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Apenas abrí los ojos me encontré con una Lena despierta, leyendo y bebiendo de la taza humeante. Me costó orientarme y recordar todo lo que había pasado ayer, se sentía como un sueño. Lena estaba medio sentada cuando giró la vista hacia mí y las comisuras de sus labios se elevaron para beber otra vez. Puso el libro en su regazo y se estiró hasta la mesa a su izquierda, me acercó una taza con un fuerte olor a café.
Una vez me pude sentar lo agarré y froté mis ojos. Lo mal que estaría luciendo, Rao.

Estiraba mis brazos cuando noté que Lena se acercaba y me daba un beso en el cuello, un par de segundos sus labios se quedaron en mi piel.

—Buenos días.
—¿Llevas mucho despierta? —pregunté todavía con la mezcla de nuevas emociones que ese gesto me había causado. Bebí del café y el líquido caliente bajó por mi garganta.
—Unos cuarenta minutos, son cerca de las diez.
—¡¿Las diez?! —repetí alarmada. Tenía que volver a clases y de hecho también al trabajo. Oh mierda, mi trabajo, Elizabeth me mataría. Dejé a un lado el café pero cuando estuve a punto de levantarme Lena me tomó del brazo. Se deshizo de la taza y el libro y me dio toda su atención. No sé si sus ojos se veían generalmente así por la mañana o en especial hoy estaban más claros.
—Han reportado plaga de hormigas en varias aulas así que cancelaron las clases.
—¿Qué? —¿acaso esta universidad tenía algún tipo de maldición? Aunque eso me calmó considerablemente y la posibilidad de quedarme con ella fue tentadora gruñí molesta. Malditas responsabilidades. Tenía que volver a la cafetería o me despedirían. —Ya, pero sabes que tengo que trabajar, no todos somos ricos como tú.
—Pero ya son más de las nueve, de hecho es bastante tarde y tu jefa no se molestará si le explicas.
—¿Y qué le explico? —pregunté relajándome por un momento, mis ojos cayeron a sus labios. —¿Qué estaba en la cama con mi compañera de cuarto y no me dejó ir?
—Si quieres —dijo ocultando una sonrisa sin mucho éxito. Sin saber cómo lo hizo terminó colocándose sobre mí, nuestras manos estaban unidas y yo comencé a reír de la nada. —Puedes decirle eso.
—Buscas que me despidan.
—No te despedirán —nuestras manos se juntaron sobre mi estómago, sí, aún al descubierto, Lena tenía puesta una camiseta blanca.
—¿Y cómo lo sabes tú, niña inteligente?
—Sé muchas cosas —susurró inclinándose y buscando mis labios. Tenerla de esa manera sobre mí no estaba siendo la mejor de las ideas. Ciertas partes de mí comenzaron a olvidar mis obligaciones y aunque traté no me resistí a devolverle el beso. —Te quiero aquí.
—No estás ayudando.
—Me alegro entonces —murmuró en mi boca.

Perdí la cuenta de los besos que intercambiamos hasta que Lena se separó y volvió a su sitio. Mi sonrisa era enorme y tuvo que apartar la cara antes de que pudiera verla sonrojarse pero ya era tarde. El ligero color rosado en sus mejillas pálidas me hizo sentir feliz.

—Ya, lo siento, tienes razón. Tienes que ir, no creo que se moleste demasiado que llegues un poco tarde.
—Una hora tarde —le corregí y puso los ojos en blanco.

Nos levantamos y no estuve segura del porqué pero quise hacerlo de todas maneras.

—¿Me acompañas? —se giró con una expresión algo diferente, era una de esas miradas que me solía dar cuando la conocí, cerrada y fría. Preferí pensar que era normal y no se daba cuenta. Después de colocarse la chaqueta finalmente respondió.
—¿Quieres que vaya contigo?
—Podría servirte el desayuno, ¿quizás? Algo mejor que el café.

No debía haberle preguntado en un primer momento, no sugerirle nada en absoluto. La frialdad usual de Lena volvió como si hubiera estado queriendo alcanzarme desde hace rato. Lo pensó mientras se colocaba las botas de cuero sentada en la cama. Todo en silencio. Me sentía una completa estúpida ahí parada.

—Por supuesto —contestó poniéndose de pie, esa oscuridad que había llegado de golpe se había disipado considerablemente al volver a verme. Al caminar hasta mí, bajó la vista a mi tan casual vestimenta y alzó una ceja. —Pero dudo de que quieras ir así.
—¿No te gustaría? —rió y tuve que contenerme de besarla.
—Si fuera por mí te vería así siempre pero primero, te enfermarías y no queremos eso otra vez. Segundo, sí que te despedirían al instante.
—Está bien, iré a arreglarme.
—Te esperaré en la sala.

My Yellow Sun; Supercorp.Where stories live. Discover now