115. Mi vida por la suya.

10K 1K 368
                                    

Miraba los químicos frente a mí una y otra vez. Eran cinco, ordenados por nombre, y los estaba estudiando hace ya más de una hora. Pero eran más de las dos de la mañana cuando Maggie se acercó a mí y me entregó un café. Era el cuarto en lo que iba de la noche y lo único que mantenía mi cerebro despierto. Me deslicé en la silla y mi cuerpo entero se estremeció. Maggie me observó consternada.

—Hace dos días que no duermes.
—No puedo conciliar el sueño.
—¿Algún avance?
—Su sangre rechazó la mayoría de las composiciones —susurré bebiendo de la taza caliente. Percibí cierto gusto a whisky y mi cabeza lo aceptó de buena manera. Los ojos de Maggie brillaron y repuso rápidamente con entusiasmo:
—¿La mayoría? ¿Entonces hay algo, verdad?
—Los otros compuestos aniquilaron sus células. No puedo identificar en su totalidad de qué se compone el virus y por lo tanto no puedo contrarrestar ninguno de sus efectos. Es como intentar curar... —cerré la boca. Cáncer. Otra de las palabras malditas—. Trabajamos a ciegas.

Maggie volteó a ver a la decena de científicos trabajando en las diferentes muestras que habían tomado de Kara. Los mejores que pude encontrar, contando a un par del DEO, demasiado bien pagados para que se concentraran solo en buscar algo a lo que aferrarnos.

Eliza, la madre de Kara, venía cada ciertas horas a ver cómo iba todo. No podía soportar la esperanza que se desvanecía en sus ojos cuando tenía que decirle que aún no teníamos resultados. Era de lo más triste sentir que todas las opciones se me escapaban de las manos y que el tiempo se agotaba, no solo para Kara, pero también para mí.

Cuando me enteré de que Jeremiah no salía de su laboratorio y por eso no se hacía presente lo primero que pensé fue que estaba buscando una solución por su cuenta. Y por poco muevo cielo y tierra para pedirle que viniera a trabajar con nosotros. Pero Eliza, desanimada y con la voz tan rota como dura, me explicó que lo que el padre de Kara hacía no involucraba ni de lejos a su hija. En resumen no le interesaba si vivía o moría. Solo eran experimentos tontos, cosas para entretener sus días como si el mundo no existiera. Probablemente había perdido la cabeza hace rato, pero no me lamenté demasiado. Poco me importaba un hombre que no tenía nada de interés por su familia.

—Insisto en que tienes que dormir al menos un par de horas —la voz de Maggie me sacó de mi ensimismamiento y apuré el resto del café antes de levantarme.
—¿Cómo está Kara? ¿Aún no rechaza la sangre de su primo?
—Por el momento no han habido cambios —replicó sin ánimos—, pero tendremos que desconectarla de Kal en algún momento. Lois está...
—Tú dile a Lois Lane que su adorado héroe no acabará drenado. En sesenta y cuatro horas apagarán la máquina, él se irá caminando y solo queda que la herida de bala aguante lo suficiente sin la sangre de su primo.
—Lena.
—¿¡Qué!?

Tuve que dejar el tubo de ensayo en su sitio para no romperlo. No era mi intención gritarle, ni siquiera me había dado cuenta en el momento, pero estaba tan exhausta y cansada de no tener ningún resultado, de no ser más inteligente para saber cómo curarla. Tal vez debí estudiar más, concentrarme más, investigar más.
La mitad de los científicos nos echaron miradas antes de seguir con lo suyo y yo suspiré. Guardé las últimas muestras y me deshice de los guantes descartables.

—Sé cómo te sientes, créeme que lo sé. Pero tienes que pensar en ti por una vez. No puedes trabajar de esta manera y estoy segura de que en el fondo lo sabes. ¿No crees que es hora de que descanses ese maldito cerebro nerd tuyo? Te prometo que con la mente despejada podrás pensar mejor.

Nos habíamos alejado hasta la salida y el frío de la madrugada que entraba por una ventana cercana me despertó un poco. Me sentía tan débil para cualquier cosa. Débil para pensar, débil para quejarme, débil para negarme a nada. Dejé mi cabeza caer junto al marco de la puerta y la expresión de Maggie me recordó a la de Kara seis años atrás, cuando tenía que curar mis golpes y heridas, como sintiendo el mismo dolor.

My Yellow Sun; Supercorp.Where stories live. Discover now