CAPÍTULO 17: La lejana luz del amanecer (Parte 4)

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Las colinas se extendían frente a ellos, ondulando el verde pasto que crecía bajo el impoluto cielo azul. El vaho hacía visible el aliento de los caballos y sus jinetes conforme continuaban su camino, sin parar ni aminorar. Un viento helador les venía de cara, haciendo bailar el estandarte a un ritmo ajeno al de la galopada.

- ¡Están ahí! – señaló uno de los soldados que iba más adelantado, sobreponiéndose a la incansable trápala de los cascos.

El bosque Tilar se extendía a su izquierda, dejando que colinas, prados y pequeñas arboledas llenaran el resto del paisaje. Habían dejado atrás la ciudad y las aldeas de la campiña, estaban yendo mucho más al norte de lo que sería prudente, no podía saber con certeza si ya habían cruzado el límite, sin embargo, quedarse quietos nunca había sido una opción.

- ¡Ahí! – aquellos que habían marchado abriendo camino detuvieron a sus monturas en lo alto de la siguiente elevación. El estandarte iba con ellos, bien visible.

Mantuvo el paso vivo hasta haber remontado esa última colina, deteniéndose en el punto más alto. El sol que acababa de amanecer tomaba altura sobre el horizonte, a sus espaldas, proyectando sombras sobre el ondulante paisaje de prados y arboledas que había más allá. Una ciudad se apreciaba con claridad en medio de aquel espacio despejado, mucho más próxima de lo que las colinas habían permitido percatarse antes. Roland frunció el ceño. Si Beltena estaba tan cerca, era muy probable que ya hubiesen cruzado la frontera.

- Pretendían ocultarse en los bosques – el comandante Reinor Frojer se situó a su lado enseguida. Su tono no estuvo exento de un atisbo de duda.

Para Roland, la situación había estado meridianamente clara desde el principio: Keuck y los suyos habían pretendido un ataque rápido. No podía saber con certeza cuál era el objetivo concreto de esa ofensiva o qué pretendía ganar con ella, no obstante, era probable que buscara establecer un puesto avanzado en el bosque Tilar, más allá de su frontera, con objeto de partir con ventaja en el eventual conflicto que podría empezar en cualquier momento. 

Habían previsto un movimiento así por su parte, por eso quiso desplegar a los suyos en Karlien en primer lugar. Obviamente, había asumido un riesgo tomando la iniciativa y moviendo tropas tan cerca de la frontera, no obstante, hasta ese momento, había estado seguro de que aquellas maniobras no habían llamado la atención de sus vecinos. Entonces había dejado de tener garantías al respecto, era posible que aquella fuese una respuesta tardía a sus acciones, en cualquier caso, todavía estaban en posición de sorprender a los gromteses.

Dirigió una mirada hacia la izquierda. Las lindes del Tilar describían una línea irregular sobre los altibajos de esos prados, aunque siempre más elevadas que las tierras que se extendían hacia el oeste, arrojando su sombra sobre ellas. Tal y como le habían advertido, ellos estaban allí.

A juzgar por la distribución del grupo, habían estado dirigiéndose hacia levante, es decir, directamente hacia territorio almontés, no obstante, su presencia en lo alto de la colina los había disuadido de seguir avanzando más. Estaba claro que los habían visto, pero conservaban la ventaja de estar en un terreno comparativamente elevado.

- ¿Es ese Keuck? – su pregunta era retórica, pero Frojer respondió.

- Es lo que parece, señor.

Los exploradores avisaron de que lo habían visto y las posiciones de esos gromteses delataban la presencia de un participante tan eminente en esa incursión. Había otra persona más, quizás un oficial, aunque el detalle no sumaba mucho al desarrollo de acontecimientos. Finalmente, el noble Andrew Landar Keuck, que había pretendido darle lecciones sobre el valor de la paz mientras lo convencía de que no tenía ningún interés en enzarzarse con ellos, había sido el primero en tomar las armas. Una divergencia entre sus palabras y sus acciones que le habría resultado sorprendente, si no estuviese hablando de un Keuck. Siempre supo que no era de fiar.

La Gracia del Cielo I. Los Hijos del PoderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora