123. Sistema de apoyo.

10.6K 940 229
                                    

Entré en la cocina vistiendo un pantalón azul pastel y una camisa que Lena había dejado para mí al irse a preparar el desayuno.

Había despertado solo un momento antes que ella, recordando de a poco los sucesos de la noche anterior y algo sonrojada por nuestra cercanía. La ojiverde parpadeó apenas me sintió alejarme y terminó por abrir del todo los ojos cuando volví a mi lado de la cama.

No conversamos mucho y solo disfrutamos de la pequeña paz hasta que me informó que haría algo de comer antes de irnos.
Yo aproveché para tomar una ducha rápida, ignorando a medias dónde me encontraba y la cantidad de veces que Lena había estado conmigo bajo esa regadera años atrás.

—Tienes chocolate caliente listo, pero si deseas otra cosa en la cafetera hay...
—Me sigue gustando el chocolate —la tranquilicé. Su leve sonrisa escapó de mi visión cuando se giró hacia la mesada de la cocina. Al volverse puso una taza frente a mí.
—Es un alivio.
—¿Me dirás a dónde vamos? Ya he tenido suficientes sorpresas para esta vida y la que sigue.
—Me temía que ya no te divirtiera tanto el misterio —dijo entretenida y se apresuró a hablar cuando quise objetar—. Pero si quieres saber iremos a una fábrica.
—¿Una fábrica?
—Es mía. Les di a todos el día libre para nuestro recorrido.
—¿Eso quiere decir que me enseñarás tus inventos más secretos? ¿Tecnología de última generación?
—Bueno... No exactamente. Si te llevara a una fábrica de esas morirías del aburrimiento. Ya verás cuando vayamos.

Me permití sonreír un poco. Lena generaba esas cosas en mí; emociones que extrañaba sentir y que ansiaba se quedaran conmigo durante más tiempo.

—Dormí bien, por cierto —comenté nerviosa.

¿Era normal que ahora mis sensaciones fueran así? Como si se hubieran multiplicado de la noche a la mañana y no tuviera el control de nada. Sujeté con cuidado la taza para calmar mis manos inquietas y al segundo me sentí tonta. No la iba a romper por mucho que apretara.

Lena hizo caso omiso de mi patética situación.

—Es bueno saber eso. Fue una buena noche para mí también... Gracias.
—¿Por qué?
—Por aceptar venir a mitad de la noche a verme.
—Lo necesitaba.
—¿Quedarte despierta hasta muy tarde? —bajé la mirada al chocolate caliente recordando la noche anterior. Tenía aún en mente la emoción desbordante que sentí al leer el mensaje de Lena.
—Verte otra vez.

Su sonrisa hizo estallar volcanes en mi pecho.

—Hace mucho tiempo pensé que esto no sería jamás posible. Tenerte aquí, en este lugar de nuevo... parece un sueño —observé la cocina un momento, se veía igual que hace años. Cargada de recuerdos.
—Tiene que significar algo, ¿verdad, Lena? ¿Todo esto, nosotras... el esfuerzo?
—Quiero creer que sí —la mirada que me regaló estaba llena de esperanza—. La vida no puede ser tan cruel durante tanto tiempo.

Por unos minutos no dijimos nada. Pero el silencio no era inadecuado ni molesto. Sus ojos me hablaban lo suficiente, la expresión de ternura inmensa en ese verde profundo me hacía querer sonreír y atraerla en un abrazo.

Cuando terminamos de desayunar Lena me avisó que iría a por sus cosas y partiríamos en diez minutos. Y en efecto, así fue. Al salir de la casa un chófer nos esperaba en la entrada.

—Por alguna razón ya no me gusta tanto conducir —dijo mirando el auto mientras nos acercamos—. Además mis piernas se sienten raras.
—¿Tus piernas?
—No sé si recuerdes que luego del accidente tuve una recuperación de dos meses. En ese tiempo mis piernas estaban un poco mal y aunque me recuperé bastante bien, hasta hoy existen días en los que las noto más pesadas o tensas de lo normal. La verdad que no quiero atropellar a nadie.
—Solo falta que te duelan cuando caiga una lluviecita.
—Eso solo a partir de los cuarenta, por favor.

My Yellow Sun; Supercorp.Where stories live. Discover now