CAPÍTULO 16: Un punto de encuentro (Parte 1)

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Las luces del alba empezaban a despuntar por encima de la línea de árboles que impedía ver el horizonte. Frunció el ceño y se detuvo, prestando atención al ruido. El movimiento en el pueblo que acababan de dejar atrás había empezado antes de que el día comenzara. El característico olor a humo de chimenea ya se apreciaba flotando en el ambiente y los sonidos propios de los labriegos y sus rebaños se iban adueñando de los prados poco a poco, a medida que empezaba la jornada, no obstante, no era eso lo que le llamaba la atención. Dedicó un vistazo al que se había convertido en su compañero de vigilancia.

- Ahí está otra vez – le señaló, pese a que el ruido era tan evidente que no habría necesitado que nadie lo evidenciara.

El otro bostezó, poco afectado por el comentario o por el sonido en cuestión.

- Sí – le dio la razón con un gesto desinteresado – Pero no nos incumbe.

Derek movió la cabeza, sin darle la razón, pero con pocos argumentos para discutir su apreciación. No conocía demasiado al soldado con quien llevaba patrullando buena parte de la noche y, previsiblemente, seguiría deambulando el resto del día que acababan de ver amanecer. Las presentaciones habían sido escuetas y la charla que habían llegado a mantener muy superficial, insuficientes para poder decir que sabía algo de él más allá de su nombre, Guillaume Lazou, y que llevaba más tiempo que él en el cuerpo. Aunque el detalle era decir poco. De todos modos, dadas las circunstancias, Derek tampoco había sabido dar mucha conversación.

Se detuvo un momento y echó un vistazo en redondo, oteando el panorama que estaba al alcance de su vista desde su posición, que se prestaba a esa clase de observación. La villa de Karlien se ubicaba en el centro de unas colinas de extensión considerable, verdeadas por la hierba y el sotobosque, enmarcadas por el bosque Tilar por casi todo su perímetro. Se trataba de un pueblo próspero, de mayores dimensiones que los que él estaba acostumbrado, pero que empequeñecía en comparación con la capital o con la ciudad de Morat, por la que habían pasado en su camino hasta allí. No tenía muralla, ni ninguna edificación que destacara sobre las demás: solo casas y comercios puestos unos junto a otros y algunas vallas y muretes bajos que delimitaban las propiedades de los lugareños o los senderos de la localidad. Le recordaba un poco a las estribaciones, aunque las montañas quedaban lejos de aquel lugar.

Un rebaño de ovejas estaba saliendo a pastar. Un par de perros ayudaban a los pastores con la tarea de dirigirlo donde querían. Ladraban.

- Esto es lo que me molesta de los novatos – suspiró Guillaume con ligereza. Derek lo miró, pero el otro había seguido caminando sin él – O no hacen nada a derechas o se lo toman todo demasiado en serio – agregó, echándole una ojeada por encima del hombro – Ahí no hay nada para nosotros, Oderne. No te pares.

Derek, viéndose obligado a aceptar esa premisa, ante el riesgo de que lo dejara atrás, le hizo caso y aceleró el paso para volver a situarse a su altura.

- Ayer también sonó – comentó en cuanto se hubo reunido con él. Guillaume soltó una risita – A la misma hora.

- Ya – desdeñó, sin darle importancia al detalle – Serán los perros.

Esa explicación se antojaba como muy conveniente. Su grupo había llegado a Karlien hacía tres días, había establecido su campamento muy cerca del pueblo, en su flanco sur, y, casi de inmediato, había establecido patrullas y puestos de vigilancia en toda la ruta que cubría el trayecto desde Morat hasta la campiña. Tenía entendido que el comandante Frojer había estado a cargo de todo el despliegue, muchos habían hecho comentarios de diverso contenido con respecto a que el puesto de mando principal, en realidad, se había ubicado en Morat. Decían que el príncipe seguía allí porque el verdadero objetivo de todos los preparativos que estaban haciendo era defenderse o atacar a los gromteses, aunque los había que especulaban sobre otras razones que habían podido retenerlo en la ciudad y que nada tenían que ver ni con los gromteses ni con los esclavistas. No tenía claro si algo de lo que se contaba era verdad, en cualquier caso, tampoco le importaba.

La Gracia del Cielo I. Los Hijos del PoderWhere stories live. Discover now