122. Solo una humana.

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Estudiaba las páginas de un libro de mitología griega cuando Lena volvió con dos tazas de café.

Me había tomado la libertad de entrar al cuarto en el que guardaba sus libros, ese en el que también había plasmado sus más hermosos dibujos. Pero no quería mirar al ángel y el demonio ilustrados a la perfección en las paredes, así que solo cogí el libro más cercano y me senté en una banqueta baja.

Debían de ser más de las tres de la mañana en el momento en el que se sentó en un sillón a un metro de mí. Una mesa pequeña entre nosotras nos separaba.

—A mi madre le gustaba mucho la mitología —dijo con una sonrisa. Miraba el libro en mis manos con un cariño triste—. Eso solía decirme Lex y lo comprobé al obtener su biblioteca personal. Ella tenía un... gusto extraño en literatura.
—¿Le escribiste otra vez? Después de la universidad.
—¿A ella? No. Sentía que nunca me conformaría con el resultado. Esa carta de la que te hablé fue lo único que le hice —murmuró. Cuando sus ojos se movieron al demonio en la pared a nuestra derecha yo bajé la vista—. De todas formas hace mucho tiempo no escribo.
—¿Por qué?
—¿Por qué hacerlo? —bebió de su taza y cerré el libro con suavidad, lo que menos quería era arruinar otra cosa en su vida—. Conlleva esfuerzo, tiempo, imaginación y... No tiene sentido. No ahora.
—Es un talento que no puedes abandonar, solo tenlo en cuenta.
—¿Cómo te has sentido últimamente?

Me tomó desprevenida y sin respuesta.

Era un patético desastre desde el momento en el que supe que no volvería a recuperar mis poderes... ni lo que era antes. Todo estaba perdido y no sabía qué partes de mí seguían en su lugar. O siquiera qué había aún. Aunque de algo estaba segura: mi amor por ella seguía intacto.

—Es una pregunta difícil con respuestas aún más complicadas —musité viendo el lomo de un libro justo a mi lado. Historia europea—. Pero no lo sé. La realidad es que no sé cómo me siento.
—Debe ser difícil vivir de pronto...
—¿Como una persona normal? —una sonrisa sin gracia se me dibujó en los labios—. Sí, tal vez. Pero trato de adaptarme a la velocidad humana. Algunos cambios siguen sin ser fáciles de soportar.
—Lo siento. De nuevo.
—Deja de decir eso. Estoy viva gracias a ti.
—¿Te sientes viva? —tomó mi tonto silencio de la forma equivocada—. Eso me temía.
—Lena, no... Por favor. No tienes la culpa de esto, ¿por qué no quieres entenderlo?
—Porque por mucho que lo digas seguiré cargando con el peso de no haber hecho lo suficiente. ¿Sabes cómo es? ¿Sentir que tuviste la más grande oportunidad frente a ti pero cometer un error?
—Sabes que sé cómo es, Lena. No hice más que equivocarme desde que llegué a este planeta.

Se levantó para ir a ver el ángel en una de las paredes. Las líneas que creaban el hermoso dibujo me seguían pareciendo perfectas.

—No sé si alguna vez te dije cómo me sentía realmente en la universidad. Con respecto a Lionel, con lo que debía hacer —el nombre de aquel monstruo se revolvió en mi mente y me dejó una sensación desagradable en el estómago. Como un peso muerto—. Te conté muchas cosas, pero no solía decirte lo mal que... todo estaba cuando pedían mi presencia.
—¿Quieres hacerlo?

Sus dedos tocaron con delicadeza el cinturón de cuero del ángel. Tenía una mirada perdida... indescifrable. El ángel y Lena. Fuese cual fuese el pensamiento que rondaba en su cabeza, no debía de ser nada agradable.

—Algunos clientes eran muy gentiles y por la misma razón los odiaba. Porque tenía que fingir el doble con ellos, pretender... que me encantaba compartir cuarto con desconocidos. Que adoraba la conversación y el juego previo. Con los demás, con los menos amables, se volvía fácil. Me encargaba de cumplir mi papel con el alma desalmada que me tocaba. Pero todos ellos, la gran mayoría... eran terribles. Ofrecían más dinero por servicios especiales y Lionel estaba encantado. No le importaba en lo más mínimo lo que yo quería, si lo quería o lo que me harían. Hubieron muchos así ¿sabes? Personas terribles. Si te digo la verdad, no sé cómo sigo viva. Cada noche me iba a dormir y sentía tanta repulsión, tanto odio —sus ojos abandonaron el dibujo y se posaron en mí, suavizándose al instante—. Muchas de esas noches, cuando ya te conocía, tú eras todo lo que tenía. Te habías ganado un lugar en mi corazón y yo... no podía decirte el tipo de cosas a las que debía someterme a veces, incluso al estar ya juntas. Era vergonzoso, y lamentable y me preocupaba que no fueras a verme del mismo modo. Así que me guardaba todas mis emociones y pretendía ignorar lo que había hecho hasta que solo lo dejaba a un lado. Hasta la próxima vez que ocurriera. Siento mucho eso. El haberme cerrado contigo.
—Estabas mal, Lena, no tienes que disculparte por lo que te hicieron pasar. Yo soy quién tiene que lamentarlo. Tenía esos... poderes y me quedé de brazos cruzados mientras te hacían daño.

My Yellow Sun; Supercorp.Where stories live. Discover now