CAPÍTULO 18: Blanco (Final)

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Se había ido. Rebulló en su asiento, volvió a mirar a la puerta y, de nuevo, dejó la bolsa en el suelo, a un lado del banco de madera donde había decidido sentarse a esperar. Se dio cuenta en cuanto se despertó y vio la cama vacía. No lo había oído marcharse, suponía que porque la comodidad de la estancia le había jugado una mala pasada, después de tantas noches durmiendo a la intemperie, aunque no tardó en plantearse la posibilidad de que se hubiese escabullido, aprovechando la coyuntura.

Suspiró, apesadumbrada ante la expectativa de que no fuese a volver. Había reunido valor suficiente para preguntar al posadero si lo había visto irse o sabía dónde estaba, sin embargo, el hombre no sabía nada. Se limitó a ofrecerle el desayuno y a quitarle hierro al asunto, diciendo que su "hermano" volvería en cuanto le entrara hambre. Ethel, por su parte, no estaba tan segura.

No sabía por qué Rhö había accedido a su compañía, en cualquier caso, no había manifestado hasta el momento ningún interés especial en mantenerla cerca. No podía evitar que el hecho de que se hubiese marchado, el detalle de que se hubiese tomado la molestia de evitar testigos de su partida, le diese muy mala espina. Cierto era que Rhö no se había llevado nada consigo, había dejado el poco equipaje que tenían en la habitación, no obstante, era probable que Zereth se hubiese quedado guardando víveres suficientes para continuar su viaje.

Se acodó en las rodillas y apoyó la cabeza en las manos, alicaída. Después de comer, había bajado a la sala esas pocas pertenencias, dispuesta a esperar a que volviera, pero, cada momento que pasaba allí sentada, mirando a los otros huéspedes llegar o marcharse, veía su regreso más incierto. 

No dejaba de darle vueltas a esa última conversación que habían mantenido o al hecho innegable de que Rhö le había parecido más y más áspero de un tiempo a esta parte. Quizás debería empezar a hacerse a la idea de que haber pasado la noche en esa posada había sido una estratagema para librarse de ella. Se le antojaba un truco muy enrevesado, pero, dadas las circunstancias, bien podía ser cierto. Haría bien en aceptar la evidencia.

¿Qué haría si no regresaba? Ethel únicamente había salido de Henmark con la idea de convencerlo para que volviera allí y esa intención sería imposible de cumplir si se separaban. Suponía que tendría que desandar el camino y explicarle al Círculo lo que había ocurrido, aunque el viaje se le haría mucho más largo andando que volando sobre Zereth. 

No tenía la seguridad de que el equipaje que Rhö había dejado atrás fuese suficiente para cubrir toda esa distancia, es decir, una buena parte de esta discurría por un páramo, donde no existiría la posibilidad ni de comprar provisiones ni de buscarlas por el camino. El lado positivo era que tenía el orbe de Henmark en su poder, así que, suponiendo que pudiese regresar a la ciudad de una pieza, podría devolverlo donde pertenecía. Aunque el detalle era un parco consuelo.

La verdad era que la expectativa de echarse a los caminos sola la preocupaba. Al peligro que se apreciaba en la intención de deambular por territorio humano, había que sumar la evidencia de que Henmark no era un lugar fácil de encontrar. Estaba, literalmente, enterrada en mitad de un yermo enorme, no le saltaría a la vista yendo a pie y, por descontado, no tenía ningún mapa, ni referencia, ni tampoco podía preguntar indicaciones. Las posibilidades de perderse eran tan altas que se antojaba casi imposible no hacerlo, sin embargo, ¿qué otra alternativa tenía?

Rhö era donado. Estaba claro que no iban a recibirla entre aplausos cuando volviera, pero debía comunicar a los suyos esa información porque, sin duda, lo cambiaba todo. Algo podría pasar o, tal vez, ya estaba pasando, es decir, ¿desde cuándo había carus en el bosque de Volg? A Ethel no le gustaba hablar de señales, pero, a su pesar, todo lo que había ocurrido desde el momento en el que esas criaturas atacaron la expedición de Tito y Orosio apuntaba a que debían estar alerta. 

La Gracia del Cielo I. Los Hijos del PoderWhere stories live. Discover now