CAPÍTULO 11: Cuidar de todo (Parte 3)

1 1 0
                                    

Claramente, había subestimado lo de Belrege. 

Siguió caminando como una flecha, molesto consigo mismo, la trápala de los cascos amortiguándose un tanto con el fin de los adoquines. Por supuesto, había dado por sentado que algo como aquello terminaría ocurriendo más tarde o más temprano, pero la tensa calma que había apreciado en los lugareños durante su última visita le había hecho suponer que la situación tardaría un poco más en precipitarse, al menos, unos días, lo suficiente para poder retirarse antes de que empezara. Había estado tan centrado en saber más acerca del supuesto veneno, su origen, propietarios y sus potenciales objetivos, que no se había dado cuenta de que aquella mal llamada tranquilidad, en realidad, se había tratado de firme contención. La verdad fuera dicha, no había creído posible que los rebeldes hubiesen decidido retrasar sus planes, consideró que su inacción se debía a la falta de preparación o de efectivos. 

Entonces se daba cuenta de su error. 

En contra de lo que la lógica habría dictado y de lo que él había tenido previsto, se habían puesto en marcha todos a la vez, casi simultáneamente, y una coordinación como aquella en ningún caso podría ser casual. La repentina partida de la guarnición de Claumar, a propósito del avance de los rebeldes de Tesdes hacia la capital, se había convertido en un punto de inflexión no solo para esa ciudad, sino también para Belrege, que había visto en aquel movimiento la oportunidad perfecta para alzarse, finalmente, contra sus líderes locales. Y no, no había sido testigo de aquello ni había tenido ningún testimonio que confirmara esa suposición, más allá de algunos movimientos sospechosos en el camino hacia esa localidad la noche pasada, pero tampoco hacía falta más a esas alturas. La guardia imperial había abandonado su cuartel el día anterior, cerca del ocaso, suponía que para no hacer demasiado ostentoso el que, indudablemente, podría tildarse como un despliegue osado por su parte, dadas las circunstancias, pero la disidencia que sabía que había en Claumar no se movió entonces. 

No, en su lugar, había esperado una jornada casi completa y ¿por qué? Pues porque, de ese modo, daban tiempo a sus aliados de Belrege a movilizarse y unirse a ellos en la toma de Claumar. Agrió el gesto.

- Por aquí – indicó, desviándose hacia la izquierda, abandonando el camino principal para adentrarse en los senderos que discurrían entre los labrantíos.

Sin duda, había infravalorado con mucho aquellas revueltas tan anunciadas. La chusma incendiaria había entrado dentro de las previsiones de cualquiera, los tumultos y los saqueos no sorprendían a nadie, ahora bien, aquella estrategia en concreto era otro cantar. 

Cabía la posibilidad de que hubiese sido una simple coincidencia, un golpe de suerte, pero lo dudaba mucho. Había sido demasiado conveniente para ellos, no en vano, ¿cuánto tiempo haría falta para conquistar Claumar, incluso en ausencia de nadie que la defendiera? La inmensa mayoría de los hombres que se habían alzado contra el imperio no tenían ninguna experiencia en el ámbito del combate, mucho menos de la estrategia, casi todos eran campesinos y granjeros, así que, incluso teniendo los números a su favor, necesitarían un tiempo prudencial para obtener el control sobre toda la villa. Y, durante ese periodo, tanto el movimiento como sus partidarios serían vulnerables a cualquier intervención que pudiera hacer la guardia imperial desde el norte. Hasta donde él tenía entendido, la guardia estaba muy ocupada con sus propios problemas en Brenol, no obstante, solo un necio descartaría la posibilidad de que irrumpieran en el lugar una vez les llegara la noticia de la sublevación. Y el cabecilla de ese levantamiento, sin duda, no lo era. 

Ignoraba si se trataba de uno solo o era un grupo el que lideraba la rebelión, en cualquier caso, había sabido planificar en el medio plazo. En lugar de lanzarse directamente sobre una Claumar desprotegida, exponiendo así sus bazas, habían derribado Belrege en primer lugar, liberando de ese modo a un buen número de simpatizantes del movimiento que, en una cuestión de horas, se unirían al conflicto en Claumar, reduciendo ostensiblemente el tiempo necesario para conquistarla totalmente. Era más que posible que ya estuviesen llegando y su aportación haría enormemente complicado que la guardia llegara a tiempo para impedir la caída de la ciudad. Si es que estaba en sus manos evitarla.

La Gracia del Cielo I. Los Hijos del PoderWhere stories live. Discover now