CAPÍTULO 13: El primer paso (Final)

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Se irguió de nuevo con un movimiento calmado, ignorando por completo la incansable lluvia que todavía persistía con toda la fuerza de la que había hecho gala hasta el momento. El bramido estentóreo de los truenos reverberaba entre las cumbres de las cercanas montañas. El cielo seguía negro, encapotado por unas nubes iracundas que rebullían en unos vientos cambiantes, no obstante, el brillo fugaz de los relámpagos ofrecía la posibilidad de escrutar esa tenebrosa distancia que se ocultaba tras el velo de la precipitación. Vislumbró el movimiento inconfundible de criaturas volando sobre el perfil de la ciudad. Se estaban desplazando hacia el norte.

Arash dudaba que los tuviesen alguna otra trampa preparada para ellos, no creía que las criaturas dispusieran de más medios de los que ya habían puesto en juego, no en vano, habían estado en desventaja todo el rato, si hubiesen tenido la posibilidad de darle la vuelta a la situación de alguna manera, sin duda, ya habrían empleado esa baza. Por eso no sentía preocupación al contemplar el vuelo de esos diez buteri que habían conseguido sobrevivir a la emboscada del valle, porque estaba bastante seguro de que estaban huyendo. En cuanto pasaran de largo sobre las colinas del norte de la ciudad, donde ignoraba si todavía se estaba dando un combate, quedaría confirmada su suposición, aunque, bien mirado, hicieran lo que hicieran esos buteri, no pensaba que pudiesen cambiar algo el resultado de la batalla.

Los seguidores de Lesvulp habían terminado superando la resistencia del valle antes de que llegara a conformarse una verdadera defensa de la posición. Acabaron con más de la mitad de los buteri que había en el lugar y, dado que el resto echó a volar y se puso fuera de su alcance, Lesvulp los guió a la muralla. La puerta estaba abierta, de modo que esa decisión había sido lógica, pues, si hubiese habido algo o alguien capaz de hacerles frente oculto detrás de esos muros, habría acudido en ayuda de las tropas del valle o, en su defecto, habría cerrado la puerta para evitar que la horda entrara. Puesto que no ocurrió ninguna de las dos cosas, la imprudencia implícita en la idea de asaltar un fuerte sin saber qué les aguardaba dentro no se antojó tal y, como resultado de esa maniobra, se podía decir que ya habían ganado, no en vano, uno de los objetivos había sido tomar la ciudad. El frente de las colinas, incluso aunque persistiera en su lucha, había quedado completamente aislado, era cuestión de tiempo que sucumbiera, de modo que solo quedaba una cosa por comprobar.

Dejó de observar a los buteri que huían y se ciñó la espada que le había quitado a ese que se había llamado a sí mismo Domago, a despecho de que le había parecido un herverí normal y corriente. Miró abajo, al cadáver que había dejado caer al lodo, sin mucho interés. Chillón le estaba mordiendo las manos, comiéndose los dedos uno a uno. En cierto momento, durante su combate individual, la forma orgullosa de hablar de ese herverí lo había inducido a pensar que matándolo provocaría algún efecto en los demás herveríes, algo análogo a lo que ocurría cuando se mataba a un jefe y los menores se desorientaban, sin embargo no había sido así. Suponía que había sido una estupidez pretender establecer un paralelismo entre las conductas de dos especies que, claramente, eran antagónicas, no obstante, sentía cierta decepción.

Sin mediar palabra, Arash echó a andar hacia la puerta abierta de la muralla de la ciudad. Chillón, con patente reticencia, abandonó sus actividades para seguirlo de inmediato. Nalx, que había estado un poco más alejado, se reunió con ellos en el camino hacia la poterna. Algunos menores de Lesvulp se habían quedado rezagados por los alrededores, pero, como de costumbre, ninguno se les acercó, se mantuvieron ocupados husmeando el lodo en busca de carroña.

Al otro lado del umbral de piedra, una calle solitaria les dio la bienvenida al fuerte vencido de los herveríes. Arash identificó enseguida los distintivos rasgos que permitían reconocer las construcciones herveríes, la forma de los edificios, el estilo del empedrado... Todo era muy semejante al puente que cruzaba el Rainieri o a las ruinas que él conocía. Suponía que esa ciudad terminaría en ese mismo estado ruinoso, dado que entonces pertenecía a los suyos.

- Buteri – Nalx le dio un toque y señaló arriba, a los buteri que Arash había visto antes.

El cambio de perspectiva derivado de entrar en la ciudad, confirmo lo que ya había anticipado: no parecían tener ninguna intención de descender en las colinas. Quizás la batalla ya había terminado en aquel lado, desde luego no se oían los grandes estruendos propios de esa clase de enfrentamiento, aunque no podía saber con certeza si esa quietud se debía a la lluvia.

- Se van – agregó Nalx, visiblemente extrañado por su propia conclusión.

- Ya han perdido – evidenció Arash. Los herveríes perdieron en cuanto Lesvulp entró por el lado oriental de la ciudad.

- ¿Y el árbol? – ladeó la cabeza el otro, mirándolo, sin entender.

Eso era lo que Arash quería comprobar. El objetivo principal que se habían marcado los suyos no había sido confirmar la existencia de una ciudad herverí, ni conquistarla, ni tan siquiera atacarla. No, su meta había sido el árbol. Querían destruirlo y, aunque Arash no sabía el porqué de esa intención, diría que el hecho de se la hubiesen propuesto llevaba implícito que la prioridad de los herveríes fuese evitarlo. Pero habían perdido. Los buteri habían huido.

Desvió su atención hacia el fondo de la calle, cuyo confín estaba difuminado tras la intensa y pertinaz tormenta. Caminó en esa dirección, hacia el centro de la ciudad, contando con que el árbol estuviese allí, pero solo halló una plaza vacía y, a su lado, una torre de la que los menores de Lesvulp entraban y salían. Un relámpago parpadeó entre las nubes de tormenta.

No había ningún árbol allí. 

FIN DEL CAPÍTULO 13

La Gracia del Cielo I. Los Hijos del PoderWhere stories live. Discover now