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***Advertencia: si eres sensible con lecturas para adulto te recomiendo que evites este capítulo. Cabe aclarar que esto es mera ficción y entretenimiento. Fácilmente puedes decidir si continuar o no. Pero es bajo tu responsabilidad.***


Una gran parte del público que suele presenciar obras de teatro u orquestas e incluso repertorios de ballet en determinados escenarios no alcanza a dimensionar qué hay tras bambalinas.


Tampoco es relevante, por supuesto. Aunque habrá uno que otro curioso que se cuestione cómo un determinado grupo de personas logra montar tremendos números en cuestión de segundos.


Con sólo deslizar el telón del escenario basta agudizar el oído para escuchar el caos que hay detrás para colocar los utensilios adecuados que tomarán parte en la siguiente sección del evento que se esté llevando a cabo.


Así, a veces los mismos actores o músicos son quienes ayudan a la logística de escenario. Modifican el ambiente. Transforman la escena. Dan pie a un mejor acto. Y se aseguran de que también todo quede según sus propias necesidades frente a un público.


Claro que para reconocidos artistas eso ya no es preocupación alguna. Existen personas exclusivas que se encargan de la modificación del escenario a lo largo de la obra (sin importar de qué tipo sea). Y, de igual manera, hay personal destinado a la limpieza posterior a la situación.


Terminado el carnaval los artistas se marchan.


Se alejan mientras alguien a lo lejos y en silencio visita el sótano del escenario. Hurga entre los materiales de limpieza y se dedica a de dejar impecable lo recién utilizado.


Sin embargo, hay momentos exclusivos y peculiares en los que ciertas personas requieren de visitar este tipo de sitios a veces no tan pulcros y, evidentemente, repletos de aditamentos designados para la limpieza.


A veces se trata de quienes buscan un espacio para concentrarse en soledad.


A veces de quienes requieren de un estimulante extra para bajarse los nervios.


Y en ocasiones, muy esporádicamente, de quienes desean quitarse la calentura gozando de un poco más de privacidad para evitar escenas bochornosas como el ser descubiertos a mitad de un encuentro casual y apresurado.


Tal era el caso de aquellos que, luego de haberse entendido contra el piano, buscaron un sitio cualquiera para terminar con lo recién iniciado.


Al rubio, a pesar de estar desnudo, no le importó ser embestido contra la pared del cuarto de servicio. Y al pelinegro que presumía ya de arañazos sobre la espalda, le era totalmente irrelevante que el sonido de su pelvis contra aquel trasero casi traspasara las paredes debido a la intensidad con la que se movía.


El músico esta vez lo abrazaba por completo con sus brazos y piernas. El otro le estrujaba los glúteos con tal fuerza que las puntas de sus dedos se volvían blancas por la presión utilizada. Y todo por sus ganas de separarle más el trasero con tal de entrar de lleno en él.

Adagio [EunHae]Where stories live. Discover now