104. Solo sabes lastimar.

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Decidida a no meterme en su privacidad sin permiso opté por no dejar que mis oídos escucharan de más y seguí con mi trabajo.

Como veinte minutos después lo ví salir con aquella misma sonrisa brillante y despedirse de todos en el camino. ¿Qué asuntos podría tener él aquí? Sin quererlo reparé en Lena, quien seguía mostrándose igual de seria, sin despegar la mirada de la computadora. Pensé entonces que un correo no haría ningún daño y no podría cabrearla mucho ¿no?

Kara Danvers: Oye, no estoy muy segura de cómo hacer o decir esto, pero ¿crees que podamos hablar?

No habían pasado ni diez segundos de que lo había enviado que Lena levantó los ojos hasta mi dirección. Ese simple gesto no solo generó que los recuerdos se removieran otra vez sino que mi propio corazón de inquietó al recibir esa pequeña atención. No es que me viera de alguna forma especial, pero su mirada... Era tan intensa que me pregunté si había pasado algo ayer que escapase de mi conocimiento.

Pero al segundo siguiente volvía a su computadora y si mal no veía estaba escribiendo.

Lena Luthor: ¿Con cuál fin? No me parece que haya nada de lo que hablar.
Kara Danvers: ¿Harás de cuenta que la noche de ayer no existió?
Lena Luthor: No es lo que dije.
Kara Danvers: ¿Entonces podríamos hablar luego?
Lena Luthor: Bien. Ven a mi oficina a la hora de tu almuerzo.

Estuve cerca de suspirar de alivio antes de recordar que estábamos a pocos metros de distancia y podía verme. Respiré una, dos, tres veces y me concentré en mi artículo. Al menos ya podía escribir sin que mi cabeza recurriera con tanta frecuencia a lo sucedido la noche anterior.

Pero lo que pasó un par de horas más tarde me hizo querer correr a esconderme bajo la primer piedra que hallara.

Resulta que Lena había salido de su oficina para hablar con su secretaria y otro empleado, uno de los periodistas de la sección de tecnologías, quien estaba para gran broma del destino en el escritorio a mi derecha. Luego, unos cinco minutos después de que la jefa hubiera salido de su oficina, ví a Sage pasar por mi lado. Según lo que escuché al aire necesitaba un favor.

En resumen estaban las dos a menos de dos metros de mí. Ariel, mi agradable compañera que era la copia de Maggie para avergonzarme en casos de emergencia no tuvo mejor idea que acercarse a mí para preguntarme si quería algo de la máquina expendedora. Sus ojos se abrieron de la misma manera que mi amiga esta mañana al ver la marca morada en mi cuello, aunque le divertía mucho más según la sonrisa que se formó en sus labios.

—¿Quién te chupó así el cuello? —exclamó entre risas, golpeando mi brazo juguetonamente.

Vale, hora de saltar por la ventana.

Lo había dicho tan alto que no era posible que Lena o Sage no hubieran escuchado pero no quería mirar a ninguna de las dos. Estaba, como se dice... Jodida. Y ya de por sí las mejillas me quemaban bastante como para decir algo que hiciera a varios de los allí presentes apartar la vista de nuestra dirección. Hasta el silencio se había expandido por toda la oficina.

—¿Qué? —preguntó Ariel todavía más alto, pero hacia los demás, ella parecía la única que no entendía porqué nos miraban con tanto interés. Finalmente, gracias a Rao, siguieron todos con lo suyo. Sin quererlo ví a Sage mirándome con un semblante... ¿Triste? Dejó de verme al instante en que la descubrí.
—Tengo que presentarte a mi mejor amiga —le susurré a Ariel en un suspiro—. Se llevarían tan pero tan bien.
—Es que tú te escandalizas por todo, Kara. ¿Ya me dirás con quién te acostaste?

Evité mirar a mi derecha. Lena seguía ahí, seguía tan cerca y... ¿Se acordaría ella de todo lo que había pasado anoche? No estaba muy segura si quería que la respuesta fuera un no.

My Yellow Sun; Supercorp.Where stories live. Discover now