My Yellow Sun; Supercorp.

71. Mala suerte esta vez.

No sé qué causan los lunes en la gente común pero para mí era un día como cualquier otro. Estaba muy esperanzada por lo que vendría. Era una nueva oportunidad para intentar ser normal, para tener nuevas experiencias que me hicieran sentir un poco más humana, menos forastera.

El reloj digital de mi muñeca acababa de cambiar y los números ya marcaban las ocho en punto cuando el elevador se abrió en la planta que me habían indicado. CatCo desde fuera era como cualquier otra empresa multimillonaria. Todo un edificio imponente que destacaba entre los demás, y bla, bla, es fácil hacerse una idea.

Pero el interior era mucho mejor. Todo era tan moderno y... Nuevo. A cada lado que miraba una pantalla en un noticiario cualquiera me devolvía el reflejo. Habían muchos escritorios aquí y allá y muchas personas yendo de un lado a otro.

Nadie me prestó mucha atención a medida que caminaba entre ellos. Al parecer estaba muy perdidos en sus propios mundos para ver a la chica con las gafas actuando como imbécil en el medio de la oficina.

Pero mi salvadora no tardó mucho en aparecer. Alguien carraspeó a mis espaldas sacándome de mi entera confusión y me subí los lentes de pura costumbre mientras me giraba. La mujer era alta, de cabello y ojos castaños. Sus pantalones ajustados hacían juego con su chaqueta negra y formal y debajo llevaba una camiseta blanca. Se veía como cualquier ejecutiva pero tenía un peculiar estilo... juvenil. Su rostro expresaba confianza pero también una amabilidad que me hizo sentir al instante mucho menos nerviosa. Su sonrisa al estrecharme la mano me resultó sincera.

—¿Kara Danvers, verdad?
—Esa misma —repliqué devolviéndole la sonrisa. Me dirigió antes de que pudiera decir más a la última y más grande oficina al fondo. La pared de detrás del escritorio tenía más pantallas y televisores de los que podía contar. Sí que a esta gente le gustaba estar bien informado.

La mujer tomó asiento y me ofreció al segundo sentarme también. Su facilidad para dar órdenes sin exactamente darlas me causaba cierta gracia pero guardé silencio hasta que ella comenzó.

—Me llamo Samantha Arias pero todos aquí me dicen Sam así que ahorremos las formalidades —bajó levemente la cabeza como esperando una confirmación y yo asentí. La mujer volvió a sonreír y bajó la vista a una serie de hojas en el escritorio—. ¿Midvale? Dicen que es bonito ahí.
—Es muy lindo, sí, las vacas y animales de corral sobre todo.
—Me imagino que sí —dijo Sam entre risas. Pasó otra página y regresó a mí—. ¿Eres muy nueva en la ciudad?
—Llegué hace varios meses. Quería cambiar de aires y probar cosas diferentes.
—Toda una aventura, veo.
—Eso dicen.
—Es esta entonces tu primera vez como reportera si tu currículum no se equivoca.
—Es la primera vez pero sé que puedo sorprenderla.

Se reclinó en la silla y me observó por un momento.

—Muy bien, Kara, no necesito hacerte más preguntas. Haré que alguien te muestre tu escritorio y para el final del día quiero tres artículos diferentes sobre las posibles causas de las explosiones de ayer. ¿De acuerdo?
—Por supuesto, jefa —dije mientras me levantaba. Sam me sonrió de una manera extraña mientras inclinaba su cabeza en señal de saludo y salí de aquel lugar tan raro para mí.

Como me había indicado antes, alguien me esperaba fuera. Era una mujer rubia un poco más pequeña que yo, no recordé su nombre ese día pero sé que fue más que amable conmigo, aunque en realidad todos allí lo parecían. Nadie me dedicaba miradas raras o susurraban detrás de mí. Vaya sorpresa. Una más que bienvenida sorpresa.

Escribir esos artículos no era lo que se dice difícil y supe apenas Sam los pidió que eran una prueba. Una prueba de no sólo mis posibles dotes como reportera pero también como manejaba la presión. No había mucha información sobre las explosiones que habían dado lugar ayer en ciertas fábricas de la ciudad, eso complicaba un poco las cosas pero nada que no pudiera solucionar con un par de llamadas a las personas correctas.