CAPÍTULO 20: Decisiones difíciles (Parte 2)

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No estaba seguro de cómo calificar la reunión que acababa de terminar. Por una parte, le aliviaba haber podido comprobar que Noyan no era como Véndel, sin embargo, no podía pasar por alto algunos de los detalles que se habían mencionado y que, hasta ese momento, él había ignorado. En cualquier caso, su prioridad en ese momento había sido salir de la posada cuanto antes.

Se escabulleron de El cisne de plata a paso rápido, siguiendo la estela que Noyan iba abriendo entre el gentío a base de empujones y palabrotas, para regresar cuando antes a la Plaza de las Posadas. Allí, a una distancia prudencial de la entrada del local, pero no tan lejos como para salir del cerco de luz que arrojaba sobre los adoquines, los esperaban Sikayn y Nisse.

Ambos fueron a su encuentro en cuanto los vieron salir, pero fue Nisse el que habló.

- ¿Cómo ha ido? – inquirió, pese a que Tulio consideraba que era una obviedad.

- ¡Ese tío es gilipollas! – barbotó Noyan en respuesta, sin dejar de caminar.

Probablemente, no era muy sensato expresarlo en esos términos estando tan cerca del que se había convertido en su puesto de mando, rodeados de sus seguidores por todas partes. Tenían suerte de que la mayoría de ellos estuviesen demasiado ebrios como para hacer nada, de hecho, sospechaba que había sido esa razón y no un repentino ataque de amabilidad lo que los había librado de recibir una paliza o, directamente, que los colgaran a todos. No deberían darles la oportunidad de cambiar de idea.

Cruzaron la plaza a buena velocidad, el frío, la oscuridad y el silencio de la noche acentuando el calor sofocante, la luz cegadora y el bullicio que dejaban atrás. Noyan iba dando pisotones, salpicando el agua que helaba por las noches y los otros fluidos que se habían derramado en los adoquines la jornada anterior. Sin ninguna duda, él no era como Véndel, el detalle no implicaba que fuese bueno, pero ¿quién podía serlo en esos tiempos que corrían? Se conformaba con que fuese comparativamente menos malo.

Pasaron junto a los muertos que había abandonados en la plaza y regresaron a la Vía Principal de Claumar, donde la única luz provenía de las pequeñas lámparas que había encendidas en el templo, un poco más allá. Sintiéndose un poco más seguro entonces que se habían alejado de la posada y no daba la impresión de que fuesen a perseguirlos, Tulio se detuvo al lado de lo que quedaba de la casa del regidor.

- Lo que ha dicho de extramuros... – adujo en primer lugar.

La referencia fue suficiente para que Noyan se parara en seco y se volviera hacia él.

- ¡Es mentira! – zanjó, furibundo hasta tal punto que se diría que iba a pegarle.

Su paisano, Elgun, le dio un fuerte empujón para que se calmara.

- No fue como él dice – abundó, igual de enfadado que Noyan, pero más contenido – Nosotros no... ¡No queríamos que hubiese un incendio!, íbamos a negociar.

- Pero tuvo que venir algún capullo a joderla cuando estábamos a punto de conseguirlo – concluyó Noyan con un gruñido.

Tulio no dijo nada en un primer momento, se limitó a asentir. No podía saber con certeza si decían la verdad, en cualquier caso, su enfado parecía genuino y su contraposición a Véndel no podía ser fingida. Podrían haberse quedado en la posada, comiendo y bebiendo con los suyos, pero no lo habían hecho. Llegados a aquel punto, eso tenía valor.

- Entonces, ¿nos ayudareis? – planteó, dirigiéndose a ambos – Claumar no aguantará mientras Véndel siga aquí. Necesitamos la ayuda de los Patrios.

Los aludidos no respondieron de inmediato, vacilaron e intercambiaron una ojeada.

- Me encantaría partirle la cara a ese imbécil... - Noyan resopló vaho – Pero necesitamos refugio – Elgun asintió, pesaroso.

Tulio ladeó la cabeza.

- ¿Cómo que "refugio"? – fue Nisse el que preguntó – Sois los Patrios, deberíais...

- El incendio de extramuros – Elgun lo interrumpió, dado que Noyan estaba ocupado mirando a otro lado y gruñendo malas palabras – nos hizo daño.

- No podéis con él – concluyó Tulio, defraudado.

- Eh, eh, eh, ¡claro que podemos con ese gilipollas! – le replicó Noyan, molesto por sus palabras – Lo que pasa es que no puede ser ahora.

- Tenemos heridos con nosotros y no tenemos provisiones – adujo Elgun, secamente – Por eso vinimos, para reagruparnos. Necesitamos un sitio a salvo de la guardia.

Aquello no era lo que habían acordado. Se suponía que los Patrios iban a ayudarles, se suponía que expulsarían a Véndel de la ciudad y podrían empezar a reconstruirla. Sabía que Claumar no iba a recuperarse de la noche a la mañana, pero, al menos, le habría gustado iniciar el proceso, convertir las calles en un lugar seguro y, sobre todo, evitar que las purgas se repitieran.

- Me da igual lo que diga ese – continuó Noyan –, aquí hay muchos edificios vacíos y me niego a creer que haya arramblado con toda la comida. Nos quedamos.

Elgun secundó lo dicho con un cabeceo enérgico, pero el otro, el paisano flacucho, no parecía tan de acuerdo como ellos con esa resolución.

- P-pero, ¿has visto lo que tenía en la posada? – señaló con mucho tiento – Y había estado dispuesto a compartirlo, ¿no sería más fácil...?

- ¡Por encima de mi cadáver! – sentenció Noyan, sin dejarlo terminar – Los Patrios no van a unirse a esa gentuza de Véndel, ni van a acercarse a esa plaza, ¡me importa una mierda lo que tenga!

El flacucho no parecía convencido en absoluto, pero no dijo nada más, pues la decisión ya estaba tomada y no era revocable.

- Elgun, tú vuelve a los prados y tráelos – continuó Noyan –, no podemos esperar a que se le pase la resaca a ese imbécil – el otro convino con él y se marchó – Y, vosotros tres – Noyan se dirigió a Tulio, Sikayn y Nisse –, necesitaremos un sitio grande para alojarlos a todos, ¿conocéis alguno?

Intercambiaron miradas entre ellos, dado que, por segunda vez en un periodo de tiempo ridículamente breve, habían obtenido algo muy diferente a lo que les prometieron. Tulio negó con la cabeza, al menos, esa vez no sería tan malo como Véndel.

- La Posada del Pozo – le dijo a Noyan – No está en la plaza, debería valer.

Noyan asintió, apreciativo, y, acto seguido, fueron al lugar.

Había sido una ingenuidad por su parte esperar que la nefasta situación de Claumar fuese a dar un giro solo por la llegada de los Patrios, sin embargo, todavía había motivos para la esperanza. Tal vez no ocurriría tan rápido como le hubiese gustado, pero arreglaría lo que había echado a perder y, mientras tanto, ella estaría salvo en algún lugar, lejos de allí.

Rezaría cada día para que así fuera hasta que Claumar volviese a ser seguro. 

La Gracia del Cielo I. Los Hijos del PoderWhere stories live. Discover now