50.

9.7K 1K 354
                                    

L.

—Te ves decente esta noche —Lionel esbozó una sonrisa ruin antes de soltar mi barbilla y volver a sentarse detrás de su escritorio.

El vestido que apretaba en mis caderas me molestaba y dolía pero había cosas justo ahora que me hacían sentir mucho peor. Permanecí dura como una roca, sintiendo que el sofá donde me sentaba estaba a punto de tragarme. No sería tan mala idea.

Tenía frío. Alguien había abierto las ventanas pero yo era la única que a esta hora de la madrugada tenía mucho menos que ropa puesta. El vestido azul oscuro que tenía puesto no era de lo más adecuado en cuanto a abrigo, pero así eran las cosas.

Evite girarme cuando escuché pasos detrás, seguramente más guardias de Lionel. No tardé en ver a los mismos idiotas de siempre con esas expresiones desagradables, mirándome con vehemencia y riendo para sí mismos.

—No hay clientes esta noche, Lena —dijo mi padre con voz suave—. Pero mis hombres también necesitan una alegría de tanto en tanto. ¿No crees?

No oculté mi expresión de asco ni el odio que sentía hacia él. Si pudiera exprimir toda mi repugnancia y convertirlo en un dolor que Lionel pudiera sentir por supuesto que lo haría.

Él me observaba desde el otro lado. Expectante y sereno, como siempre, provocando que mi rabia se multiplicara con cada segundo que pasaba. Llegué muy rápido a la conclusión de que no dejaría tocarme por ellos. Apreté la mandíbula, me mantuve firme, pero me aferré a la idea de que nadie me tocaría un pelo hoy.

No podía permitirme volver por la mañana y ver a Kara tan radiante y feliz como si nada. No esta vez. El precio sería alto por negarme, otro día esto volvería a pasar, Lionel volvería a insistir solo para querer verme quebrar. Pero no hoy.

—No.
—¿No? —repitió con una sonrisa y los hombres a su alrededor rieron.
—No, padre.

Lionel supo al instante lo que estaba diciendo y su sonrisa se esfumó. Solo quedó el brillo rabioso en sus ojos que indicaba que tendría mi merecido por hacerle frente y oponerme. Tragué cuando me levantaron del brazo, con mucha fuerza y clavándome los dedos en la piel. Lionel hizo una seña y dos hombres se acercaron.

—Encarguense. Que sepa cuáles son las consecuencias —dijo mirándome fijamente, girando el anillo de su dedo con mucha lentitud—. Pueden jugar con ella todo lo que quieran cuando terminen de golpearla.

Ya estaban sacándome a rastras cuando comprendí que no solo eran golpes lo que obtendría. Me sentí enferma, sucia y cansada. Había intentado hacer algo bien sin importarme lo que pasaría y todo se había tornado para peor. Aunque quise pensar en algo más y concentrarme en otra cosa sabía de antemano que me sería imposible.

Kara.

—¿Lena? ¿Eres tú?

Del otro lado de la línea una respiración irregular era todo lo que podía oír. El número en pantalla marcaba como privado pero no podía ser nadie más. Mi pecho se contrajo al pensar en que quizá estaba herida, lejos en alguna parte que desconocía y sin nadie para ayudarla. Mi corazón latía con una fuerza desmedida y temía que si no controlaba lo que hacía el celular en mis manos estaría hecho añicos en segundos.

—¿Lena? Por favor dime dónde estás.
—En una... No puedo recordar —murmuró con una voz irreconocible.
—¿Estás herida? ¿Qué es lo que han hecho?

Solo hubo silencio pero Lena seguía todavía ahí. Su respiración se debilitaba de a momentos, se volvía más leve. Lo más probable era que se estuviera durmiendo o algo mucho peor.

My Yellow Sun; Supercorp.Where stories live. Discover now