113. Un mundo donde no estás.

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I lay awake and the fallen
hero haunts my thoughts.
How could you leave
me this way?

No es nada difícil encontrar un café en París. Me había mojado un poco al salir de mi departamento, solo un par de calles hasta hallar el café con un toldo que pudiera resguardarme de la lluvia.

Me senté en la mesa más alejada de los otros dos extraños que conversaban en francés y un camarero llegó en segundos para pedir mi orden. Solo pedí un chocolate caliente, con un ya perfecto acento.

La calle estaba bastante desierta y es que nadie se pondría a hacer turismo o pasear en un día tan feo como este. Llovía a raudales y de tanto en tanto el agua me salpicaba aunque estaba bastante cubierta por el toldo.

Saqué de una mochila un libro y la portátil. Le eché un vistazo a los señores que no se habían inmutado de mi presencia, o simplemente no les importaba. ¿Les gustaba acaso tomar cafés en días de tormenta? El camarero regresó con una taza bastante grande de chocolate.

—Merci.

Ya eran cinco años de su muerte.

Kara había muerto de camino a la Fortaleza de la Soledad. El mismo Superman la había llevado y tratado por todos los medios de revivirla una vez llegaron, pero sin éxito. A pesar de su velocidad, a pesar de ser él quién siempre salvaba el día, no había logrado ayudar a la única que había hecho todo por salvarlo a él. Ya no le guardaba rencor pero no toleraba escuchar nada sobre el famoso superhéroe.

Maggie fue la que me explicó todo lo que Kara había hecho al irse a Krypton. Sus motivos, lo que había sufrido en su planeta, el dolor al regresar y... Todo.

Maggie de todas las personas que la conocían era quien lo sobrellevó de la mejor manera, si es que puede emplearse el término en esa situación. Fue la única persona que se tragó las lágrimas y organizó el funeral, quién me obligó a someterme a la cirugía y quién se quedó conmigo mientras me recuperaba, a pesar de que el silencio era lo único que existía entre nosotras. Maggie, con una determinación de acero, se hizo cargo del dolor de su familia y el mío a la vez.

Lo habría visto imposible de creer antes de que todo sucediera pero me había sentido tan vacía e incapaz de todo que no pude negarme a ninguna cosa. Era como un cuerpo hueco y sin vida desde el instante en el que abría los ojos y los cerraba. Y en todo momento pensaba en ella.

Pensaba en el momento en el que se puso delante de mí y recibió el disparo. Pensaba en la sangre en el suelo una vez se la habían llevado y en como el olor inundaba toda la oficina. Recordaba la sustancia en mis manos. Podía sentir aún la espesura tibia bañar mis dedos con tanta claridad que me aterraba.

Muchas cosas de aquel día todavía me perseguían.

Sus ojos antes de cerrarse y hasta la lentitud en sus respiraciones... Por mucho tiempo no dejaba de odiarme a mí misma porque después de todo había sido mi culpa. Mi culpa por hacerla aparecer allí, por no encontrar su cura a tiempo, por no haberme encargado de Sage cuando había tenido la oportunidad. De todas las maneras en la que lo pensaba era mi culpa y eso me carcomía durante noches enteras.

Pero entonces recordaba que Kara se habría puesto delante de mí de todas maneras. Con poderes o sin ellos, lo habría hecho una y otra vez. Por mí y por cualquier otra persona. Así era ella. Así de puro era su corazón y así de noble era su alma.

Y solo por ese motivo yo seguía viva. Porque claro que el primer pensamiento que cruzó mi mente fue el seguir su mismo destino, sentía que era incapaz de respirar otro día sin necesitar de su presencia. Pero también estaba al tanto de que si me dejaba morir lo que había hecho por mí sería en vano. Y no podía hacerle eso a Kara.

My Yellow Sun; Supercorp.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora