16.

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Y como ya empezaba a hacérsele costumbre no se sorprendió demasiado al estirar uno de los brazos para descubrir que, una vez más, se encontraba solo en la cama.


Estando boca abajo con la cabeza casi hundida en la almohada al menos podía procesar su lento despertar antes de encontrarse con la luz solar que recordaba ingresar salvajemente por la ventana de la habitación en la que descansaba.


Mucho fue su desconcierto al abrir uno de los ojos y notar que su alrededor continuaba a oscuras. Pensó que quizás las cortinas estaban cerradas. Sin embargo, al dirigir la mirada a la dirección opuesta se tropezó con el reflejo de un cristal totalmente expuesto que dejaba una vista perfecta al exterior.


Aún era de noche.


O tal vez de madrugada debido a la sensación helada que abrazaba cada rincón de esas paredes. Incluso acompañada por una sutil capa de neblina.


Lee Hyukjae ya no tuvo capacidad de volver a conciliar el sueño dado que, a medida que sus ojos descendían por el largo de la cubierta transparente, halló en el sillón la silueta negruzca de un cuerpo que se abrazaba a sí mismo con las piernas encogidas.


Y temblaba. No sabía si por el frío o por otros motivos que ambos se aferraban a no compartir ni conocer, pero temblaba.


El rubio DongHae seguía completamente desnudo. Cobijado por la sutil luz que llegaba de la luna. Apenas alumbrando una mínima parte del lugar. Mientras, al fondo, el escenario del mar era incierto. No se distinguía del todo a menos que los ojos se entrecerraran para ver la separación entre cielo y agua.


El peliazul se giró despacio sobre el colchón. No supo en qué momento de la noche se llevó una sábana al cuerpo pues estaba ya bien cobijado por ella. ¿O habría sido el violinista quien le cubrió?


No importaba demasiado. Porque a medida que le volvía la paulatina recuperación de sentidos previa a su despertar sus oídos se fueron aguzando. Tanto así que fue consciente de cómo el chico de cabellos claros sollozaba en voz baja. Si acaso sorbía la nariz como prueba de un mal al que Hyukjae tenía toda la libertad de mantenerse al margen.


Pero también de intervenir.


Sus piernas reaccionaron instintivamente. Cuando menos pensó se encontraba ya a un paso de llegar a al hombre vencido sobre el sofá.


Y sólo estando cerca consiguió distinguir mejor la contractura de una anatomía palpitante que a los pies se acompañaba por un par de cuencos blancos, pequeños y vacíos con sus respectivas tapas arrojadas unos centímetros a lo lejos.


DongHae sostenía un tercero. Lo estrujaba con su puño al grado de que los nudillos se le marcaban salvajemente.


Hyuk se fue inclinando despacio aguantando las ganas de analizar de qué eran esos recipientes. Sólo se concentró en auxiliar de alguna forma a quien no paraba de jadear con ciertos ahogos guturales. Estiró la mano. Quiso acariciar su cabello. Se detuvo. Bajó hacia el hombro. Pero no pudo.

Adagio [EunHae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora