11.

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Dos semanas enteras pasaron desde que Lena aceptó algo de mi... ¿Amabilidad? No estaba muy claro qué era exactamente nuestra clase de amistad pero bueno, habíamos avanzado.

Los primeros días insistí de manera considerable en que comiera. Algo que no había notado antes era que estaba muy delgada. Lena se negaba rotundamente a comer en la mañana, según ella la dejaba con náuseas luego. Tampoco iba a almorzar a la cafetería pero no me iba a rendir tan fácilmente, le llevé una bolsa de papel con un par de emparedados de queso y no tuvo más remedio que aceptar.

Días más tarde y para mi gran sorpresa; Lena no había desaparecido. No se fue como era común pero no iba a sus clases tampoco. Solamente se quedaba en su habitación durmiendo o leyendo.

Teníamos pequeñas conversaciones de vez en cuando pero Lena se limitaba a responder con frases cortas y un par de síes y noes. Se ponía rígida si yo estaba muy cerca y volvía a su habitación minutos antes de que Maggie llegara.

Mi amiga no sabía que ahora me llevaba mejor con nuestra compañera de cuarto pero es que no había sentido en decirlo y enfrentarme tan precipitadamente a los cuestionarios de Maggie no era bueno.

Se acercaba mi primer exámen de biología y aún tenía que terminar un ensayo entero sobre recursos periodísticos. ¿Quién me manda a estudiar dos carreras a la vez? Dejé caer la cabeza entre mis brazos y por un momento quise echar el par de libros por los aires. Había un tema que no lograba entender y mi mente no se concentraba en lo más mínimo.

—¿Ya estás en el rincón de la amargura?

La voz de Lena me asustó, haciendo que dejara caer el lápiz que sostenía y rodara hasta chocar con sus botas. Llevaba el cabello suelto y lacio, una camiseta azul a cuadros que no habría imaginado nunca que ella usaría, un jean negro y rasgado y, cuánta sorpresa, la chaqueta de cuero que dudaba que se la quitara para bañarse. Llenó la taza que había visto en su habitación, la de la torre Eiffel, con algo de café de la mesada y se agachó para levantar mi lápiz.

—¿Qué sigue luego de la amargura? —pregunté mientras Lena tomaba asiento a mi lado y ojeaba mi montón de hojas y libros.

—Desolación, desesperación. Posible abandono de tus facultades y falta de cordura.

—Ya. En algún lugar de por ahí me encuentras.

Bebió un sorbo y alargó la otra mano en busca de otra hoja.

—¿Tienes problemas con esto? —preguntó viéndome a los ojos. Tenía bolsas oscuras bajo los suyos pero el color verde seguía destacando en su mirada.

—Hay algo de esto y aquello que no lograré entender para mi examen.

—Hubieras recurrido a mí. He leído esto decenas de veces en la biblioteca de mi casa.

—¿Tienes una biblioteca en tu casa? —claro que la tiene, Kara, no seas idiota. Es Lena Luthor.

—Sí, la tengo —por el deje de desgano y como pronto cambió de tema, imaginé que no tenía intención de hablar de aquello—. Pasé muchas horas leyendo libros no acordes a mi edad cuando era pequeña, creo que algo se me ha quedado. Déjame echarle un vistazo.

—No es necesario que te molestes.

—No tengo otra cosa que hacer, Kara —dejó la taza a un lado y se dispuso a leer. Mi cabeza no tuvo mejor idea que ponerse a molestar y doler debido a los sonidos del exterior que no podía ignorar. Conversaciones, gritos, risas, máquinas... Incluso podía escuchar los generadores andar. Mis oídos estaban decididos a descontrolarse. Me llevé una mano a la frente de la manera más natural posible y traté de concentrarme en algo distinto. Lo único que pude hacer fue observar a Lena. Se había tomado la libertad de escribir unas cuantas definiciones en una hoja apartada, buscó en mi libro un dibujo y lo comparó con el que ella misma había hecho. ¿Cuándo se había puesto a dibujar? Mi atención cayó en la manera en que mordía sus labios con total concentración, en paz, sin nada confuso o misterioso que cargar en sus hombros. Solo era Lena.

My Yellow Sun; Supercorp.Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα