111. Un ángel y un demonio.

9.7K 1K 447
                                    

—No estás haciendo más fácil esto, Kara.
—Lo siento.

Lena presionó más su mano en la parte baja de mi espalda, acercándome otro poco, tanto como fuera físicamente posible. Quizás de esa manera lo que quisiera arrastrarme para hacerme desaparecer tendría algo de compasión.

—¿Puedes creerlo? —levantó un brazo y supuse que estaba secándose los ojos—. Las dos estamos muriendo. No podría ser más disparatado.
—¿Cuándo vas a operarte?
—Te lo he dicho, en unas semanas.
—Lena, no tienes unas semanas.
—¿Y tú sí? —espetó sin emoción—. No lo haré todavía.
—¿No te has sometido a la cirugía por mí?

Lena exhaló y sus manos abandonaron mi cuerpo, dio un paso atrás y sin decirme nada comenzó a caminar hasta una puerta detrás del grupo que seguía tocando. Le eché un vistazo a la mesa donde mi familia seguía y todas estaban mirándome extrañadas. Tomé una bocanada de aire y corrí detrás de Lena.

La puerta por la que había entrado daba a unas escaleras que a su vez dirigían a un piso superior. Al apurar el paso me encontré en segundos en el tejado y, sentada justo en el borde del techo, la ojiverde miraba el suelo.

—No puedo entrar a un quirófano cuando no sé si estarás allí cuando salga —susurró sin mirarme—. No puedo operarme porque eso implicaría ser yo la débil. Estaría en una cama durante... Tanto. No tengo tiempo para eso, Kara.
—Cada día que pasa es una posibilidad menos y lo sabes. Yo estaré ahí, Lena, estaré esperándote fuera. No tienes que preocuparte por eso.
—Quiero ser fuerte para cuando me necesites —dijo volviendo la vista a mí, sus ojos estaban llenos de miedo—. Quiero aguantar todo lo que pueda. No me pidas que piense en mí cuando eres tú la que va a morir.

Me senté junto a ella y sonreí con tristeza.

—Estás loca como una cabra —murmuré. Las comisuras de sus labios se levantaron muy apenas y golpeó mi hombro con suavidad—. Y aunque no esté para nada de acuerdo, si quieres posponer un poco más la cirugía está bien. Algo me dice que no podré convencerte de todas formas.
—Me conoces tan bien.
—¿Crees que ya hayan servido el postre?
—¿Alguna vez piensas en algo más que no sea comer? —sus cejas se levantaron y la diversión en su mirada alejó cualquier resto de pena—. Está bien, vamos a por tu postre.

Pasó cerca de una semana desde la cena con Lena y mi familia cuando decidí dejar CatCo y presentar mi renuncia oficialmente. Por mucho que amaba el empleo los últimos días se había vuelto imposible concentrar mis ideas o siquiera tener ganas de investigar o demás. Y no tenía nada que ver con mi capacidad para trabajar.

Algunas cosas escapaban de mi mente, de a momentos olvida lo que estaba haciendo o simplemente me aburría del artículo que escribía. Comenzaba a dolerme demasiado la cabeza cuando no lograba controlar mi audición y los sonidos lejanos y de por sí era molesto cuando sentía que mis ojos se calentaban por cualquier cosa.

Lena por supuesto aceptó la renuncia.

Después de la cena me llevó hasta mi departamento y a partir de allí nuestras citas fueron bastante agradables. Al día siguiente almorzamos en un lugar de comida rápida que Lena aseguró no era de ella, sorpresivamente, y más tarde fuimos a hacer algunas compras.

Entre los últimos días me había quedado a dormir solo dos veces. Una porque era muy tarde y la otra porque me había dado una horrible fiebre justo en su casa. Tenía la sensación de que si me sobrepasaba cometería un error así que en ningún momento había esperado que me pidiera quedarme o hacerlo yo.

Además no dejaba de recordar las noches en la universidad. Sabiendo que le había costado superar el tiempo en el que dormíamos juntas me inquietaba lo que podría pasar si me acostumbraba a dormir a su lado. Me lo había dicho ella misma; había pasado noches donde no pegaba un ojo solo porque no estaba yo ahí. Así que mantenía todo de la manera más natural que podía.

My Yellow Sun; Supercorp.Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt