44.

10.4K 1K 251
                                    

—¿Me ves que tengo la estatura para llegar hasta ahí arriba?
—¡Pues yo no voy a poner la mano en ese lugar!
—¿Qué están haciendo?

Lena y Maggie se giraron al mismo tiempo como si las hubiera atrapado robando. Mi novia se quitó un cabello de los ojos y tomó una gran bocanada de aire. A decir verdad las dos estaban algo agitadas.

—Maggie no quiere limpiar la alacena.
—¡Pero no llego hasta ahí!
—¿Ves estas cositas de cuatro patas? Son sillas, ¿las conoces? —dijo Lena señalando con incredulidad una. Reprimí la sonrisa que tan tonta escena me estaba provocando y Maggie bufó.
—Tu novia la delicada no quiere ensuciarse las manos.
—Pues no —saltó la ojiverde cruzándose de brazos. Era toda una niña, pensé—, me acabo de hacer las uñas.
—Lena, eres lesbiana, ni uñas tienes. A ver, muéstrame las manos.

Mi amiga intentó sin éxito agarrar el brazo de Lena pero ésta retrocedía arisca y se libraba con facilidad de Maggie. Las dos decían incoherencias, muy graciosas de hecho, pero en algún momento iba a tener que intervenir.

En dos zancadas estuve junto a Lena. La separé de Maggie quién se quedó en su sitio soltando gruñidos y pasando una mano por su cintura la atraje a mi lado. La sentí incómoda durante un instante, tensa en mis brazos, hasta que al fin se relajó. Volvió su rostro hacia mí y me dio un beso en la mejilla.

—Yo lo limpio luego, no desesperen —indiqué a Maggie quién revisaba su celular con una nueva expresión de querer salir lo más pronto de aquí—. ¿El deber llama?

Mi amiga no dijo nada pero su sonrisa afirmó lo que pensaba, nos saludó con la mirada y se perdió a los segundos por la puerta.

Había estado sola con Lena por la mañana apenas unos minutos. Cuando llegó y fue a verme antes de asistir a sus clases. Yo había ido a trabajar y por lo tanto ni siquiera nos habíamos visto por los pasillos. No había tenido tiempo para preguntarle cómo estaba y me sentía algo idiota por eso.

—¿Te encuentras bien? —Lena tardó un momento en alzar la vista hasta mis ojos. No podía descifrar sus pensamientos, no sabía con exactitud lo que sentía y tenía mucho miedo de preguntar.
—Estoy bien. Contigo.
—¿Necesitas hablar o algo?

Ella negó y no hice más preguntas al respecto. Nos pusimos a comer en su cuarto y acabamos mirando una película mala de los noventa en su portátil. Mi cabeza descansaba en su hombro y juré que eso era todo lo que necesitaba. Quedarme con ella, oler su aroma cada que respiraba o disfrutar de los besos cortos que cada tanto me regalaba.

La chaqueta podía servir para esconder la mayoría de sus cicatrices, seguro, pero no las marcas rojas oscuras que rodeaban sus muñecas y se notaban si observabas sus brazos con un poco de atención. Mi cuerpo se tensó y no pude apartar la mirada. Lena lo notó y se llevó una mano al cabello con movimientos errantes.

—Kara.
—¿Quién demonios te hizo eso?
—¿Podríamos por favor ignorar... ?
—¿Ignorar qué? ¿Estás de broma? Quítate la chaqueta.

Me quedó mirando mitad sorprendida mitad exaltada. Pero lo hizo sin objetar. Preferí no mirar las viejas cicatrices más tiempo del necesario para no incomodarla pero sus muñecas eran justo el problema principal. Eran marcas de al menos seis o siete centímetros de grosor y estaban muy rojas tomando ya un tono morado.

Tomé sus dos brazos en mis manos, contemplé su piel sabiendo que no podría olvidarme de lo que le habían hecho. No solo por esto, por todo.

—Lo siento, Lena.
—¿Tú lo sientes? —susurró con la voz apagada.
—No debí haberte dejado ir. Están enfermos, ellos...
—No me duele, ya no —me cortó con ojos que imploraban que la entendiera—. No quiero pensar en ello, Kara, lo único que necesito es estar aquí junto a ti.

My Yellow Sun; Supercorp.Where stories live. Discover now