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A medida que crecían, DongHae y DongWook encontraron un interés afín sin darse cuenta: cuidar de Emma.


El inicio de la relación fue un tanto repentina al grado de que, aún hasta la fecha, no recodaban con exactitud cómo fue que el lazo se volvió tan fuerte. No era del todo una novedad. Teniendo tan buena conexión entre familias debido a los negocios casi parecía obvio que en algún punto los tres encontrarían cierto refugio en sí mismos para volver más amenas las reuniones de sus respectivos padres.


Con ingresos económicos bastante convenientes, el trío supo guiar los rumbos de su amistad por los intereses compartidos. Salidas nocturnas, viajes improvisados, borracheras espontáneas, todo eso sin que la personalidad de cada uno significara un obstáculo.


Aún si DongHae era una persona más reservada, o si DongWook no toleraba las reuniones en masa no había mayor inconveniente que las quejas débiles de quienes se sacrificaban por el grupo.


Emma sabía cómo convencerlos. Era el pilar. La pieza esencial. Aquello que les ayudaba a embonar a pesar de las discrepancias.


El conflicto que generó la ruptura fue el enamoramiento de ese pilar.


La chica no pudo con la presión. Porque, por un lado, estaba la repentina confesión de un DongWook que alegó sentirse atraído por ella desde hace tanto tiempo. Y, por otro, se encontraban sus propios deseos.


En su cabeza no había otra cosa mas que Lee DongHae. Se volvió casi una obsesión. Casi un peligro.


Resguardada por el velo del cariño que el rubio le proveía fraternalmente, no lidió con inconvenientes al proponerse ahuyentar a las posibles novias de su amigo (siempre ayudada por DongWook).


¿Con qué palabras podía definirse aquello? ¿Un triángulo amoroso? Incorrecto.


Lee DongHae todo el tiempo se definió a sí mismo como la pieza que colgaba del tendedero sin establecer una dirección exacta con los sentimientos de sus amigos (los cuales conocía silenciosamente). A ello se debía que dejara en claro sus limitaciones con Emma. Es decir, ¿cómo corresponderle a una persona que, hasta la fecha, continuaba viendo con los ojos de un hermano?


La vio crecer. La vio volverse mujer. La vio formar su personalidad. Y la apoyó en todo momento. ¿No era eso lo más parecido a tener una hermana? Porque, aunque no lo dijera, DongHae solía refugiarse en la peliroja por la abrumadora proyección de sus recuerdos de la infancia.


La pequeña Lee Bada cumplía media década cuando falleció de neumonía. DongHae nunca pudo olvidarla. Todavía escuchaba a lo lejos el rumor de su vocecita cuando la mañana llegaba a los pies de casa. Los balbuceos. Los pasitos en el corredor. Las rabietas provocadas por el apetito.


Quizá la convivencia no ocurrió durante la madurez necesaria para que DongHae (con apenas once años) entendiera lo que estaba pasando tras enfocar a su madre tirada en el suelo del hospital para llorar la pérdida. Y puede que tampoco hubiera procesado con exactitud por qué la gente lloraba frente a una cajita bañada en oro en la que, según los asistentes a la despedida, "se guardaban los restos incinerados del angelito". Sin embargo, la sensación de ausencia quedó grabada. Y nunca consiguió superarla.

Adagio [EunHae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora