68.

8.1K 998 440
                                    

Besé su cabello, me demoré unos segundos para quedarme con la sensación y su aroma un rato más y finalmente me separé de ella de una vez por todas. No sequé sus lágrimas ni volví a tocarla, no sería capaz de soltarla si lo hacía. No me alegraba de ninguna forma saber que así terminaba algo tan importante para mí, pero así también era la vida.

Y así todo sería mejor. Ya no me encontraría golpeada hasta la muerte en algún edificio abandonado ni me curaría las heridas. No tendría que ser testigo de cómo Lionel jugaba conmigo a su antojo. ¿No era esto lo que yo había querido? ¿Que estuviera libre de mí y pudiera tener una vida normal? Por mucho que quisiera convencerme, no me hacía sentir mejor.

—Ya no hace falta que te quedes, Kara. Estaré bien.

Decirlo fue más que duro pero no podía detenerla más. Su mirada volvió a encontrarse con la mía. Oscura y triste, cansada. Ella vaciló.

—¿Podría... Podría quedarme? No quiero dormir sola.

Frente a ese pedido me quedé sin palabras. ¿Quería quedarse esta noche después de todo? Solamente asentí con ls cabeza, volví a acostarme en mi lado y me lamenté por no poder hacer algo que la mantuviera a conmigo. En ningún momento dejé de preguntarme cuál había sido mi error.

—Hasta mañana, Kara —dije minutos después cuando su respiración se había vuelto más serena. Su rostro estaba casi apoyado sobre mi hombro. Suspiré, demasiado triste, pero estaba bien, viviría de ahora en más con su amistad. Era suficiente para mí.

Pensé que ya se había dormido cuando murmuró suavemente:

—Adiós, Lena.

Al día siguiente Kara ya no estaba.

Ni en mi habitación, ni en la suya ni en ningún otro lado. Su cuarto, de hecho, estaba vacío. Vacío por completo. Al llamar a Elizabeth me enteré de que había renunciado a su empleo. Desde ese momento, poco a poco todo se vino a abajo.

La llamé a su celular pero solo me marcaba fuera de servicio. Cerca de las dos de la tarde Maggie llegó y no necesitó mucho para saber lo que me ocurría. Se acercó corriendo y se arrodilló a mi lado. Al parecer me veía terrible. Entre las lágrimas y los nervios a flor de piel era un desastre. Seguía manteniendo mi celular apretado entre las dos manos, seguro en algún momento sonaría.

—Se fue.
—Tienes el cuerpo muy caliente —dijo frunciendo el ceño—. Te llevaré a tu habitación, tienes que descansar un poco.
—No quiero ir allí.

La miré de tal forma que no objetó más. Pero a los segundos volví a derrumbarme. La cabeza me dolía demasiado.

—¿Dónde ha ido?
—No lo sé, Lena.
—¿¡En dónde mierda está!?
—Te aseguro que si lo supiera...
—Tampoco me lo dirías —la interrumpí, frotándome los ojos. Los sentía muy cansados—. Había creído que... Fui tan tonta como para realmente pensar que quedarse era una de sus opciones. Ni siquiera se despidió de mí.
—No puedo hablar por Kara pero sí puedo pedirte que no seas tan dura con ella.
—¿Dura? Me dejó de la noche a la mañana, literalmente, sin algo con lo que sanar. Sin más. Así de fácil fue para ella dejarme y ¿yo soy la dura?

Maggie ya no supo que decir y el tiempo se me escapó de las manos.

Había pasado una semana entera. Sin noticias de Kara yo seguía poniéndome peor. Si trataba de recuperar la compostura los recuerdos volvían, las dolorosas emociones regresaban y las ganas de haberle pedido que se quede se multiplicaban. ¿A dónde había ido? ¿Por qué sin mí?

Una semana más y Lionel llamó. Yo estaba vacía, drenada y sin otro sentimiento más que la rabia y la patética tristeza. Podía haberme negado, recibir una cierta dosis de golpes que me durmieran el tiempo suficiente para no recordar cuánto la quería estando despierta. Cuánto la extrañaba de día y lo mucho que la necesitaba por las noches. Pero preferí el dolor emocional. Era lo que merecía.

My Yellow Sun; Supercorp.Où les histoires vivent. Découvrez maintenant