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Otra vez, Hyukjae tenía puesta la daga en el centro de la garganta.


En todos los años que lleva de vida no recordaba una situación más apabullante que esa. La ironía del encontronazo de alguna manera cuestionaba sus absurdos deseos pasados por volver a los días en los que solía ser una persona "inocente" ansiosa por sexo y calor humano. O, dicho en términos más acordes, "ignorante" frente a la realidad de quien en esos momentos le acechaba con su mirada.


No hacía falta que se girara por completo para comprobarlo.


Lee DongHae lo siguió visualmente de principio a fin. Desde que sacó las libretas de partituras para apilarlas en la mesa, hasta que volvió a doblar las pestañas de la caja para darle fin a su improvisada y poco añorante reunión.


¿Debería dejar pasar otro año para retomar sus labores fuera de la universidad?


En esos instantes cualquier opción resultaba razonable si se comparaba con el hecho de tener que convivir con el violinista. A pesar de que todas sus ideas presumían de cierta exageración ninguna le llegaba a los talones a su necesidad por poner una distancia tremenda entre él y esa persona.


Jamás creyó en encarnaciones, onirismos y fantasías, no obstante, en ese momento deseaba valerse de cualquier cosa para escapar del agobio. Disiparse como polvo para colarse entre los libros y quedarse atascado en cada página. Ser arrastrado como papel desprendido de las enciclopedias y empujada por la calefacción en el techo. Desaparecer entre la trituradora. Deshacerse en largas tiras para desintegrar cualquier cosa que le pusiera en ese mismo suceso.


Lee Hyukjae anheló tanto ser un niño.


Y olvidar.


Y no pensar.


Y no tener que portarse como un adulto.


Era demasiado.


Su corazón no podría soportar si las cosas seguían agravándose de esa manera.


Y es que deducir que Lee DongHae lo miraba todavía desde uno de los rincones lo volvía un chico torpe. Asustado. Primerizo. Tan empequeñecido que todas aquellas sensaciones de las que estuvo escapando el día del cumpleaños de su mejor amigo se empezaron a presentar en él con un descaro que le hizo apretar los dedos en una de las pestañas de la caja.


—Me llevo esto —habló él por primera vez. Su tono era grave. Falto de emociones en el proceso. Si algo tenía Hyukjae es que, por fuera, sabía aparentar perfectamente una serenidad envidiable. Por dentro se estaba desmoronando de estrés—. ¿Se le ofrece algo? —terminó antes de sostener el objeto de cartón que, debido a su ligereza, fácilmente cargaba con una mano. No obstante, recurrió a utilizar ambas.


Eso era mejor a ser delatado por los leves temblores de sus dedos.


El músico se encontraba sentado en una de las bancas. Justo al centro. Hyukjae detestó darle unos segundos de atención cara a cara porque con ello tuvo suficiente para encontrarse con el mismo DongHae juguetón y engreído de hace un mes.

Adagio [EunHae]Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