CAPÍTULO 6: Interpretaciones (Parte 4)

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Los guardias escoltaron hacia la salida a Rhö que, en contra de lo que había esperado de él, no hizo ni dijo nada para complicar más la situación. Hablando con sinceridad, Ethel no lo había creído capaz de mantener una audiencia con el Círculo sin que ello implicara agravar su ya de por sí difícil problema. No consideraba a Rhö estúpido, ni tampoco temerario, pero había demasiado que no conocía como para que hubiese sido razonable esperar un buen resultado de aquella reunión, por eso el encuentro nunca formó parte del plan. Ethel no había contado con que los exploradores que vigilaban los alrededores de Henmark los descubrieran porque, para empezar, ni tan siquiera había tenido conocimiento de su existencia, de modo que, una vez toparon con ellos, su prioridad fue impedir que mataran a Rhö directamente. Podrían haberlo hecho, sabía que el Aislamiento lo contemplaba así, podrían haberse amparado en la ley y lo más seguro es que nadie hubiese entrado a cuestionar nada respecto a su actuación, por eso sugirió lo de ir a ver al Domago. Ethel había sido consciente desde el principio de que la idea estaba abocada al fracaso, no había verdaderas oportunidades de que el Círculo fuese a escucharla, por más que contara la verdad, no en vano, era ella quien había conducido a Rhö hasta Henmark, con todo lo que ello implicaba. Dudaba mucho que pudiera decir algo que sirviera para poner remedio a su situación porque, en realidad, la suya propia era igual o peor. Ethel había roto el Aislamiento, puede que no premeditadamente, pero no creía que el detalle cambiara algo. Era una traidora o, como mínimo, a los ojos del Círculo, había cometido alta traición y, justamente por eso, no había sido su deseo reunirse con los Noscem en primer lugar. Pero la alternativa había sido dejar a Rhö morir sin más y ya habían llegado demasiado lejos para eso, ¿verdad?

La puerta volvió a cerrarse cuando hubieron abandonado la sala, dejando solo una fracción de los guardias que habían llegado con ellos en el interior, puesto que se consideraba al humano un individuo mucho más peligroso que ella. Ethel, que había observado en silencio la partida de Rhö, bajó la vista al suelo. Al final, solo había podido conseguirle unas horas más, las que restaban hasta el amanecer. Un pago insuficiente para quien le había salvado la vida.

- No es necesario – el Domago Neel entrelazó las manos en el regazo, mirándola con más pesar que cualquier otra cosa – que te diga lo grave que es todo esto.

Ella negó con la cabeza. Lo sabía. A pesar de que su encuentro con Rhö había sido fortuito, jamás debería haberlo llevado hasta allí. Nunca debió permitir que supiese de ellos.

- El humano nos ha visto – abundó uno de los Noscem – Ha visto la ciudad, lo has guiado hasta ella. Ha visto el Mágnesis – dejó la última y más grave acusación flotar en el aire unos instantes – Espero que no sepa ... - Ethel volvió a negar con la cabeza.

- No sabe nada – se apresuró a aclarar.

Cierto era que había hablado mucho con Rhö, sin duda, demasiado y sobre demasiadas cosas, no obstante, nunca había salido a colación el árbol. A la asamblea en general pareció tranquilizarle esa alegación y Ethel se decantó por aprovechar la ocasión para continuar. Efectuó una brevísima pausa para reunir aplomo antes de seguir hablando.

- Rhö no supone una amenaza, Domago – agregó, convencida de ello.

- Eso no puedes saberlo – observó uno de los Noscem, con gesto reprobador.

- Él me ayudó – insistió Ethel, otra vez – Pudo elegir no hacerlo, nada le obligaba a hacerlo, pero me ayudó. Cuidó de mí cuando estaba sola y compartió sus recursos conmigo, a pesar de que no me conocía.

De hecho, Rhö se había quejado en varias ocasiones durante su viaje hasta allí de que, al paso que las gastaba, las provisiones no le darían para volar al sur. Suponía que, entonces, había encontrado un obstáculo más importante y difícil de franquear a su propósito que el simple desabastecimiento. Los miembros del Círculo no parecieron muy conformes con su razonamiento.

La Gracia del Cielo I. Los Hijos del PoderWhere stories live. Discover now