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Tentar a la suerte.


Medir la capacidad de aguante.


Incitar.


También presionar.


Llegar al momento sin retorno que accede a la página previamente escrita.


Nada más para mostrar las debilidades. Para reflejar los huecos. Las fisuras. Los deslices. Y con ello pretender un desenlace.


¿Cuánta capacidad tiene el hombre para soportar las tentaciones?


Ninguno de los dos lo sabía claramente. Apenas el cuerpo de DongHae fue presionado contra el posa-brazos del sillón hubo en todo ello un curioso quiebre que dejaba mayores grietas con necesidad de relleno. Sobre nuevas esperanzas, sobre tragos menos amargos, soportable, ansioso, impetuoso.


Hyukjae empezó a perderse.


Al escarbar la boca de Lee DongHae con la punta de su lengua se le trozaron los pocos principios que estuvo conservando al descender del barco y, más aún, al reencontrarse con esa persona.


Las apariencias se le fueron de repente. Se olvidó de sí mismo. De su moral. De sus creencias. De toda su educación que le demandaba alejarse del rubio y parar, de una vez por todas, las caricias que le proporcionó desde las rodillas hasta los muslos.


Ambos inclinaron la cabeza en direcciones distintas. Uno emitiendo leves jadeos, el otro con la respiración vuelta torbellino.


Chasquido.


Succión.


Mordida.


Hyukjae frunció el ceño.


La boca de DongHae sabía tan dulce, tan cálida que no le costó el buscar un intercambio más húmedo. Enterró sus dedos entre la cabellera clara del músico. Aquel reaccionó con un gruñido. Al sentir que Hyukjae se acercaba como queriendo ponérsele encima casi por instinto separó las piernas.


Las caricias cobraron vida.


Entonces las caderas del violinista fueron estrujadas. Y una parte de su pecho fue rozada con aquellos dedos que conocía mejor que nadie. Que tenía grabados en la profundidad de su piel como cicatrices de nacimiento de las que jamás querría desprenderse.


El calor.


Aún por encima de la ropa recordaba cuán cálido era ese toque.


Deseó tanto la desnudez del pelinegro que sus juguetonas manos no se midieron. Sus dedos envolvieron la espalda del estudiante. Estrujaron la camiseta deseando levantársela.

Adagio [EunHae]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora