porqué de esa decisión. Él no había visto nunca un humano, el Aislamiento no lo habría permitido y él no osaría quebrantarlo, pero, en base a lo que se contaba de ellos, no estaba seguro de que ofrecieran un aspecto especialmente amistoso.

La Gracia del Cielo I. Los Hijos del PoderWhere stories live. Discover now