CAPÍTULO 13: El primer paso (Parte 1)

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Todo estaba listo. Había amanecido hacía escasos momentos, sin embargo, el oscuro cielo encapotado daba la errónea sensación de que el ocaso estaba próximo, aunque, dudaba que alguien hubiese podido pegar ojo durante la noche. Las nubes negras rebullían sin cesar, centelleando con relámpagos esporádicos, haciendo vibrar el aire con los rugidos ominosos de una tormenta inminente que, sin embargo, todavía no había empezado a descargar. Un viento cambiante removía el vaho blanco que su respiración, inevitablemente agitada, pintaba en el prematuro frío invernal que reinaba perpetuamente en las cercanías de las montañas. Apretó el puño en torno al astil de la lanza. Lo había revisado todo mil veces, por supuesto que estaba listo.

- Domago – la voz lo llamó, pero, como de costumbre, Bongüi no respondió de inmediato, al fin y al cabo, no tenía asumido su cargo.

Una vez volvió a recordarse que, pese a la ausencia de una túnica que lo distinguiera y, a despecho de carecer de ninguna sabiduría que compartir o de un árbol que defender, ese era el tratamiento correcto para referirse a él, dejó de mirar las colinas que se extendían al norte de la ciudad y se volvió hacia el recién llegado. No lo conocía, pero eso no importaba.

- Todos los buteri se encuentran en posición – le anunció en cuanto tuvo su atención.

Bongüi asintió, dispuesto a dejarlo partir sin añadir nada más para seguir oteando el paisaje que se dominaba desde las murallas de la ciudad. La noche y las lluvias recientes les habían privado de la posibilidad de verlos aparecer, no obstante, según sus estimaciones, debían de haber llegado la tarde del día anterior. El puente oriental del Rainieri no estaba tan lejos como podría parecer, más aun teniendo en cuenta que esas criaturas ni tan siquiera se habrían detenido a descansar en su camino hasta allí. De acuerdo con el relato de los jinetes de buteri supervivientes, la escabechina con la patrulla del río de hacía cuatro días había tenido lugar en las arboledas cuyos confines se atisbaban en el límite de ese espacio al norte de la ciudad que se había despejado mucho tiempo atrás para el desempeño de actividades agrícolas. Después de tantos años sin árbol y tantas jornadas de lluvia ininterrumpida, esas colinas se habían convertido en simples lodazales.

- Wed me ha pedido que le diga – la añadidura hizo que Bongüi se girara de nuevo hacia el otro, que no se había marchado – que los Círculos han respondido.

- Ah – le sorprendía que Wed no hubiese querido ir a decírselo personalmente, aunque, en las circunstancias en las que estaban, sin duda, tendría cuestiones más importantes que atender –, ¿y qué dicen?

- Está todo aquí – el aludido enarboló un pequeño papel que había llevado guardado y se lo tendió. Bongüi se apoyó la lanza en el hombro, lo recogió y echó un vistazo.

Se trataba de una transcripción de los últimos mensajes de los Círculos de las demás ciudades. Ninguno aportaba nueva información que fuese realmente relevante, en caso contrario, Wed se habría tomado el tiempo y la molestia de hacérselo llegar él mismo, sin embargo, le gustó leer esas palabras de apoyo, incluso aunque provinieran de muy, muy lejos y, en realidad, no supusieran ninguna diferencia real. Los últimos días, Bongüi había asistido a multitud de asambleas con su propio Círculo que, en sentido estricto, no era tal, para determinar la estrategia que seguirían para repeler a la horda que, entonces, por fin tenían al alcance de la vista. Habían analizado sus fuerzas, sus recursos, el terreno, sus posibilidades defensivas y, francamente, el panorama habría angustiado al más valiente. Resultaba agradable recibir ánimos, más aún cuando tenía la certeza de que eso era todo lo que podrían brindarle, a su pesar.

- Bien – asintió Bongüi con un enérgico cabeceo, terminando de leer el mensaje con poca atención, pues anticipaba su contenido. Entonces una línea le llamó la atención, pues estaba subrayada.

