97. Lo estoy intentando.

8.7K 995 273
                                    

Fui yo quien se separó de Lena al cabo de unos minutos. Me había dejado llevar por el latido de su corazón, por su respiración suave y las manos tranquilas que buscaban hacerme sentir mejor.

Pues había funcionado. Y estaba algo avergonzada. No era yo quien había pasado por un infierno los últimos meses.

—Perdóname, usualmente no soy así —dije mirando como sus brazos acababan por alejarse de mí para cruzarse sobre su pecho.
—Descuida.

Evitando el escrutinio de su expresión miré hacia la ventana. La lluvia parecía jugarme una mala broma.

—Lo mejor será que pida un taxi —regresé a sus ojos verdes, cohibida por lo claros y profundos que eran. Ninguna reacción de ningún tipo, nada, solo me miraba.
—¿Alguien te espera?
—No. Pero es tarde y no quiero causarte más molestias. Además siento que estoy abusando de tu... Granito de arena.

Lena levantó una ceja y medio sonrió.

—Mi aporte para con nuestra futura nueva amistad —comenzó dramatizando— implica ser un poco más... Benevolente. Y por lo que se ve el cielo está que se cae y tu familia no me perdonaría si te parte un rayo.
—Si que cuidas todos los detalles.
—¿Quieres comer algo?

A pesar de que su actitud tan relajada me hiciera dudar una y otra vez, no la abordaría por el momento con la enfermedad que la iba a consumir o... Bueno, todo lo demás. Era extraño que actuara así cuando la última vez que nos vimos, antes del accidente, fue en su oficina para dejarme muy en claro que yo no era muy diferente a los clientes que ella había soportado seis años atrás.

Asentí porque la verdad era que no quería estar sola. Mucho menos dejarla dado lo que había pasado recién. Porque todavía no sabía cómo hacerla sentir mejor.

Cuando regresamos a la cocina el reloj digital en el horno marcaba más de las ocho.

Lena retiró las tazas de chocolate ya heladas y las dejó en la pileta.

—¿Puedo saber por qué la lluvia te tranquiliza? —pregunté incapaz de contenerme. Lena estaba nuevamente dándome la espalda sacando un par de cosas de la heladera. Desde aquí podía ver la línea de la cicatriz en lo alto de su cabeza.
—No me parece buena idea —dijo sencillamente—. Solo es una tontería, de todas formas no quieres saber.
—Sí quiero. Pasó mucho desde la última vez que descubrí algo nuevo sobre ti.

Lena exhaló con pesadez y se volvió para mirarme, apoyando las palmas en la mesada detrás.

—Comencé a odiar los días de tormenta cuando te fuiste y la primera vez que llovió no estabas para dormir conmigo —mantuvo la vista fija en mí, inquebrantable y desolada, recordando quizás todas esas veces en las que yo no había estado a su lado—. Entonces después, estando en ese hospital... Llovió bastante seguido ¿no?
—Por casi una semana, sí.
—Y tú dormías conmigo.
—Recuerdas muchos detalles para mi propio bien —dije avergonzada. Lena no cambió la expresión neutra.
—Dormías conmigo porque el dolor era demasiado y la tormenta fuera me estresaba. Después de que dejaste Londres hubieron unas cuantas noches más donde la lluvia no cesaba pero yo ya estaba mejor. El dolor en mi cabeza había disminuido, pronto podría comenzar a caminar y mi cuerpo ya no se sentía como si me hubieran caminado encima cien elefantes.

Se separó de la mesada y frotó sus ojos, mirando después por la ventana de la cocina como el agua seguía cubriéndolo todo afuera.

—No entiendo porqué durante ese tiempo no volvió a molestarme. Por qué, después de años, no sentí que me iba a atacar el insomnio hasta que la tormenta se fuera. Después de que dormiste conmigo, esa primera noche, solo escuchaba la lluvia hasta dormirme y... Funcionaba. Vaya, suena muy estúpido, pero de algún modo tú ayudaste.
—Eso es algo muy... Bonito.

My Yellow Sun; Supercorp.Where stories live. Discover now