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—Pues ni así van a convencerme —dijo tajantemente la mujer apoyando el cuenco de kimchi fresco justo en el centro para que el par de universitarios pudiera acompañar su carne con el platillo tradicional—. Mírense nada más —continuó cruzándose de brazos. Por mucho que su disgusto fuera evidente no había manera de que se encontrara enteramente molesta. Menos ahora que ambos estaban en casa casi por completo sanos—. ¿Es que acaso no comían? Están demasiado delgados —finalizó la madre de Hyuk al darse vuelta para mover al arroz frito con kimchi que quiso preparar desde que vio a los amigos en el aeropuerto.


La casa desde siempre era un sitio al que mamá y papá ponían mucho cuidado. Como reposteros certificados y preparados decían que la limpieza y la pulcritud de cualquier tipo de cocinero estaba en cosas tan básicas como la higiene personal o el ambiente en el que se desenvolvían dado que eso, en algún punto, se reflejaba al trabajar con la comida.


No obstante, y a pesar de que se sabía lo cuidadosos que los Lee eran en su imagen, había algo muchísimo más fresco en los rincones del hogar. Como si la limpieza exhaustiva de cada fin de mes se hubiese adelantado para recibir a los vacacionistas en las mejores condiciones. No había ni un rastro de polvo. Ni un objeto mal acomodado.


Por supuesto, no era que Hyukjae estuviera supervisando dichos detalles siempre que visitaba la casa de sus padres. Pero la pulcritud con la que fueron cobijados resultó tan evidente apenas pusieron un pie en ese lugar que el pelinegro silenciosamente agradeció tremendas atenciones.


—¿Y la cafetería? —habló Hyuk intentando desviar los regaños de una madre naturalmente preocupona que veía a sus dos muchachos más frágiles que antes—. ¿No abrieron hoy? —.


—Tu madre y yo decidimos darnos el día libre. Deseábamos estar con ustedes antes de que vuelvan a clases —agregó el señor Lee sirviendo la soda en dos vasos repletos de hielos que casi se desbordaban del recipiente. Jannie en ese punto casi no hablaba. Adoraba tanto la comida de la mujer que se volvía mudo en cuanto tenía en frente un plato repleto de carne junto con el resto de los acompañamientos no tan comunes en un almuerzo cotidiano.


Era un día especial.


—Siempre que vuelven a la universidad parecen olvidarse de nosotros —insistió quien ahora se alejaba para buscar las servilletas mientras el padre tomaba el mando de la preparación en la sartén.


Había mucha satisfacción con sólo ver a ese matrimonio.


Se compaginaban maravillosamente en todo sitio donde estuvieran. Y si mamá hacía algo, papá era capaz de terminarlo. O viceversa. Eran un complemento bastante envidiable. Un cuadro con el que Hyukjae creció desde pequeño. Si bien, como cualquier pareja, ellos gozaban de una que otra agudeza que los llevaba a la discusión, tenían la capacidad del habla implícita en su relación.


Por eso el enojo no les duraba más de un día.


De alguna forma, ese era el ideal que Hyukjae siempre tuvo de una pareja. Aunque no estuviera del todo interesado por el momento en conseguirse una.


—Preparamos las habitaciones para los dos —hasta entonces la mujer tomó asiento. Y papá se encargó de servir el arroz en un cuenco grande. En cuanto lo depositó al centro JangHyun no demoró en hundir su cuchara para probar tan majestuosa creación—. Porque se quedarán a dormir, ¿no es así? —insistió ella con una gran sonrisa en los labios como prueba de lo feliz que estaba siempre que veía comer a Jannie y a Hyuk en su mesa.

Adagio [EunHae]Where stories live. Discover now