CAPÍTULO 13: El primer paso (Parte 5)

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Más deprisa, más deprisa, no iban lo bastante rápido, ¡condenada lluvia! Se inclinó más sobre el cuello de su montura, pero el hecho no contribuyó a aumentar su velocidad de modo apreciable. Maldita sea. Un trueno bramó en el aire, acompañado del destello fugaz de un relámpago. La muralla estaba ahí, a tiro de piedra, sin embargo tenía la sensación de que no llegarían a tiempo. A despecho de sus esfuerzos, la horda avanzaba muy deprisa y la puerta seguía abierta. Sabía que no había nadie para cerrarla, todo el que había sido capaz de sostener una lanza había sido enviado a la cara norte de la ciudad, bien a las colinas, bien a la retaguardia de aquel frente que, en un primer momento, iba a ser el único del que tendrían que preocuparse. Pero entonces todo se había torcido de la peor manera posible, los habían sorprendido cuando no estaban preparados.

Vamos a llegar, formuló Sindra en un intento por tranquilizarlo, aleteando más deprisa para vencer la resistencia que la incesante tormenta ofrecía a su vuelo y ganar velocidad. Los gritos que ascendían desde el valle apenas le dejaban oír sus palabras con claridad, pues hacían complicado atender a los propios pensamientos. Eran demasiados o, quizás, ellos eran demasiado pocos, pero no podían pararse a ayudar allí. Esa puerta debía cerrarse enseguida.

La expectativa de fracasar en la tarea que se había impuesto Goraan lo repelía tanto como las implicaciones que se desprendían del éxito de tan simple operación. Aquella puerta era el único acceso a la ciudad desde ese valle, si la cerraban, ninguno de los soldados de infantería que había allí tendría adonde retirarse, ni tampoco los buteri que no estuviesen en condiciones de volar o los jinetes que se hubiesen quedado sin montura. Aunque, haciendo honor a la verdad, en medio de semejante carnicería, no tenía la seguridad de que quedasen muchos en tan tristes circunstancias. El vínculo causaba comportamientos extraños cuando se cortaba de un modo abrupto, pero no era el momento para darle vueltas a aquello: tenían que llegar a esa puerta.

La horda almaoscura que los había atacado desde el bosquecillo que había estado sirviéndoles de escondite, era más numerosa que el pelotón que se había reunido en el valle. El factor sorpresa había provocado que tomaran impulso y, aunque entonces los suyos estuviesen intentando componer líneas de defensa para frenarlos, la diferencia numérica sumada a ese primer embate los había dejado en una situación crítica. Biro y Denio habían partido en busca del Domago, que estaba en algún lugar del valle, no obstante, por lo que había podido ver, no lo habían encontrado aún, pues se lanzaban sobre la multitud de monstruos una y otra vez, tal y como hacía el resto de los suyos. Goraan había contado seis o siete buteri en el cielo, incluyendo a Denio, y tenía la certeza de que, al menos, tres de ellos se habían quedado sin jinete, su trayectoria errática era una evidencia incontestable, luego, incluso teniendo en cuenta que quedase alguno que Goraan no hubiese visto, al menos la mitad de los jinetes de buteri de los que disponía la ciudad ya había caído. Un relámpago iluminó la oscuridad con un parpadeo rabioso.

Sindra se frenó en seco de repente y corrigió el rumbo, sorteando en el último momento un almaoscura que se había aupado sobre los hombros de otro para darse altura y poder saltar a por ella. Logró esquivarlo, pero la maniobra evasiva les restó velocidad, igual que lo haría tomar más altura sobre el valle. Los vientos de aquella tempestad dificultaban volar con agilidad casi tanto como la cortina de agua o la falta de visibilidad que se derivaba de esta.

La tormenta rugió, lanzando un rayo que partió el cielo en dos. La muralla estaba ahí, una solitaria lucecilla permitía situarla más allá del tupido velo de la precipitación, en medio de esa oscuridad densa que la tempestad había traído consigo y que hacía imposible saber con certeza si era de día o ya les había alcanzado el ocaso. Cualquiera que fuera el caso, no podía ser más irrelevante. Vamos a llegar, sentenció Sindra, impulsándose hacia delante. Iban a llegar.

Alguno de los monstruos empezó a rugir y los demás lo siguieron. Los desagradables sonidos, carentes de cualquier significado, se entremezclaron con el fuerte clamor de la tormenta, contribuyendo a la sensación opresiva de aquella noche que no era tal. El coro chirriante de voces sin alma hacía ruidos que no tenían ningún sentido, pero que, llegados a cierto punto, se asemejaron grotescamente a palabras. "Muerta, muerta, muerta, muerta". La multitud inhumana lo repetía con creciente sincronización, cada vez más alto. Goraan no lo comprendió hasta que vio a todos los inferiores echar a correr hacia los muros de la ciudad. Se referían a la puerta.

- Sindra... - no fue necesario que se lo pidiera, la dragona ya sabía lo que iba a decir.

Redobló sus esfuerzos por acelerar en medio de la tempestad, resollando ante la imposibilidad de vencer a los elementos en su camino hacia la fortificación. Los monstruos corrían salvajemente, como las bestias que eran, saltando entre el lodo que llenaba el valle, como una ola negra cuyo frente no eran capaces de alcanzar. Y la puerta estaba abierta.

Goraan miró atrás, sin querer detenerse a contemplar entonces el escenario sangriento que habían dejado a su paso los monstruos, dirigió su mirada más arriba. El puñado de buteri que quedaba en el aire estaba disperso, tratando de ayudar a los muy escasos supervivientes que seguían luchando en el valle. Ninguno de ellos estaba más cerca de la ciudad de lo que Sindra y él estaban y, sin embargo, entonces que los almaoscura habían echado a correr, se temía que no iban a poder llegar a la puerta antes que esos engendros. No iban a poder cerrarla. No podrían evitar que entraran. Griam, en la ciudad únicamente quedaban las pocas decenas de personas que no tenían las fuerzas, el valor o la pericia necesarias para contribuir en el frente de alguna manera, con la única defensa de uno de los miembros del Círculo. Goraan sabía que Wed sabía pelear, todo el Círculo se había compuesto a base de guerreros, no obstante, él solo no podría hacer mucho contra esa horda si entraba en la ciudad. No estará solo, alegó Sindra. Nos tiene a nosotros

La Gracia del Cielo I. Los Hijos del PoderWhere stories live. Discover now