20.

175 34 10
                                    


El cuarto de baño no fue suficiente. A pesar de que la adrenalina del momento les ayudó a elevar las sensaciones y por consiguiente a obtener un placentero y arriesgado orgasmo, prácticamente aquello sirvió para alentarlos en busca de más.


Así, en cuanto llegaron a la habitación DongHae por sí mismo se bajó los pantalones. Los arrojó lejos empujando con su pie y, dada la fuerza y la desesperación, también sus zapatos quedaron expulsados de su cuerpo.


En cuanto se enderezó Hyukjae lo volteó contra la puerta. Le sostuvo del trasero y con la dureza de su amigo fuera de la ropa lo embistió de golpe provocando que aquel gimiera en un eco al estar contra el frío material del muro.


¿Se estaban portando demasiado grotescos?


No les importaba.


Ambos se encontraban en el mismo nivel de excitación en el que nada cobraba relevancia mientras DongHae agitara su trasero contra la pelvis de Hyukjae y éste rebotara su palma en esos glúteos que temblaban y se enrojecían por el contacto.


Los jadeos de los dos se elevaron al mismo tiempo.


Hyuk le escarbó entre la camiseta. Terminó por quitársela de encima. Hizo que Hae girara lo suficiente y sin detenerse a pedir permiso o preguntar se inclinó para lamerle una de sus rosadas aureolas que se ponían erectas por el cambio de temperatura.


El rubio chilló en el frenético éxtasis.


Jamás concibió tan sensible el pecho como en ese entonces. O sería que los efectos eran provocados porque Hyukjae no dejaba rincón sin tocarle. Mientras le clavaba la dureza de su pene en el interior, le acariciaba entre las piernas al mismo ritmo de las embestidas y, posteriormente, le estrujaba entre los dientes el pezón para provocarle más sensibilidad de la pensada.


Se escuchaban las succiones de esa boca.


Parecía como si quisiera extraer algo de ahí. Luego frotaba la punta de su lengua en círculos. Y DongHae sentía que le fallaban las piernas de puro placer.


—Dime más sobre ti... —exclamó Hyukjae alejándose un mínimo. En cuanto terminó la frase volvió a adherirse al rosado pezón de Lee DongHae.


—Creí... —éste gimió. Intentaba sostenerse de la puerta para no caer sobre sus rodillas—. Creí que no querías saber nada —exclamó. Habría agregado cierto tono burlesco de no ser porque el goce lo tenía sumamente afectado. Tanto que sus ojos se encontraban desenfocados y borrosos a medida que Hyukjae lo penetraba más profundo estando de pie.


—Quiero saberlo todo —le besó sobre el cuello. Le clavó los dientes. Succionó entre su piel. DongHae a esas alturas era ya un mosaico. Uno de esos que Lee Hyukjae solía estudiar en sus clases sobre Historia del Arte. Precioso. Bien proporcionado. Un tanto renacentista. Y quizá algo barroco. De todo un poco. La mezcla más sublime que el estudiante pudiese encontrar fuera de sus libros. Qué envidia desprenderían las esculturas si tuvieran en frente al rubio músico—. ¿O eres un delincuente? ¿Mh? —exclamó cerca de su oreja. Le mordió un extremo. El violinista se sentía más débil si aquel le hablaba de esa forma. Porque era fácil escuchar lo afectado que se encontraba. Lo ronco de su garganta. Lo pausado de su respirar. Qué maravilloso atender al chico tan excitado follándole el trasero con tal ímpetu—. ¿Un secuestrador? —.

Adagio [EunHae]Onde histórias criam vida. Descubra agora