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—¿Estás mejor? —le pregunté cerrando tras de mí la puerta de su habitación y yendo a sentarme a su lado en la cama. Decidí que por el momento mantener mis manos a los lados era lo ideal.
—Solo me duele la cabeza —respondió de manera seca, pero pronto alzó la vista—. Sobre lo del baño, si pensaste que yo...
—Lena, no es necesario.
—No estoy embarazada si es que pasó por tu mente.

Aparté la mirada. No era ella el problema, eran todos los demás. Su padre, los estúpidos clientes, todos ellos. Mantuve la vista fija en mis puños. Sí, había tenido por un momento esa idea, esa terrorífica sensación de que podría llegar a serlo. No quería admitir que escucharlo de ella era un alivio.

—Lionel hace un riguroso trabajo en cuanto a asegurarse de que no se cometan ese tipo de errores. Me sentía mal por otra cosa.
—¿Puedo saber por qué? —pedí, todavía contemplando mis manos, no quería enfrentarme a sus ojos verdes. Tan lastimados y yo no sabía cómo curarlos. Ella tan herida y yo sin saber cómo contenerla.
—Tuve que irme anoche mientras estudiabas. Lamento no avisarte, pero no podía dejar que te preocuparas por mí, estabas estudiando y...
—Mis estudios podían haber esperado un poco más —le interrumpí, sin querer dejando que la molestia me ganara la voz, lamentándome justo después. Lena suspiró.
—Fue una enorme pesadilla.
—¿Te han lastimado? —esta vez tuve que mirarla. No tenía golpes ni moretones visibles. Ella negó con la cabeza.
—No físicamente. Me lastimaron cuando pensé en ti.
—¿Qué?
—Esperaba no tener que decir esto pero una parte de mí está obligada y quiere hacerlo, Kara —se pasó una mano por el cabello, bajó la mirada a mis propias manos como si así tal vez le fuera más fácil—. Fui, y las cosas estaban yendo desde el comienzo mal. No me sacaba del interior el mal sentimiento, el asco, la humillación. No fue como las demás veces. No fui capaz de olvidar mis emociones y pretender que todo estaba bien. No podía fingir, se sentía como... Como cientos de toneladas en mi pecho. Y pensaba en ti, y fue lo peor, porque no es lo que mereces. Y porque yo no soy la indicada y... Y lo sentía tanto, Kara. Lo lamento tanto.
—No tienes que disculparte —coloqué una mano en su mejilla para poder verla a los ojos—. Pero no volverás con él.

Lena inmediatamente frunció el ceño. Yo había sonado muy terminante, muy fría, muy harta. De ninguna manera dejaría que se fuera otra vez. No por él.

—Kara... —se levantó de la cama con una exhalación—. Sabes que no puedo simplemente no volver.
—No tienes que decirme tu secreto, no tienes que explicarme la razón ahora, podemos hacer las cosas sin que nadie se entere. Podemos...
—No es posible —determinó.
—Puedes librarte de él, no tienes que ser su esclava de por vida, Lena. No puedes ser su juguete siempre que necesite. Puedo ayudarte.
—No, no puedes.
—¡No si no me dejas!

Volvió a negar. Más cansada y alterada que antes. Quería darle a entender que tan solo necesitaba su aprobación para sacarla de tanta miseria. Pero Lena nunca aceptaría si ni siquiera podía revelar la razón de lo que hacía. Era todo tan complicado, tan difícil de entender. Y todo solo se volvía peor.

Esta vez asintió, para sus adentros, porque apenas me miró cuando se relamió los labios en un gesto frío.

—Deberíamos terminar con esto —y mi corazón se estrujó. Pese a que las piernas no respondían como siempre y mi cuerpo entero estaba en un puro estado de nerviosismo, me puse de pie. Me obligué a ir hasta ella.
—Ahora estás hablando estupideces.
—Esto fue un error, ¿no lo ves? ¿Por qué no puedes entender, Kara?
—¿Entender qué?
—Que te romperé el corazón.

Fue una punzada en el pecho. El recuerdo, después, de una mala combinación de palabras que alguien antes me había dicho. Una extraña sensación de que volvía a confundirme.

—Tú no eres la que decide sobre mi corazón —murmuré, los ojos ardiéndome muy rápido—. Tú no eres la que tiene el derecho de elegir lo que debo sentir. Tú no puedes cambiar lo que me pasa al mirarte. No puedes impedir que te extrañe.
—Kara, solo para.
—Sé que es difícil de creer, imaginar que estoy dispuesta a pasar por todo eso solo por ti. Pero lo estoy. No te dejaré sola, no me importa lo que hagas.
—No lo mereces —susurró, viendo sus pies y fue suficiente. Di los últimos pasos para estar frente a ella, para tomar con cuidado su rostro en mis manos y mirarla a los ojos.
—Puedo ayudarte a arreglar las cosas, si me dejas, puedo. Si no estás lista estoy bien con eso, seguiremos a tu tiempo. Te esperaré lo necesario aunque duela verte tan rota. No empezarás a curar hasta que todo termine, Lena, pero mientras tanto seguiré aquí.
—Su nombre es Alison.

My Yellow Sun; Supercorp.Where stories live. Discover now