52.

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—Creí que te quedarías en el hospital hasta que... ¿Kara? Hey, ¿qué pasó? Te ves como si te hubieran clavado cien agujas en los ojos.
—Aprecio tu honestidad —sorbí mi nariz y Maggie me guió hasta el sofá.
—Oh, no, dime que Lena no se...
—No, no —le interrumpí rápidamente—. Lena... Está bien, despertó y, uh... Bueno ella me... Terminamos.
—¿¡Que hicieron qué!?
—No grites.
—¿De qué estás hablando? ¿Cómo que terminaron?
—Lena así lo quiso.
—¿¡Lena!? ¿Lena te dejó? —su incredulidad no me hizo sentir mejor—. Lena está con la cabeza en las estrellas cada vez que te ve, no hablas en serio.
—Maggie, nunca he hablado más en serio.

Me contempló un instante sin saber que decir. No la culpaba, yo ni siquiera podía procesar una sola idea razonable. Jugué con la manga de mi camiseta como si fuera a detener tan sencillamente todo ese dolor.

—Lena está loca por ti, nunca te dejaría porque ella lo quisiera —señaló con el entrecejo fruncido—. Tiene que ser algo más, debe haber otra cosa.
—No, fue bastante clara en cuanto a decirme que no me necesitaba en su vida.
—¿Eso te dijo?
—Creo que mejor voy a dormir —dije levantándome, no queriendo seguir con el tema y creyendo que tal vez serviría de algo escapar unas horas de la realidad.
—Kara —llamó mi amiga cuando ya estaba en la puerta de mi habitación—, estoy aquí si quieres hablar pero no te cierres.

Solo le sonreí. Fue una sonrisa estúpida y sin emoción. Maggie estaba notoriamente preocupada y habría insistido en quedarse conmigo si no supiera cuanto necesitaba estar sola. Al sentarme en la cama lo primero que vi fue un libro en el suelo junto a la mesa de noche. Era de genética y de los días donde había tenido pensado estudiar biología, pero ahora solo había caído en algún momento y allí había quedado. Como todo lo demás, la verdad.

Lo tomé y lo abrí donde un papel marcaba una hoja cualquiera. Si tan solo hubiera ignorado el condenado libro no habría visto el dibujo que Lena me había regalado hace meses cuando nos conocimos. Cuando me regaló esa rosa con espinas, tan delicada y bella, sobre la ecuación y me dijo su nombre.

«Lena», tan solo pensar en su nombre dolía y aunque tuve todas las ganas de quemar ese pequeño recuerdo de papel no lo hice. Entre mis manos sostenía lo único que conservaba de ella y si es que no podía sentirme más idiota seguramente era lo único que me quedaría cuando las noches se volvieran más frías y solitarias. Me había acostumbrado a dormir con Lena, nada más allá de sus besos a mitad de la noche o las palabras susurradas en mi oído, pero me daba tanta paz tenerla cerca que solo al echarme en la cama entendí lo difícil que era saber que no volvería a pasar.

¿Si había dudado? Por supuesto. Desde que Lena comenzó a decir todas esas cosas supe que Lionel seguramente tenía que ver. Aún así no quitaba el hecho de que yo no había sido capaz de decirle que no me importaba esperarla, que mi intención no era presionarla, tan solo quería protegerla. No pretendía que creyera que le estaba poniendo un ultimátum o que si no se detenía la dejaría, nunca había sido nada de eso. Pero admitía que había sido un grave error decir las cosas como las dije.

Tenía la esperanza de que si intentaba hacerle entender de alguna manera me dejaría ayudarla. Pero había algo de razón en sus palabras. No puedes ayudar a alguien que no quiere tu ayuda. Lena aún no estaba lista y vaya a saber por cuáles tantas otras razones, pero la estúpida pelea había servido para acabar con todo.

Me había percatado de la rigidez en su mirada, tenía que haber sabido en ese instante lo que ocurriría.
Dejé el dibujo otra vez en su lugar y aunque por casi media hora mis pensamientos no me dejaron conciliar el sueño el cansancio me ganó.

Los siguientes dos días fueron un tormento. En mis clases era imposible concentrarme y en la cafetería había cometido varios torpes accidentes. Solo algunas tazas rotas y platos que no toleraban mi excedida fuerza. Me habían enviado a la cocina para lavar las vajillas pero hasta eso contaba como una complicada tarea. Casi hago añicos un vaso de cristal cuando Elizabeth apareció a mi lado. Me escudriñaba en silencio, observaba. Por unos cuantos minutos se quedó sólo mirándome, hasta que habló;

My Yellow Sun; Supercorp.Where stories live. Discover now