La cita estaba atribuida al Círculo de Huanta y rezaba así: "El Paso del Norte no vale más que vuestras vidas". Bongüi no pudo evitar sonreírse un tanto al leerlo, en parte porque le sorprendía que Mai se hubiese atrevido a poner por escrito semejante declaración, pero, sobre todo, porque esa era exactamente la misma conclusión a la que ellos habían llegado. Todos conocían la importancia del Paso del Norte, sin embargo, el Principio de Aislamiento todavía estaba vigente y los eximía del deber de defender esa posición hasta las últimas consecuencias, como habría sido lo natural. El ordenamiento de esa ley estaba muy claro en ese sentido, priorizaba la protección de los territorios que estaban bajo su control, independientemente de si tenían o no un árbol, sobre cualquier otro lugar, poblado o despoblado.

Todos lo sabían, eran conscientes de que no existía una obligación real de pelear, y, sin embargo, ese conocimiento no había cambiado nada. El dictamen de la asamblea no había sido unánime, cierto, de hecho, sabía que Wed se había mostrado contrario a esa decisión, pero estaban hablando de los almaoscura, por amor de Griam. No podían dejar que los avasallaran sin más, no iban a retirarse sin pelear, no por una cuestión de orgullo, sino por principios. Esos seres eran monstruos, bestias sanguinarias que no iban a claudicar ni a dejarlos huir, les darían caza, uno a uno, estaba en su naturaleza hacerlo, de modo que ¿qué sentido tenía intentar evitar lo inevitable?

No, ya era tarde para seguir buscando alternativas, la decisión estaba tomada: resistirían allí. Tenían las murallas, tenían los buteri y se tenían los unos a los otros. Llegados a aquel punto, no importaba realmente cuánto tiempo habían pasado sin árbol o cuántos almaoscura hubiesen llegado a los límites de su ciudad, lo único que importaba era acabar con tantos de aquellos monstruos como les fuese posible. Los superiores eran peligrosos y lo serían más cuanto más tiempo estuvieran con vida, la prioridad era acabar con ellos, no podían permitir que otro como el Viejo se encumbrara a partir de aquella lucha. Asumirían los riesgos que fuesen necesarios para impedir que tal cosa ocurriera.

- Dile a Wed que has cumplido – le dijo Bongüi al mensajero – Después vuelve a tu puesto – agregó – Va a empezar en cualquier momento – agregó.

- Sí, Domago – se marchó de inmediato.

Bongüi lo siguió con la mirada, queriendo confirmar su suposición de que Wed se encontraba con aquellos que no iban a pelear y que, por motivos de seguridad, se habían congregado en la plaza de la ciudad, donde hacía tiempo que no había nada. La verdad era que no eran tantos como habría sido esperable, no en vano, la ciudad no estaba tan densamente poblada como lo había estado en el pasado y una fracción considerable de los lugareños eran o habían sido guerreros. Ninguno de ellos había querido evadir el combate con los almaoscura, aunque solo pudieran contribuir indirectamente. Suponía que se habrían dado cuenta de que, daba la magnitud de la horda y lo limitado de sus recursos, toda ayuda, aunque fuese pequeña, era necesaria e incluso crucial. Él mismo debería ir a su puesto.

Dedicó un último vistazo a las colinas embarradas que había frente a la ciudad, advertido por el inconfundible sonido de lo que estaba por ocurrir. El viento arreciaba, cargado con la humedad que pregonaba la tormenta que se gestaba tras esas negras nubes que bullían sobre sus cabezas. Empezaba a llover de nuevo, las gotas de agua fría condensaban en la brisa gélida de un invierno anticipado. Los monstruos emprendieron la marcha como un único ser, sus rugidos furiosos rivalizando con aquellos que vibraban en el cielo tempestuoso. Entonces, sonó un toque de corneta que no fue muy diferente de los truenos que retumbaban arriba, y los suyos salieron a recibirlos, tal y como estaba planeado.

Bongüi recogió su lanza y abandonó ese puesto de vigilancia de lo alto dela muralla, para ir enseguida a la parte occidental de la ciudad desde donde, confiaba, se lanzaría la ofensiva con la que podrían disolver la horda. Pero, para eso, tendrían que esperar un poco. 

La Gracia del Cielo I. Los Hijos del PoderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora