CAPÍTULO 4: Pese a la oscuridad (Final)

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Desdeñó con un gesto su pregunta, a despecho de que tenía la cara hinchada por los golpes que, claramente, había recibido mientras él estaba ocupado. Podía darle la razón cuando afirmaba que era afortunado por no haber perdido ningún diente, en cualquier caso, no le vendría mal que alguien le echara un vistazo. Se pusiera como se pusiera Edmond, le habían dado una buena tunda.

- ¿Qué me dices de ti, tipo duro? – preguntó su hermano con toda la intención, pero sin alzar mucho la voz – Estás sangrando, lo sabes, ¿no?

Sí, se había dado cuenta, pero lo suyo eran meros cortes superficiales, comparables a los que infringiría un aprendiz de barbero, no revestían gravedad. Le preocupaba más que la cabeza de su hermano siguiera funcionando con normalidad después de tantos golpes y, aunque, en general, parecía estar bien, no creía que ponerse a caminar no sabía a dónde resultase especialmente conveniente. Derek confiaba que, dondequiera que fueran, no estuviese muy lejos.

La pequeña comitiva a la que, por insistencia de la mujer del carruaje, se habían unido, avanzaba a paso rápido, siguiendo el ritmo que marcaban los jinetes que iban delante, en un riguroso silencio que solo rompían las constantes quejas del maleante que estaba herido en una pierna y que dos soldados cargaban con poca delicadeza. Derek y su hermano caminaban los últimos, dejando una separación corta, pero significativa, entre ellos y los hombres de uniforme. Habían tomado el camino en dirección a Matakeck, la curva del trazado ya había ocultado el lugar del accidente, pero todavía no daba la impresión de que fuesen a parar. A pesar de que habían recobrado sana y salva a su protegida y, además, habían logrado capturar con vida a uno de sus agresores, los soldados no parecían ni remotamente contentos y el detalle no le parecía muy buena señal. No sabía Edmond, pero él se sentía completamente fuera de lugar allí.

- En cuanto nos vean las heridas, nos vamos – resolvió Derek en voz baja.

- En cuanto nos den la recompensa, querrás decir – miró a su hermano de soslayo – ¿Qué? No me mires así, ha sido la señora esa la que ha hablado de compensar y creo que nos lo merecemos. Además, te recuerdo que nos hemos quedado sin carro.

Bueno, en eso llevaba razón, pero, aun así, Derek no creía que fuese buena idea quedarse con esa mujer y su escolta más tiempo del estrictamente imprescindible. Estaban fuera de lugar.

Siguieron avanzando un rato más hasta que, finalmente, vieron luz adelante y escucharon el inconfundible sonido de las voces humanas. En medio del camino, había parada lo que se antojaba como una notable multitud, dada la estrechez del sendero, en la que se contaban personas a pie, bastantes soldados, jinetes, caballos sueltos y otro carruaje. Antes de alcanzar el sitio donde se acumulaba la mayoría de los allí congregados ya quedó claro que aquel había sido el escenario de una pelea: había heridos siendo atendidos a un lado de la ruta, un par de personas maniatadas y, también, un esclarecedor montículo abultado cubierto por una lona manchada. Derek y Edmond no se adentraron más en el gentío, se quedaron con los heridos siguiendo la indicación de un soldado y se dispusieron a esperar pacientemente a ser atendidos, dado que los había que habían salido peor parados que cualquiera de ellos dos. Derek aprovechó la ocasión para echar un vistazo alrededor, intentando formarse una idea de lo que había ocurrido o hasta qué punto podía considerarse grave, puesto que una innegable atmósfera pesimista envolvía a aquella gente.

Localizó a la mujer de antes, aún en compañía de los dos oficiales. Estaban hablando entre ellos, pero resultaría abiertamente imposible saber qué se decían desde esa distancia y suponía que tampoco era de su incumbencia. Edmond, a su lado, se inclinó un tanto hacia él.

- Está hablando de nosotros fijo – le advirtió por lo bajo. Derek frunció el ceño.

- Mira alrededor, Edmond, tendrán cosas más importantes de las que hablar – le replicó.

La Gracia del Cielo I. Los Hijos del PoderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora