69. Krypton.

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La noticia de una nave alienígena estrellándose en algún punto de Europa se había extendido por todo el mundo. Sucedió tan rápido y de repente que ni las más destacadas y secretas organizaciones gubernamentales fueron capaces de ver en los radares como un objeto no identificado se acercaba a la tierra a una velocidad casi imposible.

De eso hace tres años.

Seis habían pasado desde que me fui. Seis años desde que dejé todo atrás y la oscuridad del universo era lo único que me acompañaba. Era mucho tiempo.

Encontré a Kal. Y encontré Krypton. Todo había sido cierto, el planeta estaba muerto y destruido, por supuesto, pero seguía allí. Sin personas ni nada más que escombros la sensación abrumadora que me llenó al encontrar mi antiguo hogar fue insoportable.

No sé cuánto tiempo había pasado viajando. En las pocas comunicaciones con Alex para asegurarle de que estaba bien le pedía que no me dijera ni la fecha ni nada relacionado con la tierra. Absolutamente nada.

Kal estaba muy herido pero al fin y al cabo estaba vivo y me alegré por primera vez desde que comencé el viaje de que todo hubiera valido la pena. Al menos en parte. Volver era otro tema.

Apenas había podido llegar yo sola y sabía que volver sería una tarea mucho más difícil; Kal estaba inconsciente. Perdí la cuenta de los días allí y también la comunicación con la tierra. Toda comunicación. Estaba demasiado lejos, era un milagro que los aparatos hubieran funcionado durante tanto.

Pero mientras con preocupación recorría Kandor, la capital de Krypton para encontrar una manera de volver, no dejaba de sentirme cada vez peor. No solo tenía que soportar ver cuerpos sin vida y edificios destruidos, sino que mientras más investigaba, más recuerdos de tiempos mejores me nublaban la mente. La desesperanza se mezcló con la angustia y me comencé a preocupar de verdad. ¿Cómo volveríamos?

Pero otro problema se presentó. Habían pasado días o tal vez transcurrido semanas desde mi llegada, no podía estar segura, pero sí sabía que mi organismo no podía resistirlo más. Me había cansado a un extremo en el que tan solo respirar costaba mucho. Un solo paso me hacía doler terriblemente las piernas y ni hablar de mover los restos de escombros para tratar de hallar algo. Había agotado todas mis energías de reserva buscando como volver, había explorado durante días enteros en busca de algo que nos salvara.

No hace falta decir que perdí todos mis poderes. En la tierra el sol amarillo no solo se encargaba de reabastecer mis energías pero también de dotarme de una serie de... Cualidades. Ahora que sobre Krypton el sol rojo brillaba mi fuerza ya no estaba, mi velocidad se había ido, tampoco contaba con la visión de calor ni la de rayos equis. Ni hablar de volar.

Asi que así existía. Pasando mucho tiempo bajo un sol que no recordaba que fuera tan caliente, en un planeta devastado y desierto, cargando a mi primo moribundo con las pocas energías que tenía a través de kilómetros. Sin agua ni alimento.

Si me hubieran preguntado en aquellos días en los que caminaba por pura fuerza de voluntad en ese desolado planeta porqué lo hacía, no habría sabido responder. Bueno, miento, yo sabía aunque no quisiera pensarlo.

Aunque no quería recordar y sentirme más vulnerable. Aunque no quisiera que ciertos momentos me inundaran la mente y me hicieran más daño... Yo era consciente de que solo me esforzaba para buscar una manera de volver por ella. El único motivo por el que le pedía a mis pies que siguieran y a mis piernas que resistieran.

Extrañaba tanto a Lena que cuando me dejaba caer para descansar era la única razón por la que me volvía a levantar. No quería hacerlo. Ya no tenía esperanza alguna de encontrar siquiera una sola nave que además de tener que funcionar, nos permitiera volver a casa. Casa. Lena había sido mi hogar y, luego en Krypton, la única  que me daba las fuerzas que ni siquiera sabía que tenía.

My Yellow Sun; Supercorp.Where stories live. Discover now